Saturday, July 29, 2006

María Estuardo a la luz de Zweig


“El biógrafo sale siempre al rescate de su personaje.
Con su pluma le otorga un sentido a su vida,
le permite pasar a la posteridad”.
Mauricio Pilatowsky

Stefan Zweig decidió abandonar este mundo el 22 de febrero de 1942. Tras haber huido de Europa a causa de la persecución nazi, alarmados por lo que veían como la decadencia de la cultura del “viejo continente”, el escritor austriaco de origen judío y Charlotte Elisabeth Altmann, su segunda esposa, se suicidaron en la ciudad de Petrópolis, Brasil. Casi cuatro siglos antes, el 8 de diciembre de 1542, nació la protagonista de una de sus más célebres biografías: María Estuardo.
No es casualidad que, sobre cualquier otro término, Zweig haya elegido “tragedia” para referirse a la vida de esta reina de Escocia. En efecto, tal como también lo notó el autor de Guillermo Tell, el dramaturgo alemán Friedrich Schiller, de principio a fin la existencia de María Estuardo estuvo marcada por la sombra de lo trágico.
Al morir su padre, el rey Jacobo V, ascendió al trono de su país contando únicamente seis días de nacida. De niña, con el propósito de protegerla de la siempre infiel y convenenciera nobleza escocesa, fue llevada a Francia, donde se crió en un ambiente de amor a las artes contrario a su rudimentaria tierra natal. Contrajo matrimonio tres veces: primero con el joven y frágil Francisco II, lo que le valió la corona francesa; años más tarde se casó con Henry Darnley, quien en poco tiempo demostró no ser merecedor de los favores de una reina; finalmente, fue su pasión por un militar, Bothwell, así como las acciones a que éste la condujo —entre ellas contribuir al asesinato de Darnley para después desposarse con él— , lo que le costó su dignidad a los ojos del mundo.
Pero de todas las situaciones desfavorables a María Estuardo fueron dos las que jugaron más en su contra: por un lado, el asedio permanente de una potencia, Inglaterra, y de su reina, Isabel; por el otro, la naturaleza de la propia reina de Escocia, su altivez con frecuencia trocada en imprudencia. “El orgullo fue siempre su fuerza más poderosa, y antes doblará la rodilla delante del cadalso que ante una protectora; antes prefiere mentir insensatamente a confesar con claridad; antes prefiere ir al abismo que humillarse”, escribe de ella el autor.
En lo que a la política respecta, la lucha entre María Estuardo e Isabel representó más que los desencuentros entre dos mujeres: fue la pugna entre dos reinos por la hegemonía de las islas británicas, una pugna desigual porque Inglaterra, que a la postre habría de convertirse en un gigante de la guerra y el comercio marítimo, en todo momento llevó la delantera. De tal magnitud era este choque que sólo podía concluir con la muerte de una de las contendientes. Así ocurrió el 8 de febrero de 1587.
Asimismo, este enfrentamiento constituyó otro episodio de la oposición entre dos religiones: catolicismo y protestantismo. En el contexto de la Reforma impulsada por Lutero y Calvino y la Contrarreforma de la Iglesia Romana, los protestantes ingleses y los católicos escoceses pelearon por la supremacía de su visión del mundo no exentos de fundamentalismos como los observados hoy en día. En ese sentido, las palabras dedicadas al fanático protestante John Knox parecen haber sido pensadas para criticar movimientos como el del “Nuevo Cristianismo” estadounidense o el islamismo de Hamas: “Siempre aquellos que afirman de antemano que luchan a favor de Dios son los hombres menos pacíficos de la tierra; como creen percibir mensajes celestes, tienen sordos los oídos para toda palabra de la humanidad”.
Es de llamar la atención que en las dos frases citadas hasta este punto, lo mismo que en muchos otros juicios enunciados por Zweig a lo largo de la obra, un elemento haga su aparición: el vocablo “siempre”. ¿Qué es significa esto?
Habrá quien podrá pensar que la utilización de “siempre” como el adverbio de tiempo que evoca la eternidad —la totalidad— equivale a generalizar o reducir lo complejo de una existencia a unas cuantas leyes no aplicables en todos los casos. Sin embargo, en opinión de quien estas líneas escribe, Zweig no tuvo la intención de limitar la realidad —su materia prima— a aquello que él apreció, sino de encontrar un sentido a ese ser y a ese momento socio-histórico que estaba estudiando.
De esa manera, el autor presenta una versión de los hechos, su versión, alejada tanto de los prejuicios de los críticos acérrimos de la monarca como de los argumentos de sus defensores. Igualmente, en ésta, como en toda reconstrucción de la realidad, quedan plasmadas la interpretación del investigador en torno a los acontecimientos y sus creencias acerca de otros temas relacionados (en este caso particular, la Política y la Historia, con mayúsculas). Por último, ya que atravesamos por una coyuntura en la cual los actores políticos promueven o dicen promover los valores de la democracia, recordemos uno de ellos: la capacidad de disentir. Como lectores, pues, no estamos obligados a estar de acuerdo con todo lo expresado.
Por la profundidad y el detalle con los que fue investigado, construido e interpretado, este trabajo sobre María Estuardo es digno de ser situado en el pedestal de grandes obras de la literatura universal. Su creador, por su parte, tanto por esta obra como por tantas otras que aportó al mundo —Magallanes, Fouché, María Antonieta, Américo Vespucio o su autobiografía, El mundo de ayer— , merece ser considerado, cuando menos, uno de los mejores escritores del siglo XX.
Nadie más que un artista de su talla podría, en una frase, ser capaz de comunicarnos sus influencias y revelarnos a quién se deben éstas y él mismo. Al describir el tormento por el que atravesó María Estuardo durante su amorío con el proscrito Bothwell, manifiesto en una carta que la reina dirigió al objeto de su pasión, Stefan Zweig termina: “Sólo un Shakespeare, sólo un Dostoiewski, pueden componer algo análogo; ellos y su sublime maestra: la realidad”.


FICHA BIBLIOGRÁFICA:
ZWEIG, Stefan. María Estuardo. Barcelona, Editorial Juventud, 6a ed., 2002.

Thursday, July 20, 2006

Miden 8.5 por 5.3 centímetros


¿Alguna vez ha reparado en la importancia de las credenciales? Por una u otra razón es probable que sí: no haber podido acceder a la escuela, verse con los bolsillos vacíos tras la imposibilidad de cobrar un cheque, sufrir frente a un agente de tránsito por no portar la licencia, padecer una breve semihumillación ante un presuntuoso y medio o muy musculoso cadenero de nombre Roco (sic) con tal de entrar al antro.
Pero, ¿qué son esos rectángulos de cartón o, las más de las veces, plástico que contienen nuestra imagen (con frecuencia una no muy grata) y/o algunos de nuestros datos? Conocidas en inglés como ID’s, ¿son, valga la analogía, fragmentos de nuestra identidad? Quizá el asunto no llegue a tanto. Empero, lo cierto es que su utilidad puede ser incalculable.
En fechas recientes he tenido la oportunidad de corroborar qué tan valiosas pueden ser las credenciales. (Me pregunto, por cierto, cuál será el promedio identificaciones, de cualquier tipo, que un ser humano recibe a lo largo de su vida.) He aquí algunas anécdotas.
Remontémonos al domingo 2 de julio de 2006. Sí, está en lo correcto: el día de las elecciones. Me permito relatar de nueva cuenta, aunque —espero— en menos palabras, el episodio ya conocido por mi familia, amigos y conocidos: en la tarde, alrededor de las 4:00 (las casillas cerraban a las 6:00), estando a menos de 30 metros de donde me correspondía sufragar, me percato de que he extraviado mi credencial del IFE; la había olvidado, ¡casi una semana antes!, en el edificio de El Universal. La obvia consecuencia: no pude votar. En vista de los resultados hasta ahora oficiales, no ha faltado quien me haya bromeado: “Ya ves, por tu culpa no va a ganar López Obrador”.
Ahora vayamos a la semana pasada, en concreto, del martes 11 al domingo 16. Los amigos habíamos planeado salir de vacaciones desde hacía unos seis meses. Después de mucho dialogar, decidimos ir a Playa Azul, Michoacán. Al no poseer un automóvil propio ni tener los recursos para pagar un boleto de avión, el medio de transporte fue el autobús. Nuestra condición de estudiantes, así como el hecho de contar con la credencial actualizada, nos permitió ahorrarnos muy buen dinero, tanto que con el precio de un viaje redondo pagamos dos.
El día que fuimos a comprar los pasajes de ida, además, al observar a la vendedora revisar que los sellos del actual ciclo escolar estuvieran en orden, recordé que a Erika y a mí no nos había preocupado resellar nuestras credenciales hasta aquella ocasión que en la Cineteca Nacional no nos hicieron el descuento del 50 por ciento por no estar éstas actualizadas.
Por último referiré algunos acontecimientos de la presente semana. He comenzado mis prácticas profesionales en El Universal. Apenas ayer, jueves, recibí la credencial que —al menos por el momento— me abre las puertas del periódico sin la necesidad de acudir a recepción, reportarme, registrarme y, sobre todo, recibir y tener que portar “en un lugar visible” uno de esos espantosos pegotes con la leyenda “Visitante” que, por alguna razón que no logro precisar, siempre me han molestado.
Basten estos pequeños ejemplos para demostrar la utilidad de una credencial. Como éste, en pocos instantes he podido comprender con tal empatía la angustia de quienes han extraviado la cartera y, movidos por la desesperación, han pegado en las paredes o los baños de la Facultad un letrero con semejante explicación: “Perdí mi cartera / Es rosa con estrellas plateadas / Si la encontraste, por favor devuélvemela / Trae todas mis credenciales y quiero recuperarlas”. El interés se hace más evidente cuando, aunado al tono dramático impreso al mensaje, se ofrece una recompensa.
En lo que a mí respecta, espero nunca verme en tales aprietos, e inmerso en cierta nostalgia adelantada por terminar la carrera (en agosto empiezo el último semestre), me cuesta trabajo hacerme a la idea de abandonar el privilegio del préstamo a domicilio con la credencial de la Biblioteca Central.
Pienso que una conclusión medianamente justa podría ser la siguiente: lo importante no sólo son las credenciales, sino todo lo que representan, y muchas veces eso a lo que aluden somos nosotros mismos.

Tuesday, July 18, 2006

Futbol a través de la complejidad

Para todos aquellos y aquellas quienes piensan que el futbol soccer se reduce a personas “corriendo como bobos detrás de un balón”, los recientes acontecimientos en el escenario internacional pueden ser muestra de la complejidad de este deporte. Comencemos...
El domingo 9 de julio la selección italiana se alzó con su cuarto título mundial tras vencer a su similar de Francia con marcador global de 6-4 (1-1 en tiempo regular, 5-3 en penales). Sin embargo, de este campeonato de la squadra azzurra se desprenden muchísimos aspectos dignos de mención.
El primero de ellos es el tan sonado, comentado, criticado y burlado cabezaso que Zinedine Zidane, figura y capitán de Francia, propinó al defensor italiano Marco Materazzi después de que éste le insultara. Tal acción le costó a Zizou la expulsión a sólo minutos antes de ir a penales y, lo más dramático, la oportunidad de retirarse de su selección sosteniendo la Copa FIFA.
Ahora, mientras se especula que el astro francés fue acusado de “terrorista islámico” (lo que constituiría una mancha para la campaña de “No al racismo” promovida por la FIFA para Alemania 2006), Zidane argumenta que el italiano injurió varias veces a su madre y a su hermana al llamarles “prostitutas” y, por último, Materazzi sólo ha admitido el insulto pero no ha indicado cuál fue.
Ambos futbolistas se verán las caras el próximo jueves 20 en un careo con el cual la FIFA decidirá si hubo o no una agresión racista y, de ser así, aplicará “un castigo ejemplar”. Asimismo, para añadir otro poco a la polémica, el organismo habrá de determinar si le retira o no el Balón de Oro como mejor jugador del torneo a Zidane debido a su reacción antideportiva.
Y si lo anterior no basta para demostrar lo complejo del futbol, echemos un vistazo a los problemas que enfrenta la liga italiana aun después de que su representativo nacional obtuviera el tetracampeonato.
Este escándalo fue revelado en mayo con la publicación de conversaciones telefónicas entre Luciano Moggi, ex funcionario de la Juventus, y autoridades del futbol italiano (por cierto, no sólo en México y Estados Unidos se intervienen y graban las comunicaciones).
Tal embrollo -en el que están involucrados empresarios, directivos, instituciones y árbitros en el arreglo de partidos- ha tenido graves consecuencias para cuatro de los principales equipos italianos: la Juventus, actual campeón, descenderá a la Serie B (segunda división) y perderá sus dos últimos títulos lo mismo que 30 puntos para el siguiente torneo; Fiorentina y Lazio también descenderán y se les restarán, respectivamente, 12 y 7 puntos; y al Milán, único que permanecerá en la Serie A, se le descontarán 15 puntos y no podrá jugar la Liga de Campeones de Europa.
Igualmente, otro efecto del escándalo italiano será el éxodo de muchísimos jugadores que militan en los equipos afectados, entre ellos 13 campeones del mundo. Por lo pronto, Fabio Capello, quien fuera director técnico de la Vieja Señora del Calcio, ha firmado con el Real Madrid. A él se ha unido el capitán de Italia, Fabio Cannavaro, y quizá lo hagan Gianluca Zambrotta y el brasileño Emerson.
En esta ronda de fichajes, además, quedará de manifiesto la lucha entre dos de los clubes más poderosos del planeta: el Chelsea inglés y el antes citado Real Madrid. Los merengues ya ganaron un asalto al contratar a Cannavaro, pero el accionista ruso Roman Abramovich, del Chelsea, ya ofreció 120 millones de euros por Kaká, el mediocampista del Milán en quien el equipo español ya había situado la mirada.
Y díganme: más allá de las reglas dentro de la cancha, ¿es o no complejo el futbol?

Sunday, July 02, 2006

Voto frustrado [relato testimonial]


Iba a ser la primera vez que votaría. No podría ser mejor la conjugación del verbo: iba. En las elecciones presidenciales de 2000 contaba sólo 16 años; por ende, aún no tenía la edad suficiente para participar en los comicios. En aquella ocasión, como sabemos, la consigna era o parecía ser sacar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Los Pinos. El resultado fue el igualmente consabido triunfo del Partido Acción Nacional (PAN) y de su candidato, Vicente Fox Quesada.
Para este proceso electoral muchas posibilidades estaban —corrijo: ¡están!— en juego: la continuidad de un decepcionante o cuando menos poco satisfactorio gobierno que prometió “el cambio”; el viraje a una izquierda que con hechos habría de sacudirse la etiqueta de “populista”; y finalmente, la poco probable vuelta a los colores que con más bajos que altos condujeron al país durante casi todo el siglo XX.
La expectativa generada por unas anticipadísimas campañas, llevadas a cabo aun desde la plataforma de un cargo público —llámese Secretaría de Gobernación, jefatura de Gobierno del DF o gubernatura del Estado de México— , así como la trascendencia histórica de esta decisión, provocaron que instituciones, empresas y personajes hicieran énfasis en la importancia de acudir a las urnas este 2 de julio de 2006.
Contagiado de esta actitud contraria al abstencionismo, consciente de que la mejor o más directa forma de expresarme a favor o en contra de una opción era ir a votar, la tarde de este domingo, después de cumplir con algunos compromisos sociolaborales, enfilé hacia la casilla correspondiente a mi sección.
Grande, bastante ingrata fue mi sorpresa al descubrir la ausencia de mi credencial de elector. Hurgué en mi cartera, busqué en la carpeta donde suelo guardar algunos documentos, visualicé la posibilidad de haberla olvidado en casa —en la sala o en la cabecera de mi cama— , pensé que, quizá, la había perdido. Por fin, el insight, ese relámpago que alumbra la oscuridad de la incertidumbre: recordé que el lunes de esa semana acudí a una cita a la sede de El Universal;
para poder acceder al edificio, en el vestíbulo me pidieron una identificación; entregué mi credencial del Instituto Federal Electoral (IFE), pero, al salir, no la recogí.
A causa del despiste me sentí poco menos que un imbécil. Una cosa era haberla olvidado, ¿pero percatarme de ello una semana después? Triste manera de perder la oportunidad de participar en una jornada histórica. Ante esta omisión a mi responsabilidad como ciudadano, lo mínimo que puedo hacer es reportar, por ejemplo, que en las elecciones locales de los estados de Guanajuato, Morelos y Jalisco el PAN ha ganado la gubernatura. En el DF, cumpliendo con los pronósticos, Marcelo Ebrard, candidato de la Alianza Por el Bien de Todos (PRD-PT-Convergencia), acaparó casi la mitad de los votos.
La hora del cierre
A las 23:00 horas, Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del IFE, anunció que el Instituto aplazará hasta el miércoles la entrega del resultado oficial de la elección presidencial. Entretanto, tanto Felipe Calderón como Andrés Manuel López Obrador han manifestado su esperanza en ser declarados vencedores de los comicios.
Por su parte, según el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), con el 46.73 por ciento de las casillas procesadas y casi un 60 por ciento de participación ciudadana, el PAN lleva la delantera con el 37.97 por ciento de la votación, seguido de la Alianza Por el Bien de Todos con 35.81 por ciento. Tal como se tenía previsto, la Alianza por México (PRI-PVEM) fue relegada al tercer lugar con 19.46 por ciento.
Mientras todos tendremos que esperar al 5 de julio a que el IFE dé los resultados definitivos, a menos que en estos comicios se presente una segunda vuelta, yo tendré que esperar unos días —hasta mi siguiente cita en El Universal— para recuperar mi credencial, y deberé aguardar seis años más —hasta 2012— para participar en una elección presidencial, la del sucesor o sucesora de quien el próximo 1 de diciembre asumirá la jefatura del Ejecutivo.