Sunday, May 10, 2009

A las mamás

Pienso, como muchas otras personas, que el Día de las Madres es utilizado por empresas, comercios y medios de comunicación para elevar el consumo explotando el amor o el remordimiento de conciencia de los hijos. Coincido también en que no deberíamos limitar a una sola fecha nuestra oportunidad para reconocer el valor de la maternidad y a quienes le hacen honor.
Creo, por otra parte, que la festividad en sí misma no es el problema, sino la forma en la que la vivimos, más preocupados porque la cantidad de dinero desembolsada en un regalo o en una comida compensen nuestras desatenciones o fallas, en vez de ocupados en agradecer con sinceridad y con hechos lo que hemos recibido de nuestras mamás: vida, cariño, enseñanzas, regaños, alegrías.
Muy significativo resulta que incluso la fundadora de esta celebración en su versión moderna, la estadounidense Anna Jarvis (1864-1948), advirtiera de su excesiva comercialización.
De acuerdo con el apartado “Women’s history” del sitio About.com, Jarvis, que en 1914 logró que esta fiesta fuera considerada oficial en toda la Unión Americana y quien nunca tuvo sus propios hijos, llegó a declarar: “Yo quería que fuera un día de sentimiento, no de ganancia”. Se oponía igualmente a las tarjetas de felicitación pues, sostenía, “no significan otra cosa sino que eres muy flojo como para escribirle a la mujer que ha hecho por ti más que nadie en el mundo”.
Tal como ocurre con otras fechas, a lo largo de décadas se han impuesto las reglas del mercantilismo y las de la tradición vacua, es decir, aquellas que dictan que ciertas acciones deben realizarse, que debe imperar determinada actitud o que algunos colores deben inundar las calles sin mayor motivo que el de cumplir con el calendario.
No obstante, lejos de resignarme a que el 10 de mayo sea de esa manera o de pretender arruinar el genuino ánimo festivo de quienes lo tengan, veo el momento para promover la revalorización no sólo de esta festividad sino, sobre todo, de la maternidad y de quienes la ejercen.
En pleno siglo XXI, a pesar de avances jurídicos y de la realidad misma, prevalecen numerosos estereotipos culturales alimentados por el machismo y por la misoginia. Uno de ellos es la creencia de que aquella mujer que por circunstancia o por convicción decide no ser madre importa menos que aquella que sí lo es. Otro, estrechamente ligado con el anterior, radica en la idea de que la maternidad equivale a una suerte imposición o destino, cuando es o debería ser una elección libre y apoyada socialmente. Y uno más reside en la suposición de que “las señoras” deben dedicarse abnegada y exclusivamente al hogar y al cuidado de los hijos, cuando a diario nos topamos con historias de mujeres que, por aspiraciones profesionales o por necesidad económica, trabajan fuera de casa esforzándose al mismo tiempo para desempeñar su rol materno.
El Consejo Nacional de Población (Conapo), por ejemplo, registra que entre 1992 y 2005 el porcentaje de viviendas en las que la aportación monetaria femenina es la única aumentó en 30%. Asimismo, datos del INEGI reportan que, de casi 25 millones de hogares en el país, 5 millones 717 mil 659 son dirigidos por una mujer.
A partir de esas cifras, de nuestras experiencias personales como hijas e hijos o de los casos que habremos observado de quienes dignifican la maternidad como una labor de protección y de guía, pues, se revela que justo es reconocer la relevancia social de las madres mexicanas. Buena ocasión para hacerlo tenemos hoy con aquellas que nos son más cercanas, aunque, insisto, la gratitud no debe reducirse a este día ni a la entrega de obsequios, sino que debe apuntar a la construcción de verdaderos lazos de fraternidad, de respeto, de colaboración.
Para finalizar, a las mamás, con sinceridad, muchas felicidades.

Nota: Este texto, con un par de pequeños cambios en la redacción, aparece hoy en los Dardos de diasiete.com.

1 comment:

Root said...

Coincido muchísimo con su artículo.

Es triste que la fecha sea aprovechada por mercantilistas, pero lo es más que quienes somos hijos creamos que es el único día en que "debemos" demostrarle cariño (o comprarselo en el peor de los casos) a nuestra madre.

Es bueno festejarla de vez en cuando, pero sobre todo recordarle cada día lo importantes que son en nuestra vida y el cariño que sentimos por ellas.

Coincido también en que aquellas mujeres que libremente deciden no ser madres -o no pueden-, merecen exactamente el mismo respeto que aquellas que lo son; la condición de madre es un derecho, no una obligación.

Por último, además de felicitarlo por un "tercer dardo", me permito (disculpe ud. el atrevimiento) de mandarle un gran abrazo a su mami. Creo firmemente que lo que somos refleja en gran parte la familia que tenemos detrás, la madre prioritariamente, y conociéndolo un poco sé que la suya ha hecho un trabajo más que excelente.

Un gran beso principe! Saludos!