Tuesday, April 21, 2009

¿Usted qué hará con su voto?

“Todos los partidos son iguales, no hay a quién irle”, “Yo ando muy apático”, “Después de lo que pasó en 2006, yo voy a anular mi voto”, “¿Para qué ir a votar? ¿De qué sirve?”… Palabras más, palabras menos, esas son tan sólo algunas de las razones que he escuchado para no participar en las próximas elecciones del 5 de julio.
Es posible argumentar que esas opiniones no explican la complejidad de las deficiencias de nuestra democracia o, simplemente, se puede no estar de acuerdo con ellas. Sin embargo, lo que esas frases expresan con claridad es el creciente y por lo general justificado descontento de los mexicanos para con el sistema electoral, para con los políticos y para con el régimen democrático.
Datos de la propia Secretaría de Gobernación confirman ese estado de ánimo. El 66% de los participantes en la cuarta Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas declaró no creer en comicios limpios, mientras que 52% dijo estar insatisfecho con la democracia.
Así, intentar responder interrogantes fundamentales como por qué no funciona nuestro régimen político o por qué las libertades democráticas no se han visto acompañadas por igualdad de oportunidades económicas y de desarrollo para la población merecería tratamiento aparte. Por ende, mi intención en este texto es centrarme solamente en cómo los mexicanos encararemos la jornada del 5 de julio, a partir de la cual se renovarán la Cámara de Diputados, seis gubernaturas, la Asamblea Legislativa del DF y las 16 jefaturas delegacionales de la capital.
A grandes rasgos se plantean tres opciones: a) votar, consciente o inconscientemente, por los candidatos de un solo partido o de manera diferenciada; b) abstenerse, sea por indiferencia o como manifestación de protesta; y c) anular el sufragio como otra muestra de inconformidad.
Como apuntaba desde el principio, las dos últimas alternativas cobran cada vez más fuerza. Frente a esa realidad, asimismo, surgen otras preguntas como qué es lo que nos dice la abstención de nuestra sociedad o si el voto nulo tiene o no alguna utilidad.
El
suplemento Ideas del sábado pasado sirvió de arena para ese debate. En primer lugar, el politólogo César Cansino sostuvo que el abstencionismo, contrario a lo que suele pensarse, no necesariamente es signo de escasa cultura democrática, sino que habla de que la gente es capaz de discernir si tiene sentido o no acudir a la urna. Además, señaló que para estas intermedias —que tradicionalmente convocan menos participación que unas presidenciales— se espera un índice de abstención de 62% del padrón.
Respecto del voto nulo se dio una confrontación interesante. Por un lado,
Onésimo Flores afirmó que esta acción únicamente equivale a una expresión de descontento que no asume mayor compromiso con la vida pública y, por lo tanto, es como entregar un cheque en blanco a los políticos. Para él, en la medida en que quien anula la boleta no elige entre ninguno de los candidatos, no está en facultad de exigirles cuentas después.
En el otro extremo,
Andrés Lajous defendió el derecho al sufragio nulo al asegurar que se trata de una toma de postura, a saber: “Creo en la democracia y en las elecciones, pero no creo en ninguno de los que hoy quieren ser nuestros representantes”. A su juicio, aquel que no está convencido con la oferta político-electoral no está obligado a pronunciarse a favor del “menos peor”, sino que puede externar esa insatisfacción tachando la papeleta.
Polémica sin duda, la discusión invita a reflexionar por qué camino transitaremos durante la jornada comicial. En lo personal, considero que tanto abstenerse de votar como anular la boleta constituyen vías legítimas de manifestar nuestro descontento siempre y cuando cumplan con dos condiciones: primero, ser actos conscientes, pensados, no reacciones viscerales ni producto de la imitación, y segundo, ser sólo un componente de una actitud cívica más amplia, responsable, crítica y proactiva.
A mi entender, no importa cuán simbólicos resulten una baja participación o un alto porcentaje de votos nulos si los ciudadanos nos conformamos con protestar de esa forma y, una vez concluido el periodo electoral, dejamos de demandar a los gobernantes y a los representantes gestiones eficaces o, más aún, si no proponemos ni colaboramos en la mejora de la vida pública. Los políticos deberán atender el mensaje que dejen los comicios de julio. Nosotros también.


Nota: Este texto aparece hoy en e-joven.

1 comment:

Necio Hutopo said...

Olvido una opción... Que la otra es mandarlo todo a la mierda y tomar los fusiles...

he, no es que sea yo partidario de la opción armada... Pero ultimamente no suenatan mal...