Monday, April 28, 2008

De China a Panamá, una ruta de medicina envenenada [traducción, cuarta y última parte]

NOTA: Continúa del post de ayer; cierre de la serie.


Walt Bogdanich y Jake Hooker


The New York Times

Mayo 6 de 2007

La confesión de un contrabandista
El poder para procesar a los contrabandistas está ahora en las manos de China.
La primavera pasada, el gobierno se movió rápidamente contra Wang, el otrora sastre que envenenó a habitantes de ese país.
Las autoridades dieron con él en un retén en Taizhou, una ciudad justo al norte de Taixing, en el “país químico”. Estaba débil y enfermo, y no había comido en dos días. Dentro de su sedán había un estado de cuenta y dinero en efectivo. Había huido sin su esposa ni su hijo adolescente.
Pacientes chinos habían muerto, un escándalo político estaba creciendo y las autoridades querían respuestas. Wang fue llevado al hospital. Después, en largas sesiones con los investigadores, de acuerdo con un oficial del gobierno que estuvo presente durante el interrogatorio, les dio lo que querían, explicando su esquema, cómo probó el jarabe industrial bebiéndolo, cómo decidió usar dietileno glicol y cómo invitó a compañías farmacéuticas a comprar su producto.
“Hizo una fortuna, pero nada de ella fue para su familia”, señaló Wang Xiaodong, un antiguo oficial de la villa que conoce a Wang y a sus hermanos. “Le gustaba apostar”.
Wang permanece en custodia en tanto las autoridades deciden si debe o no ser condenado a muerte. Qiqihar, la planta de drogas que fabricó la medicina venenosa, ha sido cerrada, y cinco empleados están siendo procesados por causar “un accidente serio”.
En contraste con la investigación sobre Wang Guiping, las autoridades chinas han sido renuentes en reconocer la relación de su gobierno con la tragedia en Panamá, que involucró a una compañía comercializadora estatal. Nadie en China ha sido acusado de haber cometido el fraude que ocasionó la muerte de tantos en territorio panameño.
Sun Jing, la oficial del programa farmacéutico para la OMS en Beijing, dijo que la agencia de salud envió un fax “para recordar al gobierno que China no debe estar vendiendo productos venenosos en el exterior”. Sun mencionó que la organización no recibió ninguna respuesta oficial.
El otoño pasado, a petición de Estados Unidos —Panamá no tiene relaciones diplomáticas con la nación asiática—, la Administración Estatal de Alimentos y Drogas de China investigó a la Fábrica de Glicerina Taixing y a Fortune Way.
La agencia probó una muestra de la glicerina de la fábrica y, según un oficial de estupefacientes, no encontró eso sino dietileno glicol y otras dos sustancias.
Desde entonces, la administración de drogas china ha concluido que no tiene jurisdicción en el caso porque la fábrica no está certificada para producir medicinas.
Y llegó a una conclusión similar acerca de Fortune Way, argumentando que como exportador no pertenece al negocio farmacéutico.
“No encontramos evidencia de que ninguna de estas dos compañías haya roto la ley”, señaló Yan Jiangying, vocera de la agencia de drogas. “Así que nunca fue abierta una investigación criminal”.
Un oficial de estupefacientes comentó que la investigación fue subsecuentemente transferida a una agencia que prueba y certifica productos comerciales —la Administración General de Supervisión de Calidad, Inspección y Cuarentena.
Pero esta agencia se sorprendió al saber que ahora estaba a cargo. “¿Qué investigación?”, preguntó Wang Jian, director para la circunscripción de Taixing. “No estoy al tanto de ninguna investigación sobre alguna fábrica de glicerina”.
Además, Huang Tong, un investigador de esa oficina, declaró: “Raramente nos involucramos con productos que son exportados”.
Wan Qigang, representante legal de la Fábrica de Glicerina Taixing, dijo en una entrevista el año pasado que las autoridades no lo habían cuestionado acerca del envenenamiento en Panamá, y que su compañía sólo elaboraba glicerina de tipo industrial.
“Puedo asegurarle que no tenemos conexión con Panamá o España”, afirmó Wan.
Pero en meses recientes la Fábrica de Glicerina ha anunciado en internet glicerina 99.5% pura.
Hace poco Wan rechazó responder más preguntas. “Si viene aquí como invitado, lo recibiré bien”, advirtió. “Pero si viene otra vez queriendo hablar de este asunto, haré una llamada”.
Un oficial del gobierno local comentó que Wan fue instruido para no dar entrevistas.
A cinco minutos a pie, otro fabricante, la Fábrica White Oil de Taixing, también anuncia glicerina médica en internet, aunque tampoco tiene autorización para elaborarla. El sitio web de la compañía dice que sus productos “han sido exportados a América, Australia e Italia”.
Ding Xiang, quien representa a White Oil, negó que su empresa produzca glicerina de tipo farmacéutico, pero agregó que compañías comercializadoras en Beijing con frecuencia llaman y preguntan por ésta.“Ellos quieren que etiquetemos los barriles como glicerina”, dijo Ding a finales de diciembre. “Yo les respondo que no puedo hacer eso”.
Ding aseveró que dejó de tomar llamadas de Beijing. “Si esto es llevado al exterior y usado inadecuadamente...”. No completó la idea. En el “país químico”, los nombres de los productos no son siempre lo que parecen.
“Las únicas dos fábricas en Taixing que dicen hacer glicerina no hacen glicerina”, mencionó Jiang Peng, quien vigila las inspecciones e investigaciones en aquella circunscripción para la Administración Estatal de Alimentos y Drogas. “Es un producto diferente”.


Todo en el nombre
Un misterio constante envuelve al nombre del producto elaborado por la Fábrica de Glicerina Taixing. La fábrica había bautizado su jarabe como glicerina “TD”. Las letras TD estaban virtualmente en todos los documentos del embarque. ¿Qué significaba TD?
Las autoridades médicas españolas concluyeron que hacía referencia a un proceso de elaboración. Los inspectores chinos pensaron que era la fórmula secreta del fabricante.
Pero Yuan Kailin, un antiguo vendedor de la compañía, narró que sabía qué significaba TD porque un amigo y ex gerente de la fábrica, Ding Yuming, alguna vez se lo dijo. TD representaba la palabra china “tidai”, explicó Yuan, quien dejó su trabajo en 1998 y sigue viviendo a una milla de distancia de la fábrica.
En chino, tidai significa sustituto. Una clave que pudo haber revelado que el veneno, el producto del contrabandista, se escondía a plena vista.
Una clave que estaba justo en el nombre del producto.


Con información de Renwick McLean y Brent McDonald

2 comments:

Necio Hutopo said...

Ya está... Ahora mi opinión al respecto de la serie.

Si bien me parece cuando menos loable el esfuerzo por mostrar uno de los tantos rostrso (cada cual más desagradable que el anterior) del tráfico y comercialización de medicamentos de dudosa calidad y procedencia, me parece que se detiene demasiado pronto y se ve todo desde el lado del infractor solitario / mente maquiavélica detrás del crimen, sin tocar de fondo el contexto que permitió lo narrado, a saber; el por demás oscuro (por decir lo menos) mundo del tráfico y comercialización de fármacos a nivel mundial que, mira nada más qué cosas, está controlado no por "criminales solitarios" sino por grandes industrias... Que, cómo no, también envenenan; pero no son perseguidas...

Mau Torres said...

Don Mario:

Antes que nada, hablando de esfuerzos loables, gracias por seguir esta serie.

Comparto la crítica. Si bien la historia como tal, creo, es bastante buena y recurrir a un personaje (el criminal solitario) como hilo conductor ayuda a la narración, lo más importante debiera ser ir al fondo del contexto, de los vacíos e inacciones jurídicas y políticas que permiten la existencia del tráfico de medicamentos.

Yo agregaría, nuevamente, que por momentos parece decir "Estados Unidos es el justiciero del mundo (sí, también en materia de fiscalización de fármacos), pero tiene todo en contra y, oh, pobre héroe, no puede hacer nada para detener a los malos".

En fin, de cualquier modo, tanto por el tema como por el texto en sí mismo, pienso que vale la pena conocer este trabajo, sea uno periodista o no.

Muchos saludos.