Thursday, October 01, 2009

Transeúntes en la indefensión [reportaje]

Datos de la PGJDF reportan un incremento en el número de robos en la vía pública y a bordo de microbús; frente a la impunidad, experta llama a fortalecer la cultura de la prevención

Una fue asaltada a punta de pistola; la otra, en cuanto sintió que el ladrón tomaba su bolsa, soltó sus pertenencias y pudo echar a correr. Una fue acorralada por siete individuos mientras viajaba en un microbús con otros nueve o 10 pasajeros; la otra se encontró con un solo delincuente cuando caminaba cerca de un parque poco transitado. A una la atracaron un lunes por la noche; a la otra, un domingo por la mañana.
En días recientes, Abigail y Lourdes se convirtieron en víctimas de distintas modalidades del robo a transeúnte, un delito que, de acuerdo con datos de la Dirección General de Política y Estadística Criminal de la
Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), va al alza.
Cifras de la dependencia capitalina señalan que de enero a junio de 2009 se registraron 7 mil 274 asaltos en la vía pública, un promedio de 40.2 diarios. En los primeros seis meses de 2007 fueron cuatro más, 7 mil 278, pero en el mismo periodo de 2008 la tendencia bajó a 5 mil 682; esto significa que del año pasado a la fecha la práctica ha recobrado fuerza.
Por otra parte, el incremento constante es más claro en el caso de los robos a bordo de microbús: de enero a junio de 2007 se contabilizaron 734, 846 en el mismo lapso de 2008 y mil 115 en el correspondiente a 2009, es decir, 6.2 al día.

“¡Al chile, no estamos jugando!”
“Cuando volví a voltear —recuerda Lourdes—, el tipo sostenía mi bolsa de brazo y me sujetaba por la espalda, y con voz relajada, sabiendo que no habría testigos, me dijo: ‘No te muevas…’”. El hecho ocurrió al poniente de la ciudad, en el puente de avenida Constituyentes, casi esquina con Periférico, que conduce al Parque Lira, en la delegación Miguel Hidalgo.
El sujeto, de tez morena, estatura mediana, complexión robusta y “aspecto descuidado”, había comenzado a seguirla a mitad de su ascenso por las escaleras. Ella anhelaba toparse con alguna otra persona para no atravesar sola por aquel lugar, “…pero nadie”. Así, cuando el ladrón la alcanzó y soltó su advertencia, ella, ya en estado de alerta, echó a correr: “No volví a voltear, supongo que por el miedo a ver que venía detrás de mí con alguna navaja, o peor, alguna arma de fuego. Corrí y corrí”.
Abigail, por el contrario, no tuvo oportunidad de huir. Pistola en mano, siete “chavos vestidos como reggeatoneros” asaltaron el microbús en el que viajaba. Esto sucedió al oriente de la ciudad, en la colonia Granjas México de la delegación Iztacalco.
Tres de ellos, relata, abordaron el vehículo pasando el Eje 3, sobre la calle Añil; metros más adelante subieron los otros cuatro. Confiesa que su apariencia le hizo temer que cometerían un atraco e incluso pensó en bajarse, pero optó por no dejarse llevar por lo que consideró estereotipos y permaneció en su sitio. Su intuición, sin embargo, rápidamente se revelaría acertada.
“Carnal, esto ya valió madres, así que ya sabes cómo irte”, dijo uno de los asaltantes al chofer. Primero exigieron sus celulares a los nueve o 10 pasajeros; Abigail entregó el suyo. Luego comenzaron a arrancar bolsas, pero cuando uno de los sujetos llegó a su asiento ella se resistió.
El delincuente cortó cartucho, le apuntó a la cabeza y gritó: “¡Al chile, hija de tu pinche madre, no estamos jugando, esto es en serio!”. Ante la amenaza ella cedió pero el individuo, uno distinto del que había recogido su teléfono, volvió a la carga: “¡Tú traes el celular; el celular, hija de tu pinche madre!”. “¡Ya se los di!”, respondió, aunque el asaltante insistió y le siguió apuntando. Al fin intervino otro sujeto: “Ya me lo dio, güey”.
Después de eso ordenaron a los pasajeros agachar la cabeza, les advirtieron que atrás venía una camioneta —“pobres de ustedes si voltean; se los carga la chingada”— y, sin más, abandonaron el vehículo. A pesar de que el chofer sugirió no denunciar pues “ni los van a agarrar”, Abigail decidió acudir ante el Ministerio Público con la esperanza de que el hecho “no quede impune”.

Frente a impunidad, más prevención
Desafortunadamente, señala Ana María Salazar, experta en seguridad, frente a la realidad que se vive en las grandes urbes como el DF es necesario estar conscientes de los riesgos que se corren y anticiparse a situaciones como la posibilidad de sufrir un asalto en la vía pública.
Para lograrlo, la primera recomendación que ella transmite es “escuchar al instinto”, ya que éste constituye “una herramienta contra el peligro” que permite detectar cuando algo no concuerda y actuar en consecuencia. En los casos citados, tanto Abigail como Lourdes percibieron la inminencia del robo antes de que el incidente se presentara; no obstante, Salazar reconoce la dificultad de reaccionar cuando se viaja en microbús porque la persona queda atrapada en el vehículo, mientras que cuando se transita por la calle es más fácil escapar de un sujeto sospechoso.
Su segunda sugerencia es definir qué pasos se tomarían durante un asalto con tal de proteger la vida de la víctima y la de quienes la acompañan. Entre estas estrategias menciona mantener la calma y un tono “ecuánime” al hablar con los ladrones, entregar lo que se exige y buscar salir de esa situación lo más pronto posible.
Por último, en vista de la prevalencia de una cultura de la impunidad en la que los delincuentes “saben que no les va a pasar nada”, la experta aconseja fortalecer la cultura de la prevención. En ese sentido, la asociación
México Unido contra la Delincuencia recomienda, entre otras medidas, evitar el exceso de confianza, o sea, pensar “a mí nunca me va a ocurrir”; elaborar rutas de traslado con anticipación; no transitar por áreas solitarias o de noche y sin compañía; portar sólo el dinero necesario; no vestirse llamativamente ni llevar joyas o relojes ostentosos; así como ser discreto con la información sobre la economía personal y familiar.
Tras los malos episodios, Lourdes y Abigail pretenden continuar con su vida cotidiana. Sin embargo, ambas coinciden en el miedo, en el enojo, en la impotencia. “Estoy segura de que otras personas han superado peores experiencias, pero ahora no vivo tranquila”, comenta la primera. “La gente es mala, la sociedad está jodida, asaltándonos unos a otros, tal vez entre vecinos, niños con pistolas, encañonando a quien se resiste”, sentencia la segunda.
Lourdes intenta reponerse pero reconoce su paranoia: “Imagino ver en las caras de los extraños aquella que me hizo vivir tan infortunado momento… nada es igual”. Abigail, por su parte, hace hincapié en que la inseguridad no es “normal” y lanza un llamado: “No debemos acostumbrarnos, debemos denunciar y no sólo a los ‘chicos’, sino a la serie de injusticias que provocan que la ley del más fuerte y salvaje reine en la civilización”.


Nota: Este texto aparece en e-joven. Actualización: Me alegra mucho decir que con este texto volví al impreso; vean la página A15 de la edición del martes 13 de octubre o den clic aquí.

1 comment:

Root said...

Hola mi príncipe!

Independientemente de que creo que para ser reportaje pusiet haber anexado algunas otras cosas más de investigación, creo que es de los textos con más color y menos serios que he leído tuyos, te felicito!!

Me parece que logras transmitir lo que las dos mujeres te cuentan y quienes hemos pasado por una experiencia similar sabemos a qué se refiere.

Me gustó mucho, te felicito.

Te mando mil besos, como siempre.

Te adoro. Ruth