Tuesday, March 10, 2009

Salvemos a los periódicos

Los medios impresos atraviesan por un periodo sumamente complicado. A los retos diarios de estar al tanto de la realidad, de proponer temas, enfoques o contenidos novedosos, de mantener independencia editorial y de atraer lectores, se suman los de sortear la crisis global y de afrontar el avance tecnológico.
A finales de octubre de 2008, por ejemplo,
David Carr relataba en The New York Times: “Han sido días especialmente podridos para quienes escriben sobre la hora de cierre. El jueves, The Christian Science Monitor anunció que, después de un siglo, dejaría de publicar su versión diaria en papel. Time Inc., casa de las revistas Time, Fortune, People y Sports Illustrated, comunicó que cortaría 600 plazas y que reorganizaría su staff. Y Gannett, la más grande editora de periódicos en Estados Unidos, completó la aspereza al informar que reduciría 10% de su fuerza laboral —más de 3 mil personas”.
La recesión —explicaba Carr— no sólo golpea los ingresos de los bancos, de la industria automotriz y de las tiendas departamentales, sino que, por extensión, impacta en los medios impresos pues éstos reciben menos publicidad de parte de sus principales anunciantes.
Tal fenómeno, por supuesto, también lo observamos en México. Desde hace aproximadamente año y medio ha sido posible ver la disminución en el número de anuncios y de páginas en algunos diarios, la fusión de secciones, recortes de personal o, en el extremo, como ocurrió en octubre pasado,
la desaparición de publicaciones como El Centro.
Además, aunque las cifras son imprecisas dadas las dificultades para medir audiencias, todo indica que la gente con computadora y acceso a internet prefiere cada vez más consultar información periodística o de entretenimiento a través de la web en lugar de comprar las publicaciones tradicionales. Como apuntó
Onésimo Flores en un artículo aparecido el jueves, la lógica es simple: ¿para qué adquirirlas “si su contenido está en la red, de manera gratuita, actualizándose casi al instante”?
Las ediciones on-line de periódicos y revistas, en efecto, parecen ganar adeptos. Sin embargo, debido a su gratuidad, no generan más recursos que sustenten y hagan rentables las empresas informativas, o cuando menos no en la cantidad suficiente como para augurar una etapa de prosperidad en el corto plazo.
Asimismo —de nuevo citando a Flores—, la alternativa de restringir el acceso a las coberturas noticiosas sólo a quien pague una cuota entraña un “riesgo antidemocrático” y, por lo demás, muy pocos medios toman ese camino por el temor de ahuyentar a la potencial audiencia.
Enredados en una trama en la que se entreveran muchos hilos, hoy no se ve una salida clara a la crisis que viven los medios impresos. De un lado, los futuristas pronostican su pronta extinción y el paso a diversos mecanismos personalizados de consumo de información. Del otro, quienes nos asumimos gustosos integrantes de la Galaxia Gutenberg sabemos que el avance tecnológico es inevitable pero, al mismo tiempo, deseamos que se siga reconociendo la importancia cognoscitiva, afectiva e incluso práctica de la tinta sobre el papel.
Mientras tanto, es decir, mientras se esclarece el porvenir de periódicos y revistas, tanto quienes estamos dentro como quienes están fuera de las redacciones podemos hacer algo por salvar estos grandiosos productos culturales.
Los gobiernos, en ese sentido, además de respetar la libertad de expresión y de evitar caer en la tentación de cooptar publicaciones en dificultades financieras, deben crear un ambiente económico sano, ajeno a las desregulaciones, a los monopolios y a las ganancias de unos cuantos.
Los lectores, por otra parte, pueden detenerse a reflexionar y a valorar el trabajo colectivo que hay detrás de los materiales que leen.
Y, finalmente, quienes estamos en la trinchera debemos como gremio preguntarnos qué nos ha empujado al borde de la desaparición; ser autocríticos; repensar y retomar nuestra función social como difusores de las actividades humanas; acercarnos a la gente; realizar un trabajo más veraz, más preciso, más creativo, más crítico; recordar a la comunidad, con argumentos y con nuestra labor diaria, por qué debemos existir.
En suma, debemos ser nosotros, los periodistas, los primeros en buscar rescatar la representación material de nuestra profesión.


Nota: Este texto aparece hoy en e-joven.

1 comment:

Necio Hutopo said...

Siempre he sido de quienes oabogan por moderar el optimismo, lo sabe... pero creo yo que el pesimismo también debe ser moderado... "todo indica que la gente con computadora y acceso a internet prefiere cada vez más consultar información periodística o de entretenimiento a través de la web en lugar de comprar las publicaciones tradicionales"... De verdad? Me da a mi que no...