Sunday, August 31, 2008

Frente a la inseguridad, miles reclaman a autoridades [crónica]


La demanda de soluciones al problema de la inseguridad pública se materializó en la forma de una marea humana que se extendió desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo capitalino. Este sábado por la tarde, en el Distrito Federal, miles de personas reunidas en la marcha Iluminemos México pronunciaron un reclamo hacia los funcionarios de todos los niveles de gobierno: “Si no pueden, ¡renuncien!”.
Convocada por 14 organizaciones civiles como Movimiento Pro Vecino, Convivencia sin Violencia y Fundación Nuevo Milenio, y realizada también en más de 70 ciudades del país como Tijuana, Monterrey, Guadalajara, Culiacán, Hermosillo, Villahermosa, Cuernavaca y Campeche, en la capital esta manifestación logró convocar a 90 mil personas, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad Pública local. Los organizadores, por su parte, calcularon que fue un millón.
De la procesión emanaba una sensación de inconformidad, de enojo, de hartazgo ante la impunidad con la que opera el hampa. Recientemente, la ONG IKV Pax Christi aseguró que México ocupa el primer lugar mundial en secuestros, dato al que se suman las casi 3 mil muertes ligadas al narcotráfico en lo que va de 2008.
Cinco minutos antes del inicio oficial del recorrido, programado para las 6:00 PM, se suscitó un breve episodio de tensión. Sobre el camellón que divide ambos sentidos de avenida Reforma, un joven se puso de pie, alzó los brazos y exhibió una pancarta: “Hoy por la seguridad, mañana por el país. No a la venta del petróleo”.
El mensaje, alusivo a la concentración promovida por el político del Partido de la Revolución Democrática Andrés Manuel López Obrador en defensa de los energéticos, de inmediato generó descontento. “¡Fuera, fuera!”, abuchearon al muchacho. Un manifestante, tal vez de su misma edad, se le acercó, lo increpó. Otro hombre intentó jalarle de la camiseta. Al final, no hubo agresiones. El de la cartulina se retiró, la insatisfacción encontró un desahogo, la marcha comenzó.
Vestidos de blanco, algunos participantes aplaudían, agitaban banderas, gritaban “México quiere paz” y “Quiero salir seguro a la calle”. Otros más recordaban las manifestaciones similares efectuadas en 1997 y en 2004, intercambiaban opiniones sobre el aumento de la delincuencia, compartían sus propias experiencias con el crimen. Dentro del contingente había quienes incluso portaban carteles o mantas con la fotografía de algún familiar desaparecido, secuestrado o asesinado.
Entre la concurrencia se observaban amplios grupos, familias, parejas, personas caminando solas. Había mujeres con el maquillaje impecable, hombres con el gesto serio, jovencitas en blusas entalladas luciendo sus esbeltas figuras, adolescentes vistiendo playeras y tenis de futbol soccer de mil pesos. Y había, asimismo, quienes no traían ropa de diseñador, algunas señoras con delantal, niños que, animados, silbaban y exclamaban “¡México, México!”.
Destacaban quienes iban en silla de ruedas, como José Jasso, de más de 60 años. Llevado por una de sus hijas, había decidido participar en la manifestación por su “hambre de justicia”. En 2007, relató, mataron a uno de sus hijos en la puerta de su casa, mientras a él lo han asaltado en cinco ocasiones. Trabajó durante casi cuatro décadas en el servicio de recolección de basura del Departamento del DF —que dependía del gobierno federal—, y dijo estar convencido de que los policías son corrompidos desde que ingresan a la academia, de que situaciones como ésa “son conocidas por todos” y de que, por tanto, deben combatirse.
Ya cerca del centro histórico, donde las calles se estrechan, el reproche a las autoridades se tornaba cada vez más frecuente: “Si no pueden, ¡renuncien!”. De esa manera, tal frase, expresada por el empresario Alejandro Martí a raíz del secuestro y asesinato de su hijo Fernando, de 14 años, se convertía en el lema no oficial de la marcha, en el grito que habría de repetirse en la plancha del Zócalo capitalino hasta después de terminado el acto.
Hacia las 8:00 PM, con la caída de la noche, eran encendidas las primeras veladoras símbolo de la manifestación. En tanto todos los participantes arribaban al lugar, algunos habían optado por sentarse a descansar, otros iban en busca de agua o algún refrigerio, muchos se ubicaban alrededor del asta en cuya punta ondeaba, movida por un viento húmero y frío, la bandera tricolor.
Media hora más tarde llegó el momento culminante. No hubo discursos, sólo la invitación de los organizadores a permanecer en la plaza. Las campanas de la Catedral Metropolitana empezaron a sonar en apoyo a la procesión. Se prendieron todas las candelas. Inició la música del himno nacional y se entonó su primera estrofa. Luego de esto se escuchó un aplauso, una especie de festejo correspondiente al deber cumplido.
Ante la amenaza de lluvia, la mayoría de la gente se movilizó con rapidez, aunque otras personas, quizá con el afán de dejar un legado inmediato y tangible de la marcha, se quedaron a acomodar las velas en un camino en dirección al asta y en derredor de ésta. En distintos puntos del Zócalo, igualmente, cobrarían vida más de estas pequeñas islas luminosas.
Concluía el acto pero el reclamo enviado a la clase política con motivo de la inseguridad persistía. Persiste. Y en ese sentido, lo que sigue ahora, según declaró en entrevista María Elena Morera, presidenta de la asociación civil México Unido contra la Delincuencia, es “la evaluación de las autoridades”.

Nota: Una versión editada de este texto fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.

Friday, August 15, 2008

Todos debemos hacer algo por cuidar el ambiente: José Sarukhán

Ante la enorme dimensión que han alcanzado los problemas ambientales que aquejan a la humanidad, José Sarukhán Kérmez, académico del Instituto de Ecología de la UNAM, sostiene una postura clara: “Todos tenemos que hacer algo, aunque sea modestamente”.
La contaminación del aire, el exceso de basura o la deforestación —explicó el investigador— integran una fenomenología que se deriva del modo de desarrollo que ha seguido la mayor parte del planeta. Por esa razón, es necesario que quienes tienen por designación social la responsabilidad de dirigir a México “perciban de qué tamaño es el problema en el que estamos metidos mundial y nacionalmente, y que consecuentemente requerimos otra visión, otra manera de pensar y de hacer las cosas”.
En entrevista, Sarukhán expuso que el Estado debe llevar a cabo un esfuerzo muy grande para educar y sensibilizar a la ciudadanía. A su juicio, hay que hacer ver a la gente que sus actos diarios, como el uso de la electricidad en casa o del transporte, tienen impactos ambientales, y que éstos a su vez representan consecuencias tanto locales como globales.
Para el también ex rector de la máxima casa de estudios, una de las carencias que padecemos los mexicanos como consumidores es la falta de conciencia de que podemos convertirnos en “factores de cambio a través de lo que compramos, cómo lo compramos, qué exigimos”. En ese sentido —continuó—, el Estado debería efectuar una sensibilización “cuidadosa, sensata y honesta” indicando a los ciudadanos qué tipo de productos les conviene adquirir y cuáles no, aunque esto signifique enfrentarse a intereses económicos.
Asimismo, el investigador señaló que al buscar respuestas a problemas como el de la basura tendemos a preguntarnos qué hacer con X toneladas de residuos, cuando una solución más sencilla sería plantearnos, desde otro enfoque, cómo podríamos proceder para generar menos desechos.
Respecto de la posibilidad de sancionar a quienes no separen la basura en orgánica e inorgánica, Sarukhán consideró que tal medida podría resultar exitosa sólo si las sanciones se aplicaran por igual a todas las personas. En su opinión, es indispensable que la gente asuma éticamente su responsabilidad en las cuestiones ambientales.
Por otro lado, el académico calificó como “viable” la propuesta del Gobierno del DF de establecer Centros Integrales de Reciclaje y Energía (CIRE) como una alternativa para aprovechar los residuos sólidos que se producen en la ciudad. En torno de la falta de una cultura del reciclado, mencionó el ejemplo de Dinamarca, donde una casa nueva se construye con 80% de materiales que se utilizaron en otra vivienda. “¿Por qué allá se puede y aquí no?”, inquirió.
Sarukhán —quien prepara una nueva edición de su libro Las musas de Darwin con motivo del 150 aniversario de la teoría de la evolución que se celebrará en 2009— relató que frecuentemente, al terminar una conferencia, las personas se le acercan y le preguntan qué pueden hacer para cuidar el ambiente. En esos casos, la primera recomendación que les brinda es informarse con la finalidad de convencerse de cuáles son las acciones que tienen un mayor impacto ecológico y cuáles no.
Sobre este asunto, “los medios deberían ayudar más, debería haber muchos más esfuerzos por comunicar a la gente de manera comprensible y llana estas cuestiones”.
La segunda sugerencia es comenzar por tareas muy sencillas de la vida diaria: “recicle su basura, sepárela, exija que el cuate del camión la mantenga separada, incluso arme un mecanismo para asegurarse de que ocurra así; cambie sus focos por aquellos de baja demanda energética, que cuestan un poco más pero ese costo lo va a recuperar a lo largo del tiempo con una menor cuenta de luz; use el gas de manera más sensata, calibre sus estufas y calentadores; si tiene auto, úselo exclusivamente para actividades que no puede resolver de otra manera, no para ir a tres cuadras; únase a grupos para exigir mejor transporte público… Hay mucho que podemos hacer”.


Nota: Puesto que ni todos los días tengo la oportunidad de charlar con un ex rector de la UNAM ni todos los días me publican en el impreso, en esta ocasión presumo ambas situaciones y, en cierta forma, también le entro al reciclado. La entrevista anterior aparece, en una versión editada, en la página 2 de la sección Sociedad de El Universal de hoy, y completa en el blog e-joven del portal del mismo periódico.

Thursday, August 07, 2008

El espíritu olímpico: forma ¿y fondo?

Pierre de Coubertin se pone de moda cada cuatro años. Durante las dos semanas de competencia, evocar el nombre del fundador de los Juegos Olímpicos modernos representa la cima de lo políticamente correcto. Se vuelve casi un mantra: “Como dijo el barón de Coubertin…”, repiten en automático los comentaristas televisivos.
Sin embargo, ese uso indiscriminado de la figura del pedagogo e historiador francés es sólo un ejemplo, acaso el más inofensivo, de la banalización del llamado “espíritu olímpico”.
La realización de las Olimpiadas, como veremos a partir del próximo 8 de agosto, sirve de pretexto para que empresarios, comunicadores, atletas retirados, gente de la farándula y políticos, ya sea por ingenuidad o por oportunismo, promuevan la idea de que basta con una justa deportiva para que el mundo solucione todos sus problemas.
Más aún, como lo ha llegado a solapar el propio Comité Olímpico Internacional (COI), el ambiente en el que debe moverse ese espíritu supuestamente capaz de redimir a la humanidad entera debe ser el del “respeto a la formas”. De esa manera, para que el olimpismo no pierda su pureza deben quedar fuera de cuadro todas las expresiones que puedan afear o interferir con la normalidad de los juegos.
Así lo vivieron los estadounidenses Tommie Smith y John Carlos en México 1968 cuando, tras su reivindicación del Black Power en la ceremonia de premiación de los 200 metros planos, el COI decidió suspenderlos de la competencia y expulsarlos de la villa olímpica bajo el argumento de que habían traído un asunto político a un acto que debía ser apolítico. Conclusión optimista: “Bienvenida la disidencia, pero no aquí”.
En México, por otra parte, también tenemos nuestra peculiar interpretación del olimpismo. Todo comienza con la esperanza de conseguir la gloria, continúa con el seguimiento a los atletas con mayores posibilidades de triunfo y concluye —las más de las veces— con la decepción causada por actuaciones tristes o con la asunción de las victorias de los pocos medallistas mexicanos a la categoría de “logros nacionales”, pretendiendo olvidar, gracias al mérito de casos concretos, las deficiencias del deporte tricolor.
Quizá no haya nada de malo en creer que una justa deportiva puede alentar ciertos valores entre los seres humanos o motivar la superación de un país. Lo lamentable, como sucede cada cuatro años con el “espíritu olímpico”, es que esa creencia se convierta en un mero slogan tan ajeno a las críticas como falto de propuesta real.

Nota: Este artículo fue escrito a petición de un viejo amigo, Rodolfo Villagómez, para —espero— ser publicado en la revista Tangente, que circula en Oaxaca.

Monday, August 04, 2008

Minitour tapatío [crónica]





GUADALAJARA, Jalisco.— La gastronomía local se hace presente. Encontrar un establecimiento o incluso un carrito en el que se ofrezcan tortas ahogadas es casi tan común como lo es hallar en el DF un puesto de quesadillas o un expendio de hamburguesas. El célebre platillo, al menos para el gusto garnachero y el estómago fuerte, resulta tentador: un bolillo relleno de carnitas, bañado en salsa y acompañado de cebolla, rábanos y lechuga. Pozole, birria, tacos y mole también forman parte del menú.
Abundan, asimismo, la cerveza y el tequila. Detrás de una vitrina, como un ejemplo de la unión de símbolos identitarios, se exhibe una botella de destilado de agave marca Rebaño Sagrado, impresos los colores y la insignia del equipo de futbol más popular de México: las Chivas.
Es Guadalajara en temporada vacacional. Cinco o seis autobuses permanecen estacionados enfrente de los hoteles ubicados sobre calzada de la Revolución. Visitantes descienden, ingresan al lobby, se agrupan en filas. Con frecuencia, el sonido de este rumbo es el de los cascos de los caballos que jalan las calandrias que recorren el centro histórico.
Un amplio perímetro es el que abarcan los sitios turísticos. Al occidente, no lejos del límite con Zapopan y pasando los arcos que recuerdan la fundación de la ciudad en 1542, la fuente de La Minerva se yergue —imponente al atardecer— en el cruce de las avenidas Godolfo Cantú, Adolfo López Mateos, Ignacio L. Vallarta y Agustín Yánez.
Hacia el centro, los paseantes se reúnen a la entrada del Teatro Degollado, caminan por la galería joyera, departen en la Plaza Tapatía u observan la catedral. Junto a este templo, un monumento resalta por su sencillez y belleza. Dispuestas en forma de cuadro, 22 estatuas —entre ellas las de Efraín González Luna, Gerardo Murillo Dr. Atl, Irene Robledo, Valentín Gómez Farías y José Clemente Orozco— componen la Rotonda de los Hombres Ilustres. A espaldas de las figuras, un jardín rodea una construcción conformada por columnas ordenadas en círculo y en cuya parte superior, al frente, se lee: “Jalisco a sus hijos esclarecidos”.
En otro punto de la ciudad, la tranquilidad afuera del antiguo edificio de la Universidad de Guadalajara contrasta con el conflicto que vive la institución. El viernes, cuando menos cuatro diarios locales dedican su nota principal al asunto. El Informador y El Occidental coinciden en el enfoque: el rector, Carlos Briseño, convoca al diálogo. Por su parte, Mural y Público dan otro matiz a la información; mientras el primero cabecea “Modera Briseño su tono”, el segundo presenta “UdeG: pactan tregua sin cerrar la herida”.
La pugna recién desatada en la segunda universidad pública más importante del país, expone Hermenegildo Olguín Reza en el número 1656 de Proceso, se resume a lo siguiente: Carlos Briseño ha evidenciado más su distanciamiento con respecto de su otrora protector y ex rector Raúl Padilla, provocando con ello el descontento de quien es catalogado como el “poder real” en la UdeG. Por un lado, órganos afines a Padilla publican desplegados contra Briseño, al tiempo que, por el otro, éste se defiende y afirma “quien manda aquí ahora soy yo”.
El fondo de la cuestión —sintetiza Olguín Reza— es que ambos, Briseño ligado al PRI y Padilla al PRD, pretenden ser candidatos a la gubernatura del estado en las elecciones de 2012. Por ende, para fortalecer sus alianzas, han empezado a acercarse al panismo jalisciense: Briseño con el gobernador Emilio González Márquez y Padilla con el ex mandatario y ex secretario de Gobernación Francisco Ramírez Acuña. Y para sustentar sus aspiraciones políticas, además, el presupuesto y la plataforma que representa la UdeG se vuelven indispensables. Todo esto en tanto en medio aguarda una matrícula de 195 mil alumnos.
Grillas aparte, el viernes por la tarde la urbe se prepara para uno de sus clásicos del futbol. Esa noche, en el inicio de la jornada dos del Torneo Apertura 2008, los Tecos reciben a las Chivas. Restaurantes y bares invitan a disfrutar el juego, sólo transmitido en vivo por el sistema Sky. Al final, y a pesar del ambiente festivo en el club blanquiazul por el hecho de que seis de sus integrantes fueron llamados a la selección nacional, los tecolotes se llevarían el encuentro por marcador de uno a cero.
“Fue culpa del portero, que salió bien feo”, explicaría el sábado, previo al Atlas-Cruz Azul, un vendedor de playeras a un costado del estadio Jalisco. “Pero ojalá le den chance al chavo”, agregaría el hombre acerca del novato guardameta del rebaño Sergio Rodríguez. “Todos tienen errores —concluye—, pero está joven y todavía la puede hacer”.
Tlaquepaque es ya la última escala del tour. La gente busca dónde almorzar, visita iglesias que datan del siglo XVII —como la de San Pedro Apóstol y la de Nuestra Señora de la Soledad—, toma el sol u observa las artesanías. Al mercado principal, no obstante, acuden pocos. Dos vendedoras advierten: el negocio ha ido muy mal. Apenas esperanzada, una de ellas añade: “Dios quiera que mejore”.
Y ahí, entre jarros, tazas, cuadros, mantas y demás, unas tablas sin más utilidad que hacer reír o pensar llaman la atención. Una de ellas alberga un cínico deseo: “¡Dios mío, házme rico… ¡pero déjame lo huevón!”. Otra confirma un secreto a voces: “En esta casa manda mi papá porque mi mamá así lo decidió”. Una tercera encierra una cátedra de prudencia: “No hagas todo lo que ves / No creas todo lo que oyes / No digas todo lo que sabes / Porque el que hace todo lo que ve / Cree todo lo que oye / Dice todo lo que sabe / Hará lo que no debe / Creerá lo que no es cierto / Dirá lo que no conviene”. Valiosa lección de viaje.