Saturday, August 08, 2009

Atesorar palabras

Fotografías, tarjetas postales, estampas, cuadros, estatuas, adornos, tazas, sombreros, prendas de vestir, zapatos, joyas, relojes, revistas, libros, discos, películas e incluso automóviles, todos ellos objetos que las personas coleccionamos porque les adjudicamos algún valor económico, cultural, estético o sentimental.
La filósofa y teóloga argentina Celina A. Lértora Mendoza reflexiona en torno de esta inclinación y concluye que los seres humanos guardamos cosas ya sea porque vemos en ellas alguna utilidad presente y futura o porque, aunque parezcan triviales, “representan la posibilidad de evocar un pasado cuya memoria queremos conservar mediante un soporte físico”. Más todavía, expone la catedrática e investigadora, “la conservación objetal puede ser espontánea, meramente afectiva, errática”, mientras que coleccionar es, en cambio, un conjunto de actos “guiados por un plan previo, una decisión y un objetivo bien determinados”.
Peculiar como soy (sustituya usted, lectora, lector, tal eufemismo por el adjetivo que mejor le plazca), no suelo recopilar objetos sino algo inmaterial y de un uso aún menos evidente: frases.
Quizá en el afán de encontrar palabras que le den sentido a la realidad, que me permitan entenderla o intentar cambiarla, o que cuando menos me ayuden a ponerle buena cara, atesoro tanto algunos refranes populares como ciertas ideas que encuentro en los periódicos, en los libros, en las canciones, en las películas o en boca de las personas con quienes convivo o con quienes llego a conversar.
Hay frases desagradables que me remiten al cinismo de la mayoría de nuestros políticos y, justo por eso, a la necesidad de que los ciudadanos participemos crítica y activamente en los asuntos públicos. Cómo olvidar, por ejemplo, apotegmas como el del cacique potosino Gonzalo N. Santos, “La moral es un árbol que da moras”, o el del mexiquense Carlos Hank González, “Un político pobre es un pobre político”. O qué tal ese dicho que habla como pocos de la irresponsabilidad de su autor, Vicente Fox: “¿Y yo por qué?”.
En otro tema mucho más grato, el arte, también he dado con memorables pensamientos. A Mario Vargas Llosa, cito el caso, se le atribuye esta genialidad que por años me ha dado vueltas en la cabeza: “La literatura es la gran mentira que dice la verdad”. Guardo, igualmente, esta autobiográfica sentencia de Edgar Allan Poe: “Las obras de los genios nunca son sanas en sí mismas”. Y tampoco quiero dejar de aludir a una bella línea de Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”; o a esta otra de Álex Grijelmo: “Las palabras engatusan y repelen, edulcoran y amargan, perfuman y apestan. Más vale que conozcamos su fuerza”.
“El amor es como el pan: tiene su punto”, leí recientemente en un cuento de Marco Tulio Aguilera. Al respecto, por su parte, la estadounidense Toni Morrison escribe en su novela La canción de Salomón: “Para vivir del amanecer a la noche hace falta algo más: un bálsamo, un toque de placer, una caricia de alguna especie”.
Cierro esta breve muestra de mi colección de frases con unas palabras de Javier Reverte. Viajero, narrador y cronista, este español sostiene que viajar “supone un acto de humildad permanente, porque descubres que te equivocas más de lo que podías pensar”, y que, además, “requiere una buena dosis de humor. Hay que aprender a reírse, en particular de uno mismo. Porque si uno aprende el valor de burlarse de sí mismo, tiene tema para reírse toda su vida”.
A la fecha, mi experiencia en este viaje que llamamos existir me lleva a concederle toda la razón.


Nota: Este texto aparece en los Dardos de diasiete.com.

3 comments:

Root said...

Tienes tooooooooooda la razón...

"Una semana más para reunir todo el amor del
tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú
quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No
sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para
entender las cosas. Porque esto es muy parecido a
estar saliendo de un manicomio para entrar a un
panteón." de Sabines, sin de las palabras que más me ha servido atesorar.

Muchas felicidades, me has hecho recordar todas las que tenía guardadas en el cajón.

Te quiero! Un beso Príncipe!

Saludos, Ruth!!

Elizabeth García said...
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Elizabeth García said...

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua."
No es una frese, lo sé. En realidad es un capítulo de "Rayuela" de Julio Cortázar. Esta mañana lo leí y recordé tu escrito para día siete, pero más allá de eso te recordé a ti, todo lo que me haces sentir y lo afortunada y feliz que me siento a tu lado.
Te adoro.