Monday, December 31, 2007

El trabajo colectivo

Para Erika, siempre



He de comenzar con una confesión: disfruto mucho mi soledad. Quienes en serio me conocen lo saben bien. Salir a caminar o a correr, por ejemplo, me da la oportunidad de relajarme, de pensar (o, en su defecto, de dejar de hacerlo), de ordenar mis ideas, de maquinar proyectos, de —con bastante frecuencia— vérmelas conmigo mismo.
Quisiera, sin embargo, no ser malinterpretado. No me considero misántropo (bueno, quizá a veces), aprecio la compañía de muchas personas y día con día intento valorar y corresponder más a la convivencia con la gente que me rodea.
Un amigo y colega, Mario Stalin Rodríguez, con quien mantengo una comunicación basada principalmente en el intercambio de comentarios por lo general poco coincidentes pero siempre sustentados en nuestros respectivos blogs, explica —si he entendido correctamente— que somos y nos alimentamos de los otros. Nuestro ser se constituye de los episodios que compartimos con los demás a lo largo de nuestras vidas. No podría estar más de acuerdo.
Así, este ensayo no es, ni de lejos, una apología del individualismo. Por el contrario, pretende ser, a partir de mi propia experiencia y en varios casos de mis propios errores, una crítica del olvido de la colectividad, del desdén sin fundamento a las labores en conjunto, de la ignorancia o franco desprecio de conceptos como interés general o bienestar común.


Del autoaislamiento al compromiso mutuo
De mi afición a la soledad, a actuar por mi cuenta, vienen mis dificultades para trabajar en equipo. Es más sencillo desempeñarse solo que buscar alcanzar consensos con otras personas con sus propias ideas, parámetros, objetivos. Y si bien, durante mi etapa como estudiante, estuve en grupos con los que me fue grato colaborar y en ningún momento sufrí desencuentros del tipo “eran muy amigos pero terminaron peleados después de una tarea”, lo cierto es que mi reticencia a laborar con otros truncó o de plano me mantuvo alejado de no pocos proyectos colectivos.
Si tales empresas se habrían desarrollado y habrían resultado gratificantes simplemente nunca lo sabré, ya que mi afán de independencia muchas veces transformado en autoaislamiento me impidió averiguarlo.
Fue hasta que probé otra faceta de la academia, la de ayudante de profesor, cuando empecé a apreciar en serio el trabajo en equipo. De esa manera, con Luis Carrasco y Jesús Serrano primero, y con Toibe Shoijet, Lizbeth Hernández, Paola Wong y Mario Dorantes después, he conocido tanto el esfuerzo que requieren formular el programa de una materia, establecer los contenidos y acordar los métodos para exponerlos, como los sinsabores que pueden provocar las diferencias de criterio y, sobre todo, la responsabilidad de la docencia y la satisfacción de haber dado un buen curso.
A lo largo de dos años y medio he reiterado, por ejemplo, que a pesar de que uno se crea versado en un tema, las otras personas —el maestro y los compañeros adjuntos— siempre podrán aportarnos alguna idea diferente y valiosa. Y aunque ese intercambio de opiniones en muchas ocasiones no sea terso ni nada similar, es posible que de él surjan interesantes discusiones que nos hagan reparar en algo que antes nos estaba velado, es decir, que amplíen nuestra mirada y nuestra comprensión.
Por otro lado, no está de sobra recordar —como me lo hicieron ver algunos alumnos hace un par de meses— que el grupo dentro de un salón de clases lo integran tanto los educandos como el equipo docente; son un conjunto, no dos entes antagónicos. De tal suerte, para alcanzar el éxito en el proceso enseñanza-aprendizaje debe existir trabajo grupal, comunicación, compromiso de ambas partes.
Valga una metáfora que de tan simple parece burda: a fin de llegar a la meta, construir un curso satisfactorio en el que los estudiantes aprendan y los profesores cumplan su función de educadores, todos deben ir en el mismo sentido, no cada cual por su lado y con rumbos distintos.


El periodismo, labor de conjunto
Poca es mi experiencia laboral en medios de comunicación. Pienso, no obstante, que además de que sigue creciendo ha sido aleccionadora. Del cúmulo de ideas que he aprendido creo que ésta es la más importante: el periodismo, por donde quiera que se le vea, es una actividad social, colectiva.
Tal vez me equivoque, pero tengo la impresión de que existe el mito que instituye al reportero no sólo como figura central sino única del ejercicio periodístico. Ahora bien, al señalar esto no pretendo restar mérito alguno al desempeño de ningún colega.
Busco, eso sí, hacer notar que detrás de cada diario, revista, noticiario o programa de radio o televisión hay un trabajo colectivo: de los jefes de información que elaboran las órdenes de lo que debe cubrirse; de los reporteros que producen notas, crónicas o reportajes; de los editores que seleccionan el material a publicar o transmitir; de diseñadores, formadores y técnicos que ponen los textos en plana o arman cápsulas audiovisuales; todo lo anterior seguido de un todavía largo etcétera.
Incluso si se toma la labor reporteril por sí sola hay que reconocer que ésta no es una tarea estrictamente individual. Ryszard Kapuscinski, considerado ni más ni menos el mejor reportero del siglo XX, lo explicaba con claridad: la materia prima del periodismo, afirmaba, son los seres humanos.
El ejercicio periodístico no es otra cosa que investigar y difundir la información generada diariamente por todos los ámbitos de la actividad humana, o aquella relativa al impacto de diversos fenómenos o procesos —manifestaciones del clima, desastres naturales, epidemias, conflictos sociales, guerras— sobre una o varias comunidades.
Los reporteros, por tanto, no trabajan únicamente con hechos, documentos y datos fríos, sino con quienes los protagonizan: personajes, fuentes, testimonios e historias de vida que suscitan interés. Sin ellos, sin los seres humanos, no hay periodismo posible. Por eso Kapuscinski exhortaba a estudiantes y periodistas en activo a cobrar conciencia de lo imprescindible del otro, de los otros, e, igualmente, a ser sensibles y responsables con respecto de las potenciales consecuencias que lo publicado puede tener.
Y tan necesarias son las personas que por sus acciones dan pie a la cobertura noticiosa como aquellas a quienes se destina ese trabajo: lectores, radioescuchas, cibernautas, televidentes. De ese modo, si el periodismo quiere alejarse de cualquier tipo de soliloquio y aspira a erigirse como agente de cambio social, como lo ha sido y estoy seguro debe serlo, en todo momento debe tener presente el público al que se dirige.


Las personas y la práctica
Mi breve paso por los medios no sólo me ha dejado enseñanzas de carácter filosófico. Me ha brindado también numerosas lecciones concretas, prácticas, cotidianas. En ese sentido, agradezco a todas las personas que durante mi estancia en El Universal me han apoyado.
Gerardo Piceno, quien me ayudó a sobrevivir mis primeros días en la sección de Deportes antes de que me transfirieran al área de Opinión, es el primero de ellos. A su nombre sumo los de Olga Carranco y Omar Astorga, grandes amigos, así como el de Feliciano Hernández, poco tolerante pero un periodista capaz, consciente y crítico de la ofensiva desigualdad socioeconómica que impera en México.
Mención aparte merecen Alejandra Morón y Claudia Martínez, en quienes he visto perseverancia, el deseo incansable de alcanzar sus objetivos y capacidad para trabajar bajo presión. Asimismo, en Ana Belén Ortiz y José Luis Espinoza siempre he encontrado disposición y entrega, virtudes que, me parece, empiezan a tener su recompensa. Y en Carlos Zetina, “mi apá”, he hallado honestidad, una camaradería difícil de describir y, claro, mucho buen humor.
Empero, es a Rossana Fuentes-Berain a quien más le debo por su confianza, impulso, consejos e incluso regaños. He conocido poca gente con esa fortaleza para llevar a cabo tantos proyectos y en todo momento buscar ir más lejos.
De todas las enseñanzas que podría citar rescato un par: en primer lugar, cómo a varios de los que colaboramos con ella nos recordó ese tal vez odioso pero útil adagio del periodismo estadounidense: “Si tu mamá te dice que te quiere, verifícalo”; en segundo, la forma en la que conjuntó y encabezó un eficiente equipo, sin importar los egos, envidias, diferencias y ambiciones que pueden manifestarse en cualquier ambiente laboral. Ante todos asentó que, fuera de simpatías o antipatías, éramos un equipo y, en tanto profesionales, debíamos funcionar como tal.


Lecciones de vida
Rossana confiesa que de las actividades que ha realizado la que más le ha gustado ha sido escribir su libro, Oro gris. Zambrano, la gesta de Cemex y la globalización en México, publicado en agosto pasado. En la dedicatoria de la obra —palabras más, palabras menos— se lee: “A mis padres, quienes al casarse fundaron la mejor empresa de sus vidas”.
Más allá de términos económicos, la frase, para efectos de este ensayo, me conduce a reflexionar en torno del equipo en que se constituyen la familia en general —independientemente de su composición y del número de sus integrantes— y la pareja en particular.
Como en tantos otros asuntos, y en este menos que en cualquiera, no soy autoridad para indicar qué se debe o no hacer. Baste aclarar que sólo expreso mis ideas: creo en el amor comprometido pero libre, sin ataduras; que si dos personas se limitan y se impiden crecer y perseguir sus metas, resulta más sabio que se separen.
Ahora bien, y he aquí la nota autocrítica, espero haber comprendido que, a pesar de las dificultades que ello entraña, la búsqueda de los objetivos individuales no tiene por qué ir peleada con el o los proyectos en común, mutuos, compartidos. De nuevo la metáfora: no se trata de que la autonomía provoque que cada cual ande por su rumbo, sino de caminar y de construir juntos. Ojalá aún esté a tiempo de demostrar que he aprendido esa lección.



Pensar la utopía
Globalización y neoliberalismo, expone Ignacio Ramonet en Guerras del siglo XXI. Nuevos miedos, nuevas amenazas, fomentan el individualismo y otras actitudes egoístas que obstaculizan la organización y la acción social que deberían hacer frente a los grandes problemas mundiales —contaminación, explotación del medio ambiente, creciente pobreza y desigualdad, resurgimiento de tendencias e incluso de gobiernos xenófobos y autoritarios, conflictos armados, crimen organizado— y a todos aquellos que los ocasionan o que, con sus omisiones, permiten que se desarrollen.
Me es difícil no coincidir con Ramonet en que actualmente parece existir y expandirse una especie de indiferencia hacia los males y los retos de la humanidad y, lo que es peor, hacia la posibilidad de solucionarlos.
En la cultura del poder, del dinero, de los “triunfadores”, de la moda, del espectáculo y del placer banal se propaga el paradigma en el que sólo importa el individuo, así como, por mucho, quienes le queden cerca. Los otros, la colectividad, se desvanecen. Lo que ocurra en el planeta, sea en Paquistán o a la vuelta de la esquina, mientras no afecte, no interesa.
Como muchas otras personas, no obstante, considero que es posible cambiar ese estado de cosas. Creo que podemos salir de la enajenación, de la inconciencia, reflexionar, demandar, construir. Y siempre he pensado que los verdaderos cambios deben comenzar por uno mismo, pero para que éstos trasciendan no deben permanecer aislados como esfuerzos unipersonales, sino sustentarse en la suma de voluntades, es decir, en el trabajo en equipo.
Regreso al principio: me gusta la soledad, sostengo que a veces es necesaria, mas no pretendo vivir apartado del mundo, ignorando lo que sucede en él. Defiendo, también, la libertad individual, pero igualmente soy partidario de un lazo social caracterizado por la diversidad, el respeto, el diálogo, el compromiso, la cooperación y la responsabilidad.
“‘Atrévete a andar por caminos que nadie ha recorrido, atrévete a pensar ideas que nadie ha pensado’, podía leerse en los muros del teatro del Odeón en el París de mayo de 1968 —escribe Ramonet—. Si queremos fundar una ética para el siglo XXI, la situación actual invita a semejantes atrevimientos”. Reinterpreto la frase a la luz del presente texto: si queremos, en plural, hacer de éste un mundo mejor en cualquier sentido y en cualquier nivel —en la familia, la escuela, el trabajo, la pareja o la sociedad global—, tenemos que actuar juntos. Así, en plural.


P.D. Último día, último post de 2007. A todos los que se asomaron a este espacio, muchas gracias. El 2008, por lo que nos cuentan las noticias, tanto para México como para el mundo, será complicado. A pesar de ello o precisamente por ello, mis mejores deseos en el año que está por comenzar. Abrazos.

Monday, December 10, 2007

La imposición de la fuerza

[Foro Internacional, columna]

Los resultados de las pasadas elecciones parlamentarias en la Federación Rusa, en las que el partido del presidente Vladimir Putin, Rusia Unida, obtuvo 64.1% de la votación con todo y la reprobación de la Unión Europea y el retiro de los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, corroboran la tesis del fortalecimiento político del mandatario.
En el balance de los comicios, incluso, se hizo público el supuesto deseo de algunos ciudadanos de que Putin, quien no puede reelegirse para un tercer periodo consecutivo, permanezca en el cargo vía una reforma constitucional. En todo caso, quien fuera agente del KGB, el Comité para la Seguridad del Estado —la principal agencia de la policía secreta de la ex Unión Soviética—, y llegara al poder en 1999 luego de la renuncia de Boris Yeltsin ya declaró que buscará mantenerse activo en la vida política después de dejar la presidencia, posiblemente como primer ministro con miras a un posterior retorno a la jefatura del Ejecutivo.
Varios factores explican la reafirmación del poderío de Putin. En primer lugar pueden citarse las limitaciones o francas medidas represivas que su gobierno ha impuesto a la oposición. A finales de noviembre, días antes de las elecciones, por ejemplo, la policía acabó con protestas en contra del presidente en Moscú y en San Petersburgo, donde, según lo consignaron los reporteros presentes, cientos de manifestantes fueron golpeados y arrestados, entre ellos el ex campeón mundial de ajedrez y líder del partido disidente Otra Rusia, Gary Kasparov, y Nikita Y. Belykh y Boris Y. Nemstov, de la Unión de Fuerzas de Derecha.
Nemstov, primer ministro durante la época de Yeltsin y quien planea contender por la presidencia en marzo de 2008, afirmó: “Nos han prohibido discutir a Putin, pero hemos venido aquí para preguntar a él y a las autoridades por qué hay tanta corrupción en el país”.
Aunque significativos, estos hechos tal vez no sean los más sonados. Baste recordar el eco internacional que ha seguido a las muertes del ex espía Alexander Litvinenko, envenenado con polonio-210, y de la periodista Anna Politovskaya, a quien le dispararon afuera de su departamento. Ambos homicidios habrían ocurrido, presuntamente, por órdenes de Putin en represalia a la línea crítica de Politovskaya para con la política del Kremlin hacia Chechenia y a los comentarios desfavorables hacia el régimen en el caso de Litvinenko.
Por otra parte, además de los ataques contra la oposición está el control oficial de los medios de comunicación —una de las situaciones denunciadas en la pasada contienda— y la creación de grupos juveniles de adoctrinamiento político-ideológico como Nashi, Guardia Juvenil, Locales y Grigorevtsky. Estos movimientos —de acuerdo con Steven Lee Myers en un reportaje para The New York Times— “son parte de un esfuerzo por construir jóvenes seguidores leales y patrióticos, y por contrarrestar cualquier resistencia juvenil que pudiera emerger durante la cuidadosa orquestación del sucesor de Putin en la elección del próximo año”.
El tercer componente de la fuerza de Putin, no obstante, y quizá el más importante, es que la economía se ha mantenido estable, lo que al parecer ha derivado en la satisfacción de la población, en especial de las clases media y alta. Tan es así que los “nuevos ricos” rusos se deleitan comprando en las principales avenidas y tiendas de Moscú.
Este último punto encuentra relación con algunas de las interpretaciones que hace unas semanas se efectuaron sobre la más reciente encuesta del Latinobarómetro. A decir de los números, en toda América Latina cada vez menos personas se sienten contentas con la democracia, pues a pesar de los relativos avances en el terreno político no observan un reflejo en sus niveles de vida en términos de aumento del poder adquisitivo, mejor distribución de la riqueza, disminución de la desigualdad social, en una palabra, bienestar.
En esa línea, muchos latinoamericanos preferirían ceder una parte de sus libertades civiles a manos de gobiernos más fuertes si con ello dejan de padecer para subsanar sus necesidades básicas. Los rusos, aparentemente, han optado por esa alternativa.
Qué triste, sin embargo, que ni en uno ni otro lado del globo los gobiernos sean capaces de hacer corresponder la democracia como régimen político, caracterizado por la libertad y la igualdad de participación en la vida pública, con condiciones más equitativas para el acceso a empleos bien remunerados, a la educación, a la salud, al desarrollo personal e intelectual. Más triste aún que grandes sectores de nuestras sociedades, aquí y allá, estén dispuestos a renunciar a la oportunidad de expresarse, de exigir y de actuar a cambio de sólo subsistir.
De vuelta a la que fuera tierra de los zares, el afianzamiento interno de Putin —que podría extenderse si su candidato triunfa en las elecciones presidenciales de 2008—, blindado por la solidez que le proporcionan la riqueza petrolera rusa y haberse constituido como un importante proveedor de gas para Europa, lleva a suponer que la influencia de Vladimir Vladimirovich, el “hombre fuerte” de la ex república soviética, seguirá sintiéndose en la región y en el mundo por largo tiempo. A menos, claro, que la historia, personificada en la oposición o en la sociedad civil organizada, guarde alguna sorpresa.

Friday, December 07, 2007

Las decisiones sobre el petróleo deben democratizarse: Ifigenia Martínez

Ifigenia Martínez, directora del Instituto Nacional de Formación Política del PRD, califica como “un problemón” a la situación en la que se encuentran las empresas públicas del sector energético. Los hechos, afirma, dejan ver que es “necesaria” una reforma en la materia que plantee, dentro de otros aspectos, cómo se manejan Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
En opinión de la economista, estos organismos deben seguir perteneciendo al Estado. Contundente, asegura que nadie estará de acuerdo, “y yo menos que nadie”, en la entrada de la iniciativa privada al ramo ni en que la obtención de utilidades sea el criterio “que decida sobre una riqueza que es de todos”.
Martínez, una de las oradoras en la pasada asamblea de la Convención Nacional Democrática encabezada por Andrés Manuel López Obrador, considera que la cuantiosa renta generada por Pemex ha sido destinada por los distintos gobiernos del país —los del PRI antes y ahora los del PAN— al gasto corriente en vez de haber sido invertida en la industrialización de la paraestatal. Esto, explica, ha limitado a la empresa y la ha dejado únicamente como exportadora de crudo.
—¿Cuál es el principal problema de Pemex: los requerimientos de la Secretaría de Hacienda, los sueldos y pensiones de los trabajadores de la propia paraestatal, el contratismo, la corrupción?
—El principal problema, tratándose de la empresa pública más importante del país, es quién toma las decisiones para su manejo. Quién decide los gravámenes, los derechos que han de pesar sobre el petróleo, que la mayor parte de la renta petrolera alimente a la Secretaría de Hacienda y deje a Pemex sin recursos para financiar su propia inversión. Quién decide que la carga fiscal sobre Pemex sea tan gravosa que la despoja de una renta que obviamente se obtiene de un recurso no renovable, o sea, se está saqueando la riqueza del subsuelo que pertenece a todos los mexicanos para convertirla en ingresos de exportación. Toda la operación subsecuente, industrialización, refinación, la petroquímica, todo eso se ha sacrificado para obtener simplemente la exportación de petróleo crudo.
Martínez lanza una pregunta retórica: “¿Quién toma esas decisiones?”. Acto seguido, responde:
—Las máximas autoridades de Pemex, designadas por el presidente de la República. ¿El presidente tiene la mejor capacidad para decidir sobre una riqueza que pertenece a todos los mexicanos y que consiste en vaciar el subsuelo del país, para destinarlo a gasto corriente, para financiar las operaciones del gobierno? Porque ese es otro hecho relativamente reciente: la petrolización de las finanzas públicas. En 1973-1974, antes que se tomara la decisión de convertir a Pemex en un exportador de crudo, los ingresos del petróleo significaban 5% de la recaudación; ¡ahora son el 39%! Y el coeficiente de recaudación no ha aumentado, sigue siendo el mismo. Ha habido un tremendo deficiente de la Secretaría de Hacienda, que no ha gravado a los causantes como los debía haber gravado. Eso también se observa a simple vista: la explosión de la riqueza de la gente de altos ingresos, la demanda que hacen de artículos importados, todo eso es patente mientras que, en cambio, hay una masa de población que ni siquiera tiene empleo seguro.
La entrevistada reconoce que la injerencia de la Secretaría de Hacienda en el manejo de la renta petrolera es “legal”, pues “la Constitución no ha sido tocada y todos admiten que está bien”. Añade, sin embargo, que “las leyes secundarias son las que resultan violadas o cuando menos mal interpretadas, o no han repercutido en una ampliación de la capacidad productiva del país correspondiente a la extracción de la riqueza petrolera. Todo lo hemos gastado en importaciones, no hemos sustituido esa riqueza del subsuelo con capacidad productiva que permanentemente garantizara una mayor producción y empleo”.
Por otra parte, acusa falta de planeación y señala al ex presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) como el responsable del desmantelamiento del aparato estatal encargado de esa tarea. “Se necesita planeación a nivel nacional y regional que armonice las diferentes variables económicas”, comenta.
—Entonces, ¿quién tendría que tomar las decisiones?
—Esa es la gran pregunta. De acuerdo con nosotros, las decisiones deberían tomarse a través de un gabinete de energía para no violentar la Constitución. En él deberían estar, al frente de las grandes empresas, directores que fueran aprobados por el Congreso, no por el capricho del presidente. La decisión tendría que pasar por el tamiz de las cámaras de Senadores y de Diputados, y además, tendría que buscarse que el director de las gigantescas empresas del sector energético no se vea aislado en sus decisiones frente al todo poderoso secretario de Hacienda, que pertenece a un círculo financiero internacional con sede en Washington. La reorientación de esta gigantesca riqueza se está tomando respecto a decisiones que no corresponden al interés nacional, sino al interés de tener una economía en equilibrio, sin déficit, y como no se aumentan los ingresos tributarios se recurre a la renta petrolera. Todas estas decisiones se tienen que democratizar, eso implica meter al Congreso. Las comisiones de Energía de ambas cámaras también deben pasar por el tamiz de la opinión pública para que sean gente que conoce el ramo.
—¿Qué características debería tener esa reforma energética para construir una política de Estado efectiva?
—No tengo los elementos para responder esa pregunta, pero creo que debe haber relación entre la representación ciudadana que está en el Congreso de la Unión y la solvencia técnica de los expertos. En el Congreso se deben revisar a fondo los proyectos y el financiamiento de las empresas energéticas, y los expertos, que los hay dentro de México, egresados de la UNAM, el Politécnico o las universidades regionales, deben respaldar con su apoyo técnico las decisiones que se tomen.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada por la revista electrónica Terra Magazine.

Saturday, December 01, 2007

Calderón ha administrado, pero no se ve un proyecto a futuro: Alberto Aziz Nassif

Felipe Calderón llegó a la Presidencia de México después de un reñido proceso electoral. La intervención del entonces titular del Ejecutivo, Vicente Fox, las campañas negras, la cuestionada actuación del IFE, la decisión del Tribunal Electoral de declarar ganador al candidato del PAN por una diferencia de sólo 0.58% de la votación con respecto de Andrés Manuel López Obrador, del PRD, y las acusaciones de fraude, dentro de otros factores, marcaron los comicios de 2006.
Asumió funciones como presidente el 1 de diciembre pasado. A un año de ello, Alberto Aziz Nassif, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, en entrevista telefónica menciona dos rasgos que han caracterizado a este gobierno:
“El asunto de política interna y de seguridad, relacionado con los operativos contra el crimen organizado, ha sido uno de los más definitorios de este periodo. Un segundo asunto es el de las políticas de legitimación, por la forma en la que llega Felipe Calderón a ser presidente; éstas tienen que ver con construir consensos, alcanzar reformas e incluso cambiar la imagen de la Presidencia de la República y de la campaña electoral misma”.
—Entonces la legitimidad ha sido un asunto que ha pesado en este primer año de la gestión de Calderón.
—Sí, de forma importante. Podemos empezar a ver cómo hace unos días Felipe Calderón, a partir del llamado a la celebración del bicentenario de la Independencia, estableció como ruta hacia 2010 la reconciliación nacional. La manera como se procesó 2006 dejó un país polarizado, un conflicto nacional que se ha ido manifestando en episodios, una división que todavía se siente no ha acabado de cerrar. Esto se ha notado, por ejemplo, en la reforma electoral, que de algún modo busca responder y solucionar el conflicto de 2006, o en la oposición lopezobradorista, que ha ido disminuyendo pero sigue presente.
—Algunos analistas llegaron a hablar de un “rebase por la izquierda” debido a las medidas que el Ejecutivo parecía tomar de esta corriente. ¿Este rebase se ha efectuado?
—No ha sucedido. Si analizamos la política social se nota continuidad con respecto a lo ocurrido en años e incluso en sexenios anteriores con relación al combate a la pobreza o a acabar con la pésima distribución del ingreso que existe en el país. No hay una gran innovación que tenga más acento hacia una política de izquierda o de centro-izquierda o una mayor atención a temas como la redistribución del ingreso, incrementos salariales o más inversión en capital humano.
—¿Puede hablarse de grandes aciertos o grandes errores de este primer año de gobierno?
—En tanto acierto, tal vez en el sentido de mecanismos de gobernabilidad, de mantener la estabilidad. No ha habido una crisis de gobernabilidad, económica o social; se ha administrado lo que existe pero no se ha hecho presente una estrategia a futuro. Hay, asimismo, otros rasgos preocupantes que se han incrementado, como el agotamiento de las reservas de Pemex o las explosiones en ductos de la empresa. En cuanto a errores, el horizonte de mediano y largo plazo se ve incierto. Se ha administrado, pero la presencia de un proyecto no se ve. El estado de cosas en el país no se ha modificado. Se dice que se han logrado las reformas a la Ley del ISSSTE y la fiscal, y la reforma electoral ha sido uno de los cambios importantes en lo que va del sexenio. Sin embargo, quedan muchas reformas estructurales pendientes, como la energética, la laboral, la de medios. Probablemente ahí esté el gran reto para el próximo año y para todo este sexenio: empezar a recuperar la capacidad del Estado en materias estratégicas en las que intereses particulares tienen mucho poder.
—¿Cómo calificaría la relación del Ejecutivo con los otros dos poderes?
—En el caso del Legislativo, si lo comparamos con lo sucedido en el foxismo, hay una mejoría. El protagonismo de Calderón ha sido menor, se han buscado consensos y ha mejorado la percepción pública. Con el Poder Judicial también ha habido cierta “normalidad”, consenso con el Ejecutivo. Aunque vamos a ver qué sucede si se da la reforma judicial, que podría despertar oposición.
—En lo referente a la política exterior, una de las promesas de campaña de Calderón fue que se reconstruiría lo mucho que se había destruido durante el sexenio anterior.
—Para con algunos países de América Latina con los que se habían suscitado conflictos, como Cuba y Venezuela, ha bajado el nivel de enfrentamiento. Por otro lado, en la agenda y la relación con Estados Unidos está una serie de mecanismos en los que no queda clara cuál es la jerarquía del gobierno de México, la seguridad o la migración, por ejemplo. Hay indefinición. Creo que ha sido una política exterior de más bajo perfil, lo que no significa que no se haya hecho mucho, sino que no todo se ha dado a conocer.
—Si el reto es recuperar la capacidad del Estado en áreas estratégicas, ¿cómo se traduce eso en acciones concretas?
—Tendría que establecerse una agenda muy específica. Se prevé que en 2008 vengan reformas que no se han procesado: la judicial, la relativa al federalismo, la de medios, la energética, la laboral. Y vamos a estar en una ventana de oportunidades para esas reformas hasta mediados del año que entra, hasta octubre de 2008, cuando inicia la campaña rumbo a las elecciones intermedias de 2009. También, con políticas públicas que afecten los aspectos importantes: si en crecimiento y desarrollo económico no se ve cómo el país pueda crecer, habrá que trabajar en mecanismos que incidan en la economía y la generación de empleo. Y acerca de los operativos contra el crimen organizado, habrá que ver sus saldos, si han dado resultados o no; y los derechos humanos, que son un asunto importante y hay la percepción de que se han deteriorado debido al énfasis al tema de la seguridad.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada ayer por la revista electrónica Terra Magazine.

Friday, November 23, 2007

Trazos de Estambul

Año con año, al llegar la entrega del Premio Nobel Literatura, surgen las discusiones en torno a esta presea. Mientras sus partidarios defienden el prestigio del galardón, sus críticos afirman que éste no reconoce la calidad literaria sino una actitud o militancia política. Así ocurrió hace algunas semanas cuando la Academia Sueca distinguió a la británica Doris Lessing, y así sucedió en 2006 cuando el laureado fue el turco Orhan Pamuk.
En aquella ocasión se especuló que el autor recibía el Nobel debido a sus cuestionamientos al gobierno de su país. El mensaje del jurado, por su parte, declaraba que se otorgaba el premio “a quien en la búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal [Estambul] ha descubierto nuevos símbolos para reflejar el choque y la interconexión de las culturas”. Un reflejo ingenioso de esa relación dialéctica entre Oriente y Occidente se encuentra en su sexta novela, Me llamo Rojo (1998).
Ambientada en el siglo XVI, esta historia comienza con el testimonio de un hombre asesinado. Por influencia de los pintores europeos, el sultán otomano ha encargado en secreto la hechura de un libro que presuntamente atenta contra los preceptos del islam. Ante las habladurías y las acusaciones de incurrir en blasfemia, Maese Donoso, uno de los ilustradores del monarca, teme faltar a su religión, ser descubierto y castigado. Confiesa sus miedos a uno de sus compañeros, pero este último ve a un posible traidor, no a un arrepentido, y decide acabar con su vida.
Las palabras de Maese Donoso —o de su espíritu, que rencoroso observa cómo se pudre su cuerpo en el fondo del pozo al que fue arrojado— son el punto de arranque de un todo en el que confluyen varios relatos: el del taller de ilustradores y el de una tradición pictórica; el de la obra solicitada por el sultán; el de una bella mujer, Seküre, viuda, con dos hijos y a cuyo padre fue encomendada la conclusión de tan peligrosa tarea; y, finalmente, el de Negro, primo y enamorado de Seküre que, tras doce años de ausencia, ha regresado a Estambul.
Tal abundancia, en lo que quizá constituye el mayor atributo técnico de Me llamo Rojo, deviene en multiplicidad de géneros y de voces narrativas. Así, por un lado, esa polifonía se hace patente en el hecho de que, a lo largo de los 59 capítulos que integran la obra, más de una docena de personajes, cada cual desde su perspectiva, alterna la palabra para contar la historia.
En esta novela, asimismo, es posible encontrar tanto reflexiones estéticas en torno a la pintura y a la manera en la que ésta proyecta al mundo, como una anécdota amorosa no exenta de erotismo y elementos de relato policiaco.
El crimen por esclarecer es, en principio, la muerte de Maese Donoso, aunque a ésta habrá de añadirse otra más. En ese contexto, el asesino —como se dijo, otro de los ilustradores— se da el lujo de retar a los lectores: “¡Ya veremos si sois capaces de descubrir mi identidad por el color de mis palabras!”.
En cuanto a la historia entre Negro y Seküre, resalta que el solo pensamiento de ella le ha brindado fortaleza durante su ausencia de Estambul, que le ha hecho volver y le ha inspirado para soportar los retos que se le presentan. “Porque si el rostro de vuestra amada vive grabado en vuestro corazón —dice Negro—, el mundo sigue siendo vuestro hogar”.
Hacia el final de novela, Seküre, por su parte, nos recuerda la oposición entre sentimiento y razón: “[…] sin duda el amor es algo que debe ser comprendido no con la lógica de alguien como yo, que continuamente está haciendo funcionar la cabeza para protegerse, sino, precisamente, con su falta de lógica”.
Por último está el aspecto filosófico de la obra. Si bien es cierto que las reflexiones sobre la pintura que plantean distintos personajes por momentos parecen repetitivas e interrumpen el ritmo de la narración, es ahí donde el conflicto entre Oriente y Occidente resulta más evidente. Mientras los europeos pugnan por nuevos conceptos y técnicas como el estilo, el retrato y la perspectiva, los otomanos se debaten entre el gusto por esas formas —aunque ello pueda implicarles dar la espalda a los maestros antiguos, a su religión y a su cultura— y mantenerse fieles a la tradición.
No sobra explicar que Pamuk se mantiene al margen de dar alguna respuesta definitiva a la discusión. Con lo anterior, a mi juicio, prefiere dejar abierta la controversia o, tal vez, como lo ha expresado en algunas entrevistas, insinuar que el mundo musulmán puede, al mismo tiempo, adoptar ciertos valores occidentales y preservar su cosmovisión, su pasado, su esencia.
La riqueza de Me llamo Rojo hace de ella una novela que merece ser leída no sólo por su elaborada estructura, por su trasfondo antropológico y por el conjunto de divertidos guiños que lanza al lector. También vale la pena revisarla porque, independientemente de las dudas que rodean al Premio Nobel, para determinar si un autor es digno del galardón o no —o si éste puede ser referente para calificar el trabajo literario de alguien—, es indispensable conocer sus obras.

FICHA BIBLIOGRÁFICA:
PAMUK, Orhan. Me llamo Rojo [1998]. México, Punto de Lectura, 2007.

Monday, November 19, 2007

El 2010, año de la “reflexión mexicana”: Pablo Serrano

La importancia de conocer la historia, expone Pablo Serrano, encargado del despacho de la Dirección General del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, puede resumirse así: “Lo que somos y de dónde venimos viene del pasado, es necesario siempre recurrir a él para entenderse en el presente”.
“Hay acontecimientos que pertenecen a nuestra identidad nacional: la Independencia, la Reforma, la Revolución”. Así, tras el nacimiento de la nación mexicana (1810-1821), “vinieron las guerras intestinas por reordenar nuestro territorio, conformar una sociedad y establecer un Estado nacional”. A la postre surgió el gobierno de Porfirio Díaz, el porfiriato, en el que “hay un despegue económico con muchas desigualdades sociales, una dictadura a la que sobreviene la Revolución Mexicana”.
Acerca de esta última —que este 20 de noviembre celebra el 97 aniversario de su inicio—, destaca que “fue una revolución de muchas revoluciones: fue eminentemente social, cambió el régimen político de la dictadura a uno más institucional y marcó un momento especial para la historia del siglo XX mexicano”.
—¿En cuál de esas muchas revoluciones es más visible su legado?
—El proyecto revolucionario se vio plasmado en la Constitución de 1917. En el tema educativo, en 1910 había un nivel impresionante de analfabetismo que ahora no hay. En el trabajo están los artículos más importantes: mejoras al salario, prestaciones, sindicatos, organización, libertad de expresión. El artículo 27 permitió la reforma agraria, desmembrar las haciendas del siglo XIX, la expropiación petrolera. Un conjunto de demandas sociales se cumplen al finalizar la Revolución. La Constitución del 17 da coherencia a ese proyecto para que veamos mejoras sustanciales en distintos ámbitos. Obviamente, no todo se cumplió, pero su alcance es parte de nuestro presente. En la Constitución, en lo que tiene que ver con los sectores sociales, hay una presencia considerable. En lo político, el cambio de régimen, que después permitió el régimen de partido único y el autoritarismo, ahora, con la democratización de los procesos electorales, es un valor que viene de la Revolución maderista.
—¿Existen mitos en torno a la Revolución?
—Muchos: que no cumplió sus metas, que éstas fueron cortadas de inmediato, sobre sus héroes. Se convirtió en mito por la historia oficial: personajes, proyectos, batallas. Sin embargo, esos mitos son “normales” dentro del proceso revolucionario. El Estado los estimuló por mucho tiempo para que la gente siguiera identificada con la Revolución y así legitimarse. Pero la sociedad ha madurado, los mitos se han ido difuminando, y aunque siguen presentes, por ejemplo, Pancho Villa y Zapata, creo que la sociedad ha evolucionado y ha desechado esa tendencia de la historia oficial a utilizar los mitos revolucionarios para legitimar una serie de cosas.
—El Estado utilizó la Revolución como un mito unificador, como un concepto en torno al cual podía unir a la población.
—Claro, porque el Estado surgió de esa Revolución. Concluido el proceso revolucionario se le utilizó como un ente unificador conectado con la paz social, con los beneficios que recibían campesinos y obreros por la aplicación de la Constitución. Los procesos democráticos eran controlados a través de ese mito. En el siglo XX encontramos, sobre todo en esta era del autoritarismo, el uso de la Revolución como parte fundamental de la legitimidad del Estado surgido de la misma. A partir de los 70 esa tendencia se fue cuestionando por población, intelectuales y grupos sociales que se oponían a ese autoritarismo. En el 2000, cuando gana otra corriente política, resurge la figura de Madero como un ideal democrático que se persiguió durante todo el siglo.
—Además de la intervención del Estado, ¿qué otros factores actúan en esa mitificación? ¿Por qué Villa y Zapata se vuelven mitos?
—Porque son símbolos y éstos usualmente se conectan a valores patrióticos o de pertenencia regional, nos unifican, como la bandera y la existencia de un héroe o villano como Villa o de un líder campesino como Zapata. La sociedad tiende a crear esos símbolos independientemente de la posición del Estado o del gobierno en turno. El mito es parte de la identidad social. Lo importante es que se recupera el pasado, y aunque sea mito, leyenda o verdad, es parte de nuestro presente. Lo relevante es que se discutan, se estudien, se analicen y se conozcan estas historias para saber acerca de nuestro pasado.
—La guerra de Independencia comenzó en 1810; la Revolución, en 1910. Una idea que sostiene un sector de la población es que en 2010 podría estallar otro levantamiento. ¿Existen las condiciones para ello?
—Me niego a pensar en esa posibilidad. La gente anda con esa tendencia de interpretación, pero el México de hoy es otro en comparación al de la Independencia y la Revolución; son otras condiciones sociales, políticas y económicas que no permiten visualizar un levantamiento por el estilo. Un colega comparó 1810 y 1910: el México del siglo XIX y el de 1910 eran muy parecidos; ahora somos radicalmente opuestos. No hay el mismo escenario, así que no tenemos que preocuparnos por eso. No creo en los tiempos cíclicos de la historia, sino que es dinámica, compleja y que no podemos visualizar a partir de ella cambios o transformaciones a futuro.
—A tres años de conmemorar el centenario del inicio de la Revolución, ¿qué puede ésta enseñarnos?
—El bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución nos permitirán revisitarlas, reflexionar sobre el pasado y nos llevarán, más que a festejar, a visualizar nuestro pasado y presente. Somos un país plural, diverso, y los festejos nos permitirán pensar cómo han sido esos rasgos. Me niego a que se utilice a ambas desde un punto de vista maniqueo, justificador o que niegue su vinculación con nuestra identidad nacional. Es un momento especial para que nos revisemos y digamos “esto pasó”. Nuestra reflexión se conecta a nuestro presente, para saber cómo somos, de dónde venimos, cuál es el origen de nuestros problemas y cómo solucionarlos. Creo que el 2010 va a ser el año de la reflexión mexicana. Ojalá así sea.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine. Dedico este texto a Erika Martínez: feliz (casi) cumpleaños, amor. Sé que tu entrega y perseverancia te llevarán a conquistar cada una de tus metas. Abrazos.

Thursday, November 15, 2007

“No veo en México una política integral de combate al narcotráfico”: Jorge Luis Sierra

La Iniciativa Mérida “es parte de un plan general de combate a la criminalidad que abarca desde Centroamérica hasta Estados Unidos”, explica Jorge Luis Sierra, periodista especializado en temas de seguridad y fuerzas armadas. Editor del diario Rumbo del Valle, de Texas, en entrevista telefónica comenta que esa estrategia más amplia tiene que ver con el ofrecimiento de ayuda que hizo el Departamento de Estado estadounidense a un conjunto de gobiernos de la región.
En el caso de México, el acuerdo binacional entre éste y EU implica la transferencia de mil 400 millones de dólares en armamento, equipo y adiestramiento, a lo largo de tres años, para la lucha contra el narcotráfico y la detección de terroristas. Ese monto, asegura Sierra, representa sólo dos semanas de operaciones militares en Irak y Afganistán.
—¿A qué se comprometen ambas partes?
—La iniciativa tiene tres componentes. Uno es reducir la criminalidad organizada, particularmente en la frontera: disminuir el flujo de drogas hacia EU y de armas hacia México; es una operación binacional contra los grupos que trafican drogas, indocumentados, armas, y lavan dinero. El segundo es una reforma policial, relacionada con la capacitación y entrenamiento de la policía mexicana. El tercero es un esfuerzo por mejorar la seguridad de los controles aduanales en la frontera entre México y EU.
—¿Es este acuerdo un paso valioso hacia una mayor cooperación y compromiso?
—Creo que sí hay una intención positiva, pero me pregunto qué tanto es más que retórica. No veo cambios fundamentales en la política de ambos países con respecto de la injusticia social ni de involucrar a las organizaciones que trabajan con pocos recursos para tratar de abatir el consumo de drogas. Hay negligencia por parte de EU para combatir a las pandillas aliadas con los cárteles mexicanos. En México, hasta ahora, la mayor parte de los recursos se destinan al enfoque punitivo de esa lucha; la prevención y la educación no tienen la misma atención ni recursos. Lo que más ha llamado la atención es la transferencia de armas. Sin embargo, no veo una política integral de combate a las drogas.
—Se piensa que uno de los riesgos de este acuerdo para el gobierno de Felipe Calderón es que tendrá que responder a dos congresos: el de EU, que aprueba la ayuda, y el Senado en México, que vigila la política exterior.
—Es algo que deciden los congresistas en EU cada año. El Departamento de Defensa debe presentar resultados para continuar con sus programas de ayuda militar para América Latina, y los legisladores revisan extensivamente los mismos. Cada año el Congreso de EU fiscalizará cómo se utilizó y qué resultado tuvo el dinero aprobado para las campañas mexicanas contra el narcotráfico. El Congreso mexicano tiene una injerencia mucho menor, no ha habido una intervención mayor por parte de las cámaras de Senadores y de Diputados para examinar con representantes de la Cancillería y del Consejo de Seguridad Nacional cómo encajan esos recursos dentro de una política general de seguridad pública y nacional. He visto una respuesta muy débil. Si los senadores deben revisar los acuerdos binacionales de México con otros países, los diputados tienen la facultad de revisar, aprobar o rechazar los proyectos que impactan en el presupuesto.
—Se temía que la iniciativa incluyera la posibilidad de la entrada de militares estadounidenses a territorio mexicano. ¿Está descartada esta posibilidad?
—Me parece que sí. México ha sido particularmente cuidadoso de no aceptar la presencia de cuerpos de EU para combatir a la criminalidad. Ha habido y hay actividad militar, por supuesto, y se ha registrado actividad de inteligencia, pero es algo que ocurre casi como un hecho y, más allá de ella, México ha sido muy cuidadoso en evitar una intervención directa de las tropas estadounidenses en la lucha contra el narcotráfico.
—¿Cuál ha sido la reacción de la sociedad y de la prensa de EU?
—La sociedad está viendo hacia otros problemas, como el debate sobre la migración. Una parte de la población conservadora, alimentada por algunos shows de tv, rechaza todo lo que venga de México o Latinoamérica. Aunque la sociedad está dividida. No todos rechazan la migración indocumentada. Hay republicanos y demócratas que abogan por una reforma migratoria integral, pero no son suficientes. Los medios impresos, por su parte, han abordado el asunto de la Iniciativa Mérida y creo que la han visto como un paso positivo: están viendo los esfuerzos del presidente Calderón como serios.
—En un artículo afirmas que más allá de armas, equipo y entrenamiento para combatir al narcotráfico se requiere construcción institucional. ¿A qué te refieres con eso?
—A que la policía mexicana es una institución corrompida, penetrada, con escasos niveles de confiabilidad, diezmada por el narcotráfico. Vemos un aparato de seguridad pública casi desmantelado por la corrupción. Y los gobiernos, en lugar de realizar una reforma policial que construya nuevas instituciones de policía, están empleando a fondo a las Fuerzas Armadas, reemplazando a las policías en el combate a las drogas. El argumento es inobjetable: no hay confianza en la policía, por eso tiene que entrar el Ejército; pero tampoco hay una política visible que apunte a construir nuevas instituciones de policía. La militar es una institución con mayor confiabilidad por su disciplina, tradición, etcétera, pero eso puede ser mermado. Se ha comprobado la capacidad de penetración del narcotráfico. Se está desgastando el último recurso que tenemos y no veo dónde vaya a parar esto: según los reportes del Departamento de Estado, el tráfico de drogas proveniente de México no ha bajado. Y el uso del brazo militar y de tecnología ha sido históricamente un gran fracaso.
—Por eso en vez de sólo reprimir el consumo de drogas habría que prevenirlo.
—Se puede demostrar cómo reducir el consumo de drogas a través de educación y prevención se puede llevar un presupuesto 50, 100 veces menor. Es incluso un ahorro para los países.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.

Tuesday, November 06, 2007

Pemex: actuar ahora, pensar a futuro

El 2007 ha sido un año difícil para Petróleos Mexicanos. Entre enero y octubre distintas situaciones han afectado a la paraestatal: desde el clima adverso en el océano Atlántico, que en agosto provocó la momentánea suspensión de la producción y recientemente un accidente en la plataforma Usumacinta tras el cual fallecieron 22 trabajadores, hasta las explosiones de julio y septiembre en ductos ubicados en Querétaro, Guanajuato, Veracruz y Tlaxcala reivindicadas por el Ejército Popular Revolucionario (EPR).
Todo lo anterior, por cierto, ha ocurrido en medio del constante y certero recordatorio de que las reservas probadas del país se agotan y, además, en un contexto global en el que el precio del petróleo va al alza debido a que los energéticos se tornan en un bien estratégico para el futuro.
Estos hechos deben ser un urgente llamado tanto a la dirección de Pemex como a las autoridades federales con el fin de solucionar los problemas que aquejan a la entidad que por años se ha constituido como la principal fuente de ingresos de la Federación.
Las consecuencias del clima en instalaciones de la paraestatal, por un lado, hablan de la apremiante necesidad de prever el impacto de los fenómenos naturales y de mejorar las condiciones de seguridad laboral. En ese sentido, ojalá que todas las investigaciones que se pondrán en marcha para determinar los pormenores del accidente en la Sonda de Campeche sirvan, por ejemplo, para señalar y sancionar a los responsables, para definir si hubo o no negligencia por parte de Perforadora Central o de Oceanografía —empresas contratistas: la primera, propietaria de la plataforma; la segunda, encargada de las embarcaciones de rescate—, y, finalmente, para evitar que se repitan sucesos como éste.
Por otro lado, los ataques del EPR —independientemente de las razones político-sociales que explican la existencia de este y otros grupos disidentes— indican que el resguardo a la infraestructura de Pemex no es el debido y, dada su importancia para el país, la protección al organismo debe fortalecerse.
Resulta necesario recordar, asimismo, que si bien el daño ocasionado por los factores citados es grande, más profundo e indignante lo es el infligido por todos aquellos que han visto en Pemex un medio para su beneficio y enriquecimiento personal y familiar. Los casos, desafortunadamente, no son pocos. Ahí están episodios como el Pemexgate —el desvío de recursos del sindicato de trabajadores de la paraestatal a la campaña presidencial de Francisco Labastida—, lo mismo que las actuaciones cuando menos dudosas de, entre otros, Rogelio Montemayor, Carlos Romero Deschamps y Raúl Muñoz Leos.
A esa lista negra, al parecer, habrá de añadir la gestión de Juan Bueno Torio, ex director de Pemex Refinación, durante la cual el ahora senador panista, a través de una red de colaboradores, favoreció con contratos multimillonarios a las empresas Transportación Marítima Mexicana (TMM) y Ocean Mexicana. La reconstrucción de ese entramado podría revelar un plan cuya única intención, desde un principio, habría sido apropiarse de altos mandos del organismo para después, literalmente, exprimirlo.
Por último, vayamos a un asunto de fondo partiendo de una verdad de Perogrullo: al ser el petróleo un recurso no renovable, las reservas del país, inevitablemente, se agotarán algún día.
Jesús Reyes Heroles, director de Pemex, hace un par de semanas declaró que tales reservas alcanzan sólo para nueve años después del término del presente sexenio. La secretaria de Energía, Georgina Kessel, aclaró que dan para 60 años, pero que 88% de ellas se encuentra a una profundidad tal que con la tecnología con la que se cuenta es imposible explotarlas.
En efecto, tendría que pensarse ya en invertir en el desarrollo de los medios que permitan aprovechar ese crudo, aunque antes de entrar en el debate de si para ello se abriría o no la puerta a dinero de la iniciativa privada o del extranjero, como país debemos percatarnos de la peligrosidad de seguir planteando nuestra economía en términos de un elemento finito y cuyo precio internacional, sin importar que puede generar cuantiosos ingresos, depende de factores político-económicos como la estabilidad en Medio Oriente.
México, en suma, como apuntó Enrique Berruga Filloy a finales de septiembre, debe prepararse para afrontar la reconversión energética de los años venideros. Requerimos de energía para el día a día, para el crecimiento y para el futuro, pero nuestros proyectos no pueden girar en torno a un recurso que, tarde o temprano, en nueve años o en 60, se va a acabar. Tenemos que empezar a pensar muy en serio en el desarrollo eficaz, productivo, sustentable y ecológico de otras fuentes de energía que mantengan en movimiento la maquinaria del país.
Económicamente hablando, a lo largo de la mayor parte del siglo XX y en lo que va del XXI, Pemex y el petróleo han sido los principales motores de la República. Por ende, cuando menos por gratitud y por responsabilidad —y las autoridades antes que cualquier otra persona—, debemos proteger a una empresa que pertenece al Estado, es decir, a todos los mexicanos, tanto de las adversidades del clima y de otros desastres naturales como de cualquier ataque y de quienes ven esta entidad un arca perteneciente a su patrimonio personal. Pero, más aún, por el bienestar nacional tenemos que pensar la manera de encarar el mañana sin depender de ella.

Wednesday, October 31, 2007

“La transparencia es una línea esperanzadora para México”: Jacqueline Peschard

México, según el Índice de Percepción de la Corrupción 2007 de Transparencia Internacional, ocupa el sitio 72 entre 180 países. En una escala de cero a 10, su calificación es de 3.5. Para Jacqueline Peschard, comisionada del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), que esta percepción sea tan generalizada se debe a que el fenómeno “se da en el día a día”.
“En el caso mexicano, la corrupción más extendida tiene que ver con la relación entre el ciudadano y la autoridad de manera más inmediata, en trámites o con la policía de tránsito, que no necesariamente son los ámbitos más sustantivos donde puede darse, como el financiero o la administración pública”.
Peschard considera que se requieren más estudios para determinar el impacto de la corrupción, y que la transparencia es un principio válido para combatirla. “Es un elemento que incentiva a los servidores públicos a apegase a la norma en sus decisiones, pero los resultados no los veremos en uno o dos años, sino en más tiempo”.
Acerca del IFAI, explica que éste “nace (en 2003) con la idea de que el ciudadano que quiera obtener información pueda hacerlo por la vía de un escrito libre, llenando un formato o desde una computadora, independientemente de donde esté”.
—¿Es México un país más transparente que antes?
—Sí, aunque dicho rápidamente. Esto se ve en el proceso de socialización del derecho a la información. No hay un mayor número de ciudadanos que crecientemente haga solicitudes de información, pero cada vez más la sociedad está enterada de ese derecho y de que puede ejercerlo o no dependiendo de sus trabajos o esferas de influencia. En el gobierno federal, donde es competente el IFAI, encuentro un mayor conocimiento y compromiso de las dependencias para con la transparencia, pero también un conjunto de resistencias. Hay una base, pero quizá justo en función de la socialización del derecho existen ciertas respuestas de algunas dependencias muy celosas con su información.
—La transparencia como valor o como principio, ¿qué obstáculos enfrenta?
—Los principales retos tienen que ver con una cultura del secreto, con muchos años en los que el manejo de la información entre sólo quienes elaboraban los documentos fue parte de la lógica del autoritarismo mexicano. Remover esa cultura no es tan fácil como tener una ley o una institución, sino que necesita irse asentando casi como una rutina institucional. Otro obstáculo tiene que ver con estructuras históricas muy afincadas en una forma de tener y resguardar la información, como las de finanzas o seguridad.
—¿Cómo acabar con la cultura del secreto y generar una cultura de la transparencia?
—Por la vía de prácticas efectivas amparadas en una norma adecuada. La reforma constitucional (al artículo sexto constitucional), que fue aprobada en el ámbito federal y estatal prácticamente por unanimidad, significa un acuerdo básico en la materia, pero es insuficiente. Hay que ver que abrir la información del gobierno no amenaza la capacidad de ejercicio y de toma de decisiones, sino lo contrario. Más allá del acuerdo con la norma, ejercer la práctica permitirá eliminar resistencias entre servidores públicos y población.
—En ese concepto de las prácticas efectivas, ¿cómo explicar al ciudadano para qué le serviría la información?
—Una obligación del IFAI tiene que ver con estudios y campañas que puedan no sólo ser genéricas sino atender a públicos específicos. Reporteros e investigadores utilizan de manera casi natural el acceso a la información, o quienes están en los negocios para allegarse ciertos documentos públicos que regulan el área de sus intereses comerciales, pero ciertos sectores no han traducido el derecho en estas prácticas que puedan serles útiles para, por ejemplo, aprovechar políticas de gobierno en becas para sus hijos o recursos para los grupos más pobres. En la medida en que el IFAI pueda tener campañas más focalizadas podremos ir ayudando a que estas prácticas sean socialmente extendidas.
—Ernesto Villanueva, investigador, menciona que en esta materia ha habido avances pero quedan muchos problemas por resolver: que las dependencias declaren la información como inexistente, que los documentos sean abundantes pero no estén ordenados o que, cuando una persona interpone un recurso de revisión, deba trasladarse hasta la sede del IFAI, de suerte que si no vive en el DF tiene una desventaja comparativa...
—Ese último problema se resuelve por la vía de internet. Sobre las inexistencias y los archivos creo que tiene razón. Es parte de la cultura del secreto: si todo está desordenado, la información no se encontrará fácilmente. Ese es un pendiente, pero al ver solicitudes y recursos de revisión uno dice a las dependencias "Debes tener esta información aquí, así que la buscas". Se requiere que a la par de esto vaya habiendo iniciativas sobre ley de archivos y así se reduzcan los niveles de respuesta de inexistencia, que es una salida fácil: nadie tiene que esforzarse por fundamentar que la información es clasificada; simplemente dice "no la encuentro". Gente como Villanueva puede señalar los grandes retos.
—¿Cuáles son las metas del IFAI?
—En el largo plazo, extender la cultura de la transparencia, que el ciudadano se apropie de su derecho, sepa para qué sirve, cómo potenciarlo, cómo se procesa el ejercicio, cuándo puede recurrir a él. Y esto pasa por que sea una cultura de los servidores públicos, no sólo de los ciudadanos. En lo inmediato, que la reforma constitucional se traduzca en una regulación con la que todas las leyes correspondan a disposiciones generales. También, agilizar nuestros procedimientos de atención a los recursos de revisión. En la transparencia hay un potencial, una esperanza; es una línea esperanzadora muy fuerte para el país y, por ello, algo con lo que podemos hacer más claro el compromiso del gobierno federal, con el que estamos empeñados para hacer de la transparencia no sólo una herramienta de menor corrupción, sino de mayor eficacia gubernamental.

Nota: Una versión editada de esta entrevista (con una cabeza que, me parece, no es la más acertada) fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine. En otros asuntos más importantes, dedico este texto, con agradecimiento, admiración y todo mi apoyo, a Rossana Fuentes-Berain.

Tuesday, October 23, 2007

“Mantener estabilidad, conseguir más recursos y fortalecer la academia, los retos de la UNAM”: Fernando Serrano Migallón

Fernando Serrano Migallón es uno de los candidatos a ser el nuevo rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Director de la Facultad de Derecho, su nombre figura junto a los de Rosaura Ruiz, José Antonio de la Peña, Gerardo Ferrando, Diego Valadés, Fernando Pérez Correa y José Narro Robles, este último, director de la Facultad de Medicina, vinculado al grupo de Juan Ramón de la Fuente —actual titular de la Rectoría— y señalado como el aspirante más fuerte.
Sin embargo, independientemente de los personajes, para Serrano Migallón el rector de la UNAM “tiene que ser un universitario al 100%, contar con un programa adecuado para el desarrollo de la universidad y poseer las características personales para llevarlo a cabo”.
El 31 de octubre concluirá el proceso de consulta entre la comunidad de la “máxima casa de estudios”, y el 17 de noviembre, la Junta de Gobierno, integrada por 15 miembros, designará al rector para el periodo 2007-2011.
—Usted ha mencionado algunos retos que enfrenta la UNAM: financiamiento insuficiente, bajo nivel educativo de los alumnos de nuevo ingreso y falta de articulación entre docencia, investigación, difusión y necesidades del país. ¿Cuál es el más urgente de atender?
—Todos, y a todos hay que atacarlos, si no al mismo tiempo, con todo un proyecto y un programa. El reto de los recursos es insalvable, porque el programa de desarrollo académico, para mí el fundamental, se debe basar en el monto de los recursos que se tengan. Otro reto es conservar la estabilidad dentro de la universidad. Todos están interrelacionados, pero quizá eso sería lo más importante: mantener la estabilidad, conseguir más recursos y a partir de ellos hacer una planeación profunda de su empleo para fortalecer la academia.
—¿Cómo obtener más recursos?
—Los recursos fundamentales de la institución tienen que ser proveídos por el gobierno federal. Los gastos de la universidad son de tal magnitud que no hay otra posibilidad más que el gobierno dé los recursos. Pero creo que la universidad tiene que hacer mucho para aumentar la generación de recursos propios. Hay un área que no ha sido suficientemente explorada, la propiedad intelectual de la universidad: patentes, marcas, derechos de autor, obra artística. Como en otras universidades y en el propio país, hay áreas en las que, aprovechando esa propiedad intelectual, en colaboración con la iniciativa privada o con el gobierno, se puede hacer algún tipo de empresas que por un lado le produzcan más recursos a la universidad y, por otro, pongan al alcance de la sociedad los beneficios que se logran a través de la investigación.
—¿Ha contemplado la posibilidad de establecer cuotas a los alumnos?
—Para nada. Primero, es un tema tabú que la comunidad universitaria no quiere, y luego los resultados son mínimos. De haberse llevado a cabo el proyecto último se habría reflejado en el presupuesto de la universidad en un 0.1%, un monto que no resuelve ningún problema y crea una desazón muy profunda dentro de la comunidad.
—Sobre la estabilidad de la vida universitaria se ha comentado que una situación que influye en esto es la relación con el Sindicato de Trabajadores de la UNAM. ¿Qué otros podrían ser factores de inestabilidad?
—En este momento no veo particularmente ninguno. Creo que es una comunidad muy grande y diversa, hay todas las ideologías, puntos de vista, carreras, facultades. Eso hace que sea una comunidad muy inteligente y participativa, con la que hay que tener una relación permanente para evitar que se puedan ocasionar desencuentros. Pero pienso como el maestro Mario de la Cueva, quien decía que siempre que había tratado con universitarios se había encontrado, en general, porque hay excepciones, gente de buena fe aunque tenga un punto de vista distinto.
—Usted ha presentado un plan global de trabajo, en el que se incluye un proyecto académico, uno financiero-administrativo, uno social y de difusión cultural y uno internacional. ¿Hay algún principio, un eje o valor que pase por todos ellos?
—La academia. La universidad tiene muchísimas facetas. Nunca deja de sorprender. Siempre hay algo nuevo. Pero el eje conductor es sobre todo una institución académica, tenemos que fortalecer la academia y mantenernos así en dos aspectos: la generación de conocimiento nuevo y la transmisión del mismo.
—Existen algunas opiniones en el sentido de que el proceso de sucesión del rector no es precisamente democrático porque en él no interviene de manera directa toda la comunidad, sino que es sólo la Junta de Gobierno la que designa a quien ocupará el cargo. De llegar a la Rectoría, ¿plantearía reformar el modelo de sucesión?
—No es algo que esté en manos de la universidad. Es una ley federal que corresponde al Poder Legislativo. No estamos hablando de una campaña política, electoral, sino de un procedimiento académico donde hay que tomar en cuenta las finalidades académicas, la forma de llevarlas a cabo y las características personales. La comunidad participa en dar su punto de vista. No es una simple sustitución de personas, sino un momento de reflexión universitaria, y todos tenemos la obligación de hacer sentir a la Junta de Gobierno qué queremos de nuestra institución, hacia dónde queremos que vaya y la forma de lograrlo.
—De cara a los retos de México como país, ¿cómo imagina a la UNAM dentro de 10 años?
—Imagino una universidad moderna, actuante, actualizada y mucho más cercana a la sociedad en la percepción de los problemas nacionales y en las alternativas de solución. Como entidad, no creo que debamos tener una opinión sobre ningún problema, pero los universitarios individualmente pueden plantear una serie de alternativas, y tenemos la obligación de participar y de plantearlas. Podemos aportar los valores universitarios: tolerancia, libre discusión de las ideas, de cátedra, de investigación, equidad de género, ser una conciencia crítica del país.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.

Sunday, October 14, 2007

Definen necesidades que atenderá programa social en Lomas de Plateros

Urgen a dar mantenimiento al sistema hidráulico; vecinos argumentan que la unidad también enfrenta inseguridad, basura y áreas verdes descuidadas

Mantenimiento al sistema hidráulico, colocación de reja perimetral y reparación de andadores y bardas comunes son algunas de las necesidades que vecinos de Lomas de Plateros decidieron sean atendidas por el Programa Social para las Unidades Habitacionales 2007 de la Procuraduría Social del Gobierno del DF (Prosoc).
Luego de la realización de asambleas informativas y de los trabajos de comisiones de diagnóstico integradas por los condóminos, cada sección de Lomas de Plateros determinó —en segundas reuniones convocadas por promotores de la Prosoc— qué requerimientos deberán ser cubiertos con el recurso otorgado por la dependencia, esto es, 400 pesos por departamento.
Una vez constituidas las comisiones de administración y supervisión, en una tercera junta la institución deberá presentar un plan social y los vecinos elegirán al prestador de servicios que llevará a cabo cada obra.
Ariel Alberto Cerda Palacios, representante de la procuraduría, señaló que en las manzanas D y F se optó por la atención al sistema hidráulico (válvulas y drenaje); en las C, H e I, por la reja perimetral y el arreglo de andadores; en la E, por la restauración de los pretiles de los techos de los edificios con el propósito de evitar filtraciones; y en la G, por el “junteo” de bardas comunes (llenado de los espacios entre las piedras que conforman los muros) y, en caso de que la delegación Álvaro Obregón no resuelva el problema, por la reparación de la válvula de suministro de agua.
Durante la segunda asamblea en la sección F —la más grande de Lomas de Plateros con 51 inmuebles y 2 mil 120 viviendas—, Miguel Alcántara, habitante de la unidad por 35 años, fue uno de los partidarios de que el programa social se centrara en el sistema hidráulico porque “no se le ha dado mantenimiento nunca” y “para nosotros es un beneficio”.
En ese sentido, el arquitecto Filiberto Rivera Guzmán, asesor externo de la Prosoc a cuyos honorarios se designará 7% del total del recurso, urgió a mejorar la situación de la red hidráulica en Lomas de Plateros. Mencionó que el material con el que fueron construidas las tuberías, asbesto cemento, ya es viejo, puede ser dañado por el crecimiento de las raíces de los árboles y debería ser sustituido por polietileno de alta densidad.
Sin embargo, tanto Alcántara como otros vecinos han recordado que la zona también enfrenta muchos otros problemas, como alumbrado insuficiente, inseguridad, deficiente tratamiento de la basura, fauna nociva y falta de cuidado a áreas verdes.
En respuesta, durante la reunión correspondiente a la manzana G, Cerda Palacios y María de Lourdes Santana, también promotora de la Prosoc, enfatizaron que el programa social continuará en los seis años de esta administración y, si se desea observar resultados y avances, debe haber continuidad en las acciones lo mismo que planes a corto, mediano y largo plazos.

Tuesday, October 09, 2007

El factor Irak

[Foro Internacional, columna]

Las audiencias ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos por parte del general David Petraeus, jefe militar estadounidense en Irak, y de Ryan Crocker, embajador en ese país asiático, han intensificado el debate en torno a qué debe hacer EU con respecto de su presencia en aquella nación: permanecer o retirarse.
A estas alturas, sin embargo, muy pocas dudas quedan de que la campaña en Irak ha sido un fracaso, y de que, en ese sentido, como han mencionado políticos y analistas tanto dentro como fuera de la Unión Americana, las tropas estadounidenses deben regresar a casa. Antes de hacerlo, empero, a nivel multilateral tendrá que pensarse en una estrategia que resguarde la seguridad de los habitantes de la región.
Y es que más de cuatro años y medio han pasado desde que el gobierno de George W. Bush, escudado en la supuesta búsqueda de armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein en el marco de la llamada guerra preventiva contra el terrorismo, decidiera invadir Irak movido por intereses geopolíticos y económicos. O como escribiera en sus memorias recién publicadas Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de EU, “por el petróleo”.
De ese modo, no obstante las justificaciones esgrimidas por el secretario de Defensa, Robert Gates, o por el propio Petraeus, los hechos son contundentes: nunca se encontró evidencia del arsenal que se adjudicaba a Hussein; si bien han caído algunas cabezas de Al-Qaeda, como Abu Musab al-Zarqawi, la red terrorista aparentemente sigue operando; los iraquíes no viven mejor ni en una democracia de tipo occidental sino que, por el contrario, su país se ha convertido en uno de los sitios más peligrosos de todo el orbe; y, en medio de esa vorágine, EU y sus aliados son vistos como enemigos del islam, no como paladines de la justicia y la libertad.
Así las cosas, ¿qué representa ahora Irak para el mundo y qué habrá de significar en los años por venir? Aventuro algunas ideas.
Para Bush, por más que el mandatario ha invertido capital político con la finalidad de que no sea así, Irak se convertirá en uno de los signos ominosos que marcarán los dos periodos de su presidencia (2000-2004 y 2004-2008). A este estigma habrá que sumar, entre otras situaciones, una primera victoria electoral dudosa, los ataques del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center en Nueva York y al Pentágono en Virginia, así como los problemas y decesos que han enfrentado las tropas de EU en Afganistán de ese año a la fecha.
El factor Irak, por otra parte, no sólo tendrá consecuencias en el historial personal de Bush sino en la política interna estadounidense. Ya en noviembre de 2006 este asunto se erigió como una de las causas que provocaron que, después de 12 años, el Partido Republicano perdiera la mayoría legislativa en el Congreso. Asimismo, es muy probable que en noviembre de 2008 se torne en uno de los elementos que determinen el regreso de los demócratas a la Casa Blanca.
Y en lo que toca a EU como nación, líneas arriba se señaló que la campaña en Irak ha despertado, además de la desconfianza de un sector de la opinión pública mundial, la animadversión de seguramente no pocos musulmanes. De esa manera, ante el posible brote de represalias fundamentalistas y violentas —todas reprobables—, aun en la merecida crítica a la política exterior de la administración Bush será necesario enfatizar en no responsabilizar ni mucho menos culpar a toda la población estadounidense por la invasión a Irak, más todavía en tanto que millones de sus miembros se han manifestado en contra de ella desde el ámbito legislativo, de la academia, de los medios de comunicación y de la sociedad civil.
Amplío el panorama: si bien para Medio Oriente Irak ya es un punto conflictivo, en los próximos años, sin importar cómo proceda EU en el corto plazo, es de esperar que las condiciones políticas y de seguridad empeoren. Por tanto, los países que lo rodean deberán cooperar para que la región recupere la estabilidad, mas no incentivar las rencillas entre grupos étnicos. Irán y Arabia Saudita, por ejemplo, dada su influencia sobre los sectores chiíta y sunita, respectivamente, tendrán la oportunidad de fungir como mediadores.
De no ocurrir lo anterior, como apuntan algunas de las fuentes citadas por George Packer en su reportaje “Planning for defeat”, publicado en The New Yorker, no habría que descartar que, debido a la inviabilidad del Estado-nación, éste se dividiera en facciones independientes.
Para la comunidad internacional, finalmente, Irak debe representar importantes lecciones. En primer lugar, la impotencia del Consejo de Seguridad de la ONU para impedir que en 2003 EU actuara e invadiera el país asiático debe significar un duro llamado de atención para el organismo. Igualmente, el fracaso político-militar estadounidense debe recordarnos que el mundo en el que vivimos —con todo lo que ello implica— es bastante más complejo que antaño, al grado de que un país ya no puede llegar a otro y, sin más, intentar apoderarse de sus recursos bajo el pretexto de promover la democracia.
E Irak, por último, debe advertir de que Occidente aún está muy lejos de comprender al mundo musulmán, y de que tendrá que hacerlo a fin de eliminar un antagonismo irracional y aspirar a alcanzar la coexistencia pacífica. Ya veremos si somos capaces de trascender de las enseñanzas a los hechos.

Wednesday, October 03, 2007

Anécdota matutina [cuento]

A mis compañeros, que me conocen bien

A Erika, quien me conoce mejor que nadie


Y a todo aquel que se sienta“repetido” en estas líneas

Debía llegar temprano. “Una vez que logre despertar —pensó—, el resto no será problema”. Durante la semana anterior había dedicado una hora diaria, cuando menos, al estudio de su curso de Cálculo Diferencial e Integral con miras a ese terrible examen final que tenía la obligación de aprobar.
Esa noche, su fama de dormilón —güevón, con g y con diéresis, dicho en términos más coloquiales—, así como su largo expediente de retardos causados por departir con Morfeo más de la cuenta, le llevaron a adoptar ciertas medidas: estar en la cama, como máximo, a las 11:00 (solía desvelarse matando neuronas frente a insulsos programas televisivos); atuendo del día preparado; mochila lista. Ahorro de tiempo estimado: un minuto por la ropa, dos o tres por los útiles escolares. Aunque lo mejor sería tener un cuerpo como nuevo, listo gracias a un sueño reparador.
“Cuéntale a Dios tus planes”, comienza un célebre refrán. Cuando por obra de la casualidad abrió los ojos, los números rojos sobre el fondo negro de su radio-reloj-despertador señalaban las 6:00 de la mañana. “¡¿Qué?!”. Para poder bañarse, desayunar algo, tomar sus pertenencias, salir de su casa sin prisas y llegar temprano a clase debía levantarse, al menos, a las 5:30.
“Pero, ¿qué #$%&! pasó? ¿No sonó la alarma? ¿No la escuché? ¿Se fue la luz y el reloj se desconfiguró?”. Para ese instante había olvidado por completo el insomnio que llegó sin invitación, sin avisar, y que le aquejó buena parte de la madrugada. En todo caso, era un pésimo momento para deliberaciones o evocaciones de la esa índole. Debía actuar.
Rápidamente quitó las cobijas (aunque en el intento se enredó más), se puso de pie, comenzó a desvestirse, se calzó las sandalias y corrió al baño. Aun con el retraso no quería dejar de quitarse la mugre acumulada el día anterior.
Antes de salir del cuarto se golpeó con el buró el dedo pequeño del pie derecho. No tuvo tiempo para lamentarse (sí para mentársela al buró). Ya en el baño, el agua fría hizo que se le erizara la piel y, mientras se enjabonaba —poco después de que le cayera shampoo en los ojos—, descubrió en su espalda uno de esos granos que tanto le molestaban, en especial porque, al igual que el insomnio, aparecían sin aviso.
Casi resbala al salir de la regadera. Se secó, vistió y partió con rumbo a la escuela diez minutos más tarde de lo originalmente previsto en su itinerario. El microbús iba lleno: viajó parado. Adiós a la oportunidad de sentarse y dar un último repaso a sus apuntes, más aún en tanto que las cumbias del chofer y el berrinche de un niño de cuatro años se peleaban por colmar su de por sí poca paciencia.
En el Metro la situación no mejoró. Como siempre, el gusano anaranjado iba atestado de gente que, en el olvido de toda civilidad, empuja cuanto esté a su paso con tal de entrar o salir, y no se diga ganar un lugar.
A veces resulta increíble la precisión de las Leyes de Murphy, como aquella que explica que cuando algo puede salir mal, en efecto, va a salir mal. Tan es así que escuchar el relato de algún conocido al que “se le hizo tarde” cuando justo en ese día “había más tráfico que nunca” es, desde hace mucho —¿desde siempre?—, un lugar común.
No podía ser distinto en el presente caso. El tren realizó su recorrido de cinco estaciones —“¡Cinco malditas estaciones!”— en el triple del tiempo habitual. Aún debía caminar tres cuadras para llegar a la escuela. Sin embargo, el hecho de que una de ellas estuviera cerrada le obligó a rodear dos calles al norte, una al este y dos más al sur.
Por fin, la entrada del plantel. Albergaba la ilusa, inocente esperanza de que el profesor hubiera llegado tarde, o mejor, de que se ausentase por enfermedad o algún compromiso de última hora.
Cuando llegó a su salón, la clase había terminado. Varios compañeros platicaban frente a la puerta.
—Buenos días— ironizó uno de ellos.
—¿Y el maestro? ¿Hicieron el examen?
—Sí... Se acaba de ir.
—Dijo que tenía prisa. Córrele, igual todavía lo alcanzas.
No había concluido la frase cuando ya se lanzaba cual bólido hacia el estacionamiento de profesores. Desde el primer piso vio que el automóvil del Motor (ingeniero mecánico, ese fue su apodo) se dirigía a la salida del edificio. Pensó en cortar camino por la otra salida y, de esa manera, interceptar al maestro. Iba maquinando una excusa medianamente inteligente y creíble, más que la obvia “se me hizo tarde”, la socorrida “había mucho tráfico” o la inservible “el Metro se paró”.
Salió corriendo y, al ver el coche del Motor a punto de doblar la esquina, aceleró para cruzar la calle. Espantado por el bocinazo del vehículo a sus espaldas, se detuvo. Un enfrenón. Un golpe. ¡Iiiiiiiiiiiiiiiggggggggg-Ppppuuuuuuffffff!
Pum, pum, pum. El corazón le latía con rapidez. Respiraba agitadamente. Abrió los ojos. Reconoció su cálido cobertor, sus almohadas, su cama, su cuarto. Todo había sido un sueño...
Era sábado.

Anotación (im)pertinente
La versión original de este texto data del otoño de 2005. La presente fue inscrita en el concurso "Me duele cuando me río", parte de las "Jornadas universitarias sobre el humor. La risa: su raíz, su función social y cultural" organizadas por la UNAM.
Hoy, en una ceremonia bastante divertida, fueron dados a conocer los ganadores del certamen. Este cuento, ni hablar, no estuvo dentro de ellos. Ahora bien, si para el amable lector o lectora significa cuando menos una sonrisa y no la sensación de haber desperdiciado unos minutos de vida, me doy por satisfecho.

Thursday, September 27, 2007

“Es tiempo de recuperar la soberanía y la función social de la radiodifusión”: Javier Corral

Presidente de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, Javier Corral es uno de los principales críticos de las grandes compañías de radio y tv. Senador por el PAN de 2000 a 2006, fue uno de los 47 legisladores que presentaron ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación la acción de inconstitucionalidad contra las reformas a las leyes federales de Radio y Televisión y de Telecomunicaciones conocidas como Ley Televisa. Tras su análisis, en mayo pasado la Corte declaró inválidos algunos artículos de la legislación impugnada, como los referentes al otorgamiento y refrendo de concesiones.
Ahora, a pocos días de que las cámaras de Senadores y de Diputados aprobaran la reforma electoral —que plantea, entre otros asuntos, reducir el tiempo de las campañas, la renovación del Consejo General del IFE y la utilización de los tiempos del Estado para la difusión de propaganda a fin de no contratar spots o espacios comerciales—, y de que dueños y representantes de empresas mediáticas manifestaran su descontento por lo que dichas modificaciones implicarían para las actividades y los ingresos del gremio, Corral habla de la relación entre los medios electrónicos de comunicación y la política.
—A grandes rasgos, ¿qué plantea la reforma electoral en materia de radio y tv?
—Modifica la lógica de operación de los medios de comunicación en relación con la política y concretamente con las campañas electorales: mercantilizar los procesos. Para nadie es desconocido que los medios, sobre todo los electrónicos, se han constituido en la principal arena de la disputa político-electoral y llegaron a tener preponderancia en etapas de definición de los comicios en México. Sin ser una influencia definitiva, se constituyeron en un elemento importante de la relación partidos políticos-campañas-electores. La reforma saca del comercio una relación que debiera estar sustentada en la función social de la radiodifusión. Sin embargo, no sólo es un asunto del dinero público que se trasladaba a los medios y a unas cuantas manos privadas vía las campañas; también se elimina una relación de poder que habían establecido las empresas de comunicación sobre la política, los políticos y los gobiernos, una relación con la que se seleccionaba candidatos, se ofrecían candidaturas, se orientaban contenidos e incluso se armaba toda una orientación desde el desempeño de gobernadores, diputados, senadores o alcaldes hacia otros cargos de elección popular. Ahí se perdía no sólo dinero, sino soberanía del Estado, independencia de la política y un mayor compromiso social de los legisladores. Los medios electrónicos se comportaban como cómplices del statu quo e impedían que la agenda social tuviera un espacio de debate.
—¿Cómo califica la reacción de los representantes de las empresas de radio y tv en el sentido de que la reforma electoral es “un ataque a la libertad de expresión”?
—Es una falacia. La reforma no compromete las libertades, no está limitando la libertad de información; está fijando un conjunto de restricciones a los partidos políticos en el uso de su propaganda, pero atendiendo a los límites que ya existían en materia de libertad de expresión, establecidos en los artículos sexto y séptimo de la Constitución. La reforma no toca al sistema de medios de comunicación. Ese argumento ha sido una forma de tratar de socavar la reforma engañando a la opinión pública con la bandera de la libertad de expresión.
—Muchos analistas han señalado que esta reforma tiene el mérito de intentar sacar el dinero de la política, pero también han mencionado que tiene carencias como no plantear la reelección inmediata de los legisladores o las candidaturas independientes.
—La reforma no es definitiva. Cumple por lo menos con enfrentar dos de los problemas que distorsionaban los contenidos de la política y el sentido de la democracia: la preponderancia del dinero y el abuso de los medios de comunicación electrónica en la decisión electoral. Por supuesto, están pendientes varios temas que deberían estar en el entramado de la vida democrática: reelección de legisladores, bases constitucionales para un verdadero sistema de partidos, mayor compromiso de rendición de cuentas de los mismos en términos del uso de los recursos públicos o reglas que los obliguen a tener mecanismos para defender los derechos de los militantes frente a las estructuras o los dirigentes. Tiene insuficiencias, quizá incluso alguna deficiencia, pero está enfrentando con mucho valor el tema de la preponderancia del dinero, que era la manera en que los partidos podían ser influenciados por intereses que aportan pero luego cobran, el famoso “pago de facturas”. Quien dona un millón de pesos además de vocación democrática tiene un interés.
—Aparte del dinero habría otros elementos a enfrentar. Están las declaraciones de Humberto Moreira, el gobernador de Coahuila, quien dice que esta reforma no pasará en su entidad. El sábado, el diario La Jornada titulaba en portada “Fragua la CIRT (Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión) con Peña Nieto detener reforma”. ¿Sería esto posible?
—No, creo que hay una decisión muy clara en la mayoría de los congresos de los estados. No deja de haber gobernadores que ratifican los vínculos de complicidad entre los intereses económicos, mediáticos y políticos, como en el caso de Coahuila, aunque también están Luis Armando Reynoso, del PAN, en Aguascalientes, Fidel Herrera en Veracruz o Enrique Peña Nieto en el estado de México. Pero no van a prosperar. Creo que hay una conciencia en la clase política mexicana de que llegó la hora de recolocar en su espacio natural a los medios de comunicación, que es de intermediación y de procuración de la información, no de sustitución del Estado ni de las funciones de los poderes. Llegó el tiempo de recuperar la soberanía y la función social que tiene la radiodifusión.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.

Thursday, September 13, 2007

“La ciudad de México necesita soluciones, no una torre de oficinas”: Gabriela Cuevas

Gabriela Cuevas, titular de la delegación Miguel Hidalgo, una de las 16 que integran la ciudad de México, es enfática: se opone por completo a la construcción de la llamada Torre Bicentenario en Pedregal 24, en la colonia Molino del Rey, “porque viola muchísimas normas, desde la protección al patrimonio cultural, al Programa de Desarrollo Urbano, al Reglamento de Construcciones y a la Ley de Desarrollo Urbano para el DF, pero también por la manera en que se pretende regalar el Bosque de Chapultepec, que es patrimonio de los mexicanos”.
Este proyecto, dado a conocer por el Gobierno del Distrito Federal (GDF) en julio pasado y a cargo del grupo inmobiliario Danhos —que invertiría alrededor de 300 millones de dólares—, plantea levantar un edificio de 70 niveles. Con una altura aproximada de 300 metros, la Torre Bicentenario, pensada para ser concluida el 16 de septiembre de 2010 —fecha en que se celebrarán 200 años del inicio de la guerra de Independencia de México—, se convertiría así en la más alta de América Latina.
Sin embargo, desde su anuncio ha despertado numerosas protestas. El Instituto Nacional de Bellas Artes, por ejemplo, considera que el inmueble sobre el que se pretende construir tiene un valor artístico relevante y no debe ser afectado. Igualmente, residentes de las colonias Polanco, Lomas de Chapultepec, Lomas de Virreyes y Molino del Rey han manifestado su rechazo al proyecto pues aseguran que agravará los problemas de vialidad de la zona y dañará la reserva ecológica del Bosque de Chapultepec. E incluso la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores ha advertido que este edificio obligaría a modificar las rutas de aterrizaje hacia el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Asimismo, como delegada de la demarcación donde quedaría ubicada la construcción, Gabriela Cuevas, de 28 años de edad y militante del Partido Acción Nacional (PAN) desde los 15, ha sido una de sus principales detractoras.
—En resumen, ¿por qué oponerse a la edificación de la Torre Bicentenario?
—Más que si la torre es buena o mala, el problema es la manera en que se quiere llevar a cabo, ya que cuando un grupo de empresarios quiere realizar una inversión se le debe solicitar como mínimo que cumpla con la ley, pero me parece más lamentable que este grupo no sólo viole preceptos legales, sino que además el jefe de Gobierno —Marcelo Ebrard, del Partido de la Revolución Democrática (PRD)— se convierta en su gestor y principal promotor diciendo que, bueno, si no cumplen es para que se cambie la ley.
En opinión de Cuevas, “esto sienta un precedente terrible, en el que se quiere dejar a la ley como una carta de negociación con el gremio de los constructores, y ni siquiera con todos sino con los consentidos del jefe de Gobierno. Y no sólo se les regalarían cambios legales, sino que además se les pretenden regalar tres hectáreas del Bosque de Chapultepec”. Añade: “No vamos a permitir en ningún momento este tipo de arbitrariedades e ilegalidades con un tinte claramente de pago de facturas para el PRD”.
La delegada admite que su administración no ha tenido “una relación muy buena con el Gobierno de la ciudad”; no obstante, atribuye esta situación “a un asunto de convicciones”, no de partidos. “Soy una mujer de convicciones muy fuertes, creo en la ley, creo que tenemos que gobernar con transparencia y creo que tenemos que ser congruentes, y no veo este tipo de valores en el Gobierno de la ciudad”, sentencia.
En otro momento, al criticar los argumentos del GDF a favor de la torre, entre ellos fomento a la inversión y al empleo, Cuevas señala que, en efecto, ambos le urgen a la ciudad, pero, matiza, “no en la zona más cara”. Asevera que en el área donde se busca erigir el inmueble “existe una sobreoferta de renta de oficinas”, por lo que “queda claro que es un asunto de millones de dólares y no de legalidad. Yo creo que la obligación del jefe de Gobierno es solucionar los problemas de los capitalinos y no los problemas de inversión de sus cuates”.
A su juicio, la administración de Marcelo Ebrard se ha dedicado a promover una torre de oficinas en lugar de solucionar las necesidades del DF relativas a la protección civil, al abasto de agua, al transporte o a la seguridad pública.

Posibilidades, escenarios
Cuevas, cuya gestión al frente de Miguel Hidalgo finaliza en 2009, dice “no tener tiempo” para imaginar el futuro de su carrera política. “Suficiente tenemos hoy con pensar en la coyuntura de cada día”, asegura. Acerca de la Torre Bicentenario, reflexiona sobre lo que podría suceder.
—¿Qué pasaría si el GDF planteara otra zona para construir la torre?
—Decían que ocho delegados querían que ésta se hiciera en sus delegaciones. Nosotros no tendríamos inconveniente. Insisto: creo que a la ciudad le hacen falta inversiones, empleo; me voy para atrás: le hace falta planeación. Si queremos que haya rascacielos en la ciudad u otro tipo de desarrollos, para eso existen los instrumentos en la ley, como los programas de Desarrollo Urbano delegacionales y parciales. Ahí es donde se tiene que hacer. Si los otros jefes delegacionales creen que construir esta torre en sus delegaciones es viable y legal, no hay problema.
—¿Se atrevería ahora a hacer una predicción de lo que va a ocurrir con la torre?
Breve, otra vez enfática, al parecer confiada, Cuevas responde:
—No va a haber torre.


Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.

Tuesday, September 04, 2007

La acción frente a la desconfianza

Tanto en nuestras relaciones interpersonales como en aquellas que establecemos con nuestra comunidad, gobiernos y Estado, “la confianza es algo que se construye por micras y se destruye por kilómetros”. Tomo la frase de “Jugar con la verdad”, uno de los más recientes artículos de Mauricio Merino, quien recuerda al ex presidente del IFE, José Woldenberg, y éste, a su vez, al historiador Carlos Pereyra.
A partir de esta premisa el profesor investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) analiza el escándalo desatado a principios de agosto en torno del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), es decir, en torno de la renuncia de Flavio Galván a la presidencia del órgano en circunstancias poco claras y aduciendo “motivos de salud”, al presunto intento de corrupción por parte de una de sus más cercanas colaboradoras, Norma Inés Aguilar León, y al ascenso de María del Carmen Alanís a la titularidad del tribunal.
Merino critica la opacidad con la que se han conducido los magistrados pues, argumenta, la confianza social en el TEPJF, puesta en duda cuando menos por un sector de la población a raíz del resultado de las elecciones de 2006, puede quedar aún más debilitada.
Como él, muchos otros analistas muestran preocupación ante la desconfianza en las instituciones. Tal situación, afirman, repercute negativamente en la consolidación de la democracia porque despierta la apatía en los ciudadanos y de esa manera obstaculiza que éstos participen en los asuntos públicos. En México, a querer o no, ya sea porque esas instituciones se revelan incapaces de atender las tareas para las que fueron creadas o porque quienes están a su cargo tienen un comportamiento cuestionable, ineficiente o de plano corrupto, cada vez resulta más difícil confiar en ellas.
Años de malos gobiernos, soluciones cortoplacistas, promesas incumplidas, legislaciones insuficientes o a modo para los grandes grupos económicos e impunidad han provocado —en la lógica de la metáfora inicial— que los mexicanos acumulemos kilómetros de desconfianza en las instituciones. Dicho en otras palabras, desconfiamos simple y llanamente porque tenemos motivos para hacerlo. Y tanto la historia como las noticias diarias nos dan cuenta de ello.
Por ejemplo, aun si se dejara de lado lo que pudo haber hecho el TEPJF para transparentar el resultado de los comicios del año pasado —ordenar un recuento voto por voto o sancionar a Vicente Fox y al Consejo Coordinador Empresarial por poner en riesgo la elección—, ¿cómo confiar en él si es posible que su ahora ex presidente o quien fuera la jefa de sus asesores, o ambos, estén involucrados en la exigencia de una “comisión” de 5 millones de pesos a cambio de asegurar la compraventa de un inmueble para una de sus sedes? ¿Cómo pasar por alto un intento de corrupción tan pedestre en el máximo órgano electoral?
¿O cómo confiar en un sistema socioeconómico que favorece el clasismo y la pobreza? ¿Cómo confiar en los partidos que conforman la oposición en los distintos niveles de gobierno si algunos de sus representantes, dentro o fuera de cargos de elección popular, han incurrido en prácticas deshonestas? ¿Cómo confiar en un presidente que para ganar votos negoció el apoyo del magisterio con Elba Esther Gordillo, la poderosa líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación? ¿Cómo confiar en el Congreso de la Unión si los diputados, aunque dicen trabajar “por el bien del pueblo”, han visto aumentar sus sueldos en casi 500% a lo largo de nueve años, algo no menos que ofensivo en un país con tantas desigualdades sociales como México?
Toda esta desconfianza fundada, pues, constituye un círculo vicioso en el que una mala gestión genera desencanto en las personas y éstas, al no sentirse animadas a intervenir en los asuntos públicos, no hacen nada para cambiar ese estado de cosas. Sin embargo, lejos de permanecer varados en ese limbo debemos buscar respuestas.
Del lado de la autoridad, la solución es tan obvia como idealista si no es que inocente: quienes ostentan alguna responsabilidad en la esfera pública tendrían que esforzarse por reconstruir micra a micra la confianza de la sociedad a través de un desempeño honesto, eficiente y en beneficio del municipio, de la entidad, del país.
Del lado de la ciudadanía, que en los hechos debería ser el principal actor de la democracia —y desde donde se expresa quien esto escribe—, hay que acabar con el desinterés, con la apatía, y buscar incidir crítica y propositivamente en las instituciones, mejorando las que tenemos o, si se requiere, creando otras. A mi juicio, peores aún que la desconfianza son la resignación, la indiferencia, la inacción. Y si no tenemos fe en las instituciones o en quienes las dirigen, tengámosla en nosotros mismos.