Thursday, February 12, 2009

El rostro cambiante de un típico güegüence





Presidente de Nicaragua por segunda ocasión, Daniel Ortega impulsa como valores de su gobierno “reconciliación y unidad nacional”. Sus críticos, sin embargo, apuntan hacia las contradicciones que exhiben tanto el dirigente como su administración.
En 30 años, comentan, Ortega pasó de guerrillero comunista a extremista católico; su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), arrasó en las elecciones municipales celebradas hacia el cierre de 2008, aunque en el proceso se presentaron numerosas irregularidades y denuncias; por último, pronuncia un discurso antiimperialista, pese a que las donaciones de Estados Unidos y de la Unión Europea resultan fundamentales para las finanzas públicas del país.
Tal mar de discordancias, a decir de José Meléndez, corresponsal de El Universal en Centroamérica, se debe a que este líder encarna un personaje clave en la historia y en la personalidad de Nicaragua: el güegüence, aquel indígena que engañaba al conquistador español asegurándole que haría una cosa pero haciendo otra al final. “Astuto, exagerado, cómico, presumido, suspicaz, cálido, desconfiado, atrevido, burlón de su tragedia y de rostro cambiante”, así define el reportero a esta figura.
El actual mandatario nicaragüense, en ese sentido, “a veces parece que sonríe pero es en burla, parece bondadoso pero es implacable, es el típico güegüence”.
José Daniel Ortega Saavedra nació el 11 de noviembre de 1945 en la localidad de La Libertad, situada en el departamento de Chontales. Desde joven se identificó con el sandinismo, la corriente política latinoamericanista y antiestadounidense que se inspiró en la vida del revolucionario Augusto Nicolás Calderón Sandino, también conocido como Augusto César Sandino (1895-1934).
Estudió en universidades de Managua y Moscú y en 1963 se unió al FSLN, fundado dos años antes por Carlos Fonseca Amador, Santos López y Silvio Mayorga.
Fue opositor del dictador Anastasio Somoza Debayle, quien en 1979 salió del país empujado por la insurrección sandinista. Ese hecho marcó, por un lado, el final de la dinastía Somoza —familia que había gobernado Nicaragua desde 1934—, y por el otro, el final de la guerra civil con el establecimiento de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. En dicha instancia participaron el escritor Sergio Ramírez, el empresario liberal Luis Alfonso Robelo Callejas y Violeta Barros de Chamorro; no obstante, en 1980, tras la renuncia de los dos últimos, Ortega se convirtió en jefe de Estado de facto.
Convocó y ganó las elecciones de 1984. Así, fue presidente por primera vez de 1985 a 1990, cuando en nuevos comicios perdió ante la propia Barros de Chamorro. Al respecto, el sociólogo francés Gilles Bataillon recién declaró al diario español El País que aceptar esa derrota ha sido “el único acto democrático de Ortega”.
A lo largo de los siguientes años apoyó varias huelgas contra las autoridades hasta que en 2006 consiguió regresar a la Presidencia. En esa carrera fue acompañado por su esposa, Rosario Murillo, quien, además de coordinar el Consejo de Comunicación y Ciudadanía y los Consejos del Poder Ciudadano, es —según Meléndez— una de las “llaves” para entender a este político.
Desde entonces, pese al respaldo de otros mandatarios latinoamericanos como Evo Morales y Hugo Chávez o a triunfos contundentes como los de las pasadas elecciones municipales, el gobierno de Ortega no ha estado exento de escándalos. La acusación de violación por parte de su hijastra, Zoilamérica Narváez, o el acuerdo que impulsó a favor del ex presidente Arnoldo Alemán para liberarlo de señalamientos de corrupción han impactado negativamente en su imagen.
Con una gestión que concluye en 2012 y desde hace tres décadas cerca del poder, es previsible que el líder sandinista —como comenta el corresponsal— desee “avanzar hacia la reforma constitucional para reelegirse al menos en un nuevo periodo de cinco años”. Empero, su descrédito frente a un importante sector de la comunidad internacional y la situación de pobreza y desigualdad en Centroamérica prometen, como mínimo, complicarle tal aspiración.



Nota: Este perfil fue publicado en el espacio Retratos, en la página 2 de la primera sección de El Universal.



1 comment:

Necio Hutopo said...

Creome yo que le falla un poco al momento de hacer perfiles... Completistas, sí... pero poco interesantes.