Friday, October 02, 2009

Un mundo sin hambre, ¿un mundo imposible?

Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lanzó a mediados de septiembre un dato escalofriante: se estima que el número de personas con hambre en el planeta superará los mil millones durante 2009, “mientras el flujo de asistencia alimentaria estará en su nivel más bajo de los últimos 20 años”.
La cifra, más allá del habitual discurso políticamente correcto emitido por los gobiernos y que solemos reproducir los medios de comunicación, resulta alarmante en virtud de que equivale a más de un séptimo de la población de la Tierra. Asimismo, es escandalosa porque demuestra que como humanidad seguimos sin ser capaces de edificar una base mínima para la vida digna de todos nuestros congéneres.
Ya desde la primera mitad de 2008 el propio PMA había advertido del impacto que en este campo tendrían, por un lado, el alza en los precios de los alimentos (trigo, arroz, maíz) y, por el otro, los desastres naturales. A tales factores, derivados de la demanda de grandes consumidores como China o India, de la producción de biocombustibles y del cambio climático, se deben agregar las consecuencias de algunos conflictos armados y de la crisis financiera global detonada en octubre pasado.
En ese contexto, países de África y Asia padecen los efectos sociales de la hambruna, aunque para observarlos no es necesario ir tan lejos.
Guatemala, uno de nuestros vecinos del sur, recientemente declaró estado de calamidad pública por la crisis que viven 54 mil familias. Más aún, basta mirar al interior de nuestras fronteras para percatarse de la gravedad del problema. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), por ejemplo, dio a conocer en julio que en sólo dos años, de 2006 a 2008, el número de mexicanos en pobreza patrimonial aumentó de 44.7 millones a 50.6, y el de aquellos en pobreza alimentaria de 14.4 millones a 19.5.
Frente a ese desolador panorama, tanto a nivel nacional como internacional se buscan medidas para combatir la miseria.
Aquí el gobierno federal plantea crear un impuesto al consumo general para hacerse de recursos y, afirma, distribuirlos entre las personas de menores ingresos (por lo demás, independientemente de esa presunta buena intención, voces en la política y en la academia han señalado la poca conveniencia de subir los gravámenes en época de recesión). En el mundo, por otra parte, el PMA llama a las autoridades de los países desarrollados y a las empresas transnacionales a realizar las donaciones que le permitan ayudar a la mayor cantidad posible de seres humanos.
Sin embargo, a pesar de que en las condiciones actuales es indispensable la asistencia de estados o de organismos multilaterales, me parece que acabar con el hambre requiere de acciones mucho más profundas, es decir, no de paliativos que maquillen la precariedad, sino de un cambio en el modelo de desarrollo global con la finalidad de reducir las desigualdades e incrementar las oportunidades de desarrollo.
Muy poco mejora la situación si a una persona se le da un plato de comida un día (y al siguiente quién sabe), en vez de facilitarle los elementos para que salga adelante por sus propios méritos. Y para ello es indispensable que dentro de las naciones, entre las regiones y en todo el orbe se convenga en que la humanidad, como tal, tiene el imperativo moral de terminar con las distintas expresiones de la exclusión: la escasa posibilidad de participar en los asuntos públicos, el desempleo, los bajos salarios, el deficiente acceso a la educación y la cultura... la falta de alimento.
Consciente estoy de que lo escrito aquí puede ser tildado de imposible, de utópico. Pero para afianzar mi esperanza, y sin caer en mitificaciones, evoco aquel espíritu del 68 que hoy recordamos; aquel que, aunque reprimido en California, París, Praga o el DF, pugnaba por transformar el planeta en el que habitamos. Yo, como aquellos jóvenes, también creo que otro mundo es posible. Hay que construirlo.


Nota: Este texto aparece en los Dardos de diasiete.com.

1 comment:

Elizabeth García said...

Sí es posible amor, y por contribuir a ello, te amo.
Sabes que eres una gran persona, mi inspiración y ejemplo. Gracias por permitirme crecer contigo día a día... y noche a noche jejeje.
Te amo ¿Lo sabìas?
PD: Ya te comenté seriamente en tu dardo.