Friday, September 04, 2009

El Metro en tres episodios


I


Los pasajeros, muchos de ellos estudiantes, van poblando el andén de la estación Zapata en dirección Universidad. Algunos llevan audífonos, otros leen, unos más observan el túnel o miran el reloj que marca las 8:30 AM. Todos esperan. Y a poco arriba el tren.
Este convoy, diferencia de otros, no viene a reventar. El viaje se anuncia algo apretado pero —dicta la experiencia— al parecer no será necesario forcejear para poder entrar. El vehículo frena, abre las puertas, muchos descienden y entonces es posible abordar. En efecto, a pesar de que no sobra el espacio, sí es el suficiente para moverse, para maniobrar, para continuar con la lectura, con la música o incluso, para quienes van sentados, con una pequeña siesta.
Trayecto sin contratiempos: no hay retrasos. También prevalece el silencio pues la mayoría de los vagoneros —vendedores, músicos, indigentes— aún no comienza su jornada diaria. El tren llega a su destino. Termina el primer traslado.


II


Este 4 de septiembre el Metro del Distrito Federal cumple 40 años de existencia. Aquel día de 1969, un convoy realizó el recorrido inaugural entre Insurgentes y Zaragoza. Hoy, la obra que inició a mediados de 1967 cuenta con una red conformada por 11 líneas y 175 estaciones por las que transitan 355 trenes.
Información del Sistema de Transporte Colectivo (SCT) refiere que durante 2008 se registró una afluencia total de mil 467 millones 362 mil 893 personas, superior en 8.5% a la de 2007. En cifras redondas, esto significa que, en promedio, diariamente 4 millones de usuarios utilizaron este servicio. Las líneas 1 (Observatorio-Pantitlán), 2 (Cuatro Caminos-Tasqueña) y 3 (Indios Verdes-Universidad) concentraron el mayor flujo de pasajeros.
En la terminal sur de esta última, a un costado de Ciudad Universitaria, los andenes se vuelven a llenar. Es la 1:40 de la tarde: hace calor. Una luz intermitente avisa de qué lado saldrá el tren. La gente se coloca en fila esperando su llegada; varios ignoran la franja de seguridad. Aparece el convoy anaranjado. Los usuarios se reúnen frente a las puertas; cuando éstas se abren, los más se apresuran en busca de un lugar.
A esta hora, una de las de mayor actividad, los problemas del Metro tienden a aflorar: retrasos, insuficiente capacidad, falta de ventilación. También surgen, de estación en estación, los vagoneros, esa otra cara de la economía informal con toda su gama de productos: chicles, plumas, lámparas, álbumes, mapas y, por supuesto, discos piratas. Ambos fenómenos, además, acompañados del déficit de civilidad que conduce a empujar, a estorbar, a querer subir sin antes dejar bajar o a ocupar injustificadamente los asientos reservados, entre otras malas costumbres.
Así se llega a Juárez. Después de Balderas, correspondencia con la Línea 1, el vagón se encuentra retacado. Sin embargo, esta vez hay suerte: los otros pasajeros, amables, permiten descender. Fin del segundo recorrido.


III


El tercer viaje ocurre por la noche, pasadas las 11. Pocos aguardan en el andén. El convoy tarda unos 10 o 15 minutos, más que en el resto del día, pero algo es seguro: a esta hora sobrarán los asientos.
“La rocola móvil más grande de la ciudad”, como el diario El Universal llamó al Metro recientemente, para estos momentos permanece casi en silencio. Sólo algunos vagoneros rezagados continúan con su actividad, como un poeta ambulante o un darketo que comercia con rosas.
Termina una jornada más para este cuarentón. Mañana, como todos los días laborables, desde las 5 AM habrá de levantarse a trabajar (afanoso, sábados y domingos lo hace, respectivamente, a las 6 y a las 7).
A la fecha, su salud, como lo demuestra a diario, aún le basta para recorrer toda la ciudad; no obstante, con el tiempo sus achaques también se tornan cada vez más evidentes. Por tanto, queda en quienes debemos cuidarlo, tanto autoridades como ciudadanos, decidir si lo abandonamos y dejamos que decaiga hasta morir o si, por el contrario, lo ayudamos a mantener su vida productiva para que siga transportándonos por muchos años más.

Nota: Este texto aparece en los Dardos de diasiete.com.

2 comments:

Root said...

Jajaja...

Vaya príncipe... tantos viajes en el STCM si te han vuelto observador de las rutinas de ese gusano naranja.

Bien, aunque creo que pudiste haberlo detallado uun poquitín más.

Un beso enorme. Tq

Ruth

Necio Hutopo said...

La verdad, suscribo el comentario anterior (bueno, casi todo él... Lo del beso mejor no)... creo que bien podría haber abordado más cosas... Que el metro es un universo muy, pero que MUY rico