Saturday, August 01, 2009

“Maten a los gringos”

Opacada por la euforia producto del triunfo de la Selección Mexicana de Futbol sobre su similar de Estados Unidos en la final de la Copa Oro, la noticia pasó casi inadvertida. El domingo por la tarde, durante los festejos en el Ángel de la Independencia con motivo de la victoria del Tri, siete extranjeros, seis holandeses y un alemán, fueron confundidos con estadounidenses y agredidos por unas 50 personas.
La turba, de acuerdo con información del diario Reforma, gritó “Maten a los gringos” y “Sáquense de aquí, culeros” a los integrantes de la familia Vrooijink. También se burló de ellos, los bañó de espuma e hizo que dos de los turistas corrieran “en medio de una lluvia de piedras, botellas de refresco y latas”. Aunque al parecer el incidente no llegó a más, Ben, el padre, declaró que les robaron celulares, relojes, anillos y dinero en efectivo, pero no presentaron denuncia.
Ahí mismo, en otro hecho reportado por El Universal, el alemán Flaurean Schulz fue igualmente tomado por ciudadano estadounidense. Después de eso, no obstante que aclaró su nacionalidad y expresó su afición por el equipo mexicano, fue presionado para que besara una bandera tricolor.
Para expresarlo en términos futbolísticos, de bote pronto se me ocurren algunas lecturas de esos acontecimientos: primero, que el ansiado triunfo de la Selección, por marcador de 5-0 y luego de varias actuaciones por decir lo menos grises, exacerbó los ánimos de un puñado de seguidores; segundo (y en línea con la hipótesis anterior), que haberle ganado al representativo de Estados Unidos abrió la puerta para que salieran la rivalidad y la frustración acumuladas a raíz de derrotas pasadas; tercero, que en nuestro inconsciente colectivo subyace una especie de rencor hacia lo “gringo” (o todo lo que se le parezca) debido a agravios tanto históricos como actuales.
Quizá lo sucedido devino de una mezcla de todos estos factores, pero, como sea, ni siquiera eso justificaría que se haya agredido a personas cuyo único “error” fue tener la apariencia de estadounidenses.
Me hago cargo de que, por fortuna, sólo 50 de las 10 mil personas reunidas en el Ángel fueron las que incurrieron en estos actos reprobables. Sin embargo, el evento no debe dejar de causar alarma ni de conducir a que nos miremos en el espejo de nuestra realidad.
En primer lugar, porque por mucho que el futbol sea el deporte nacional y un fascinante fenómeno social, son inauditas la importancia que le otorgamos en la vida pública y la forma en que lo utilizamos como pretexto para evadir otros problemas o caer en la incivilidad. Asimismo, porque es ridículo el nacionalismo ramplón del que se hace triste gala en los juegos de la Selección, más cuando éstos son con Estados Unidos y siendo que la complejidad de nuestra relación con ese país trasciende de quién gane o pierda en un campo de soccer.
Por último, porque este episodio exhibe que México posee una latente y peligrosa tendencia xenófoba, a pesar de nuestra reticencia a admitirlo.
No niego que el pueblo mexicano sea capaz de grandes muestras de hospitalidad y calidez, pero, por contradictorio que resulte, a un lado de esas cualidades corre un rechazo irreflexivo a lo extranjero, anclado con frecuencia en no más que estereotipos. Tal es la actitud que vemos reflejada en las descalificaciones que dirigimos a chinos, argentinos o españoles, o en el maltrato que se inflige a los migrantes centroamericanos que pisan nuestro territorio, como si olvidáramos el reclamo constante para que se respete a nuestros connacionales que cruzan el río Bravo.
Y, por supuesto, ese espíritu patético también está plasmado en el grito “Maten a los gringos” proferido en contra de personas que ni siquiera estadounidenses son. Todo con la vana escusa de la victoria en un juego de futbol. La verdad, qué pena.

Nota: Este texto aparece en los Dardos de diasiete.com.

2 comments:

Root said...

Mmm... Veamos... Vivimos en un país en el que existe racismo entre nosotros mismos, en el que la gente pisotea al de a abajo a la menor provocación, en el que los gobernantes (que deberían velar por el bien común) sólo trabajan para su beneficio, caray... esto no debería de sorprendernos.

Si, tienes toda la razón, qué pena! pero sobre todo, Qué vergüenza!!

Sin embargo... los idealistas que creen que las cosas pueden cambiar siguen en pie de lucha no?

Felicidades!
Tq príncipe!!

Saludos!

Ruth!

Necio Hutopo said...

Aún suscribiendo la nota, la verdad es que es se queda demasiado en la superficie y hace gala de demasiados lugares comunes...