Tuesday, October 21, 2008

El grunge lució en el Motorokr [crónica]

Una mujer de cabello rojo se movía sobre el escenario. Vestía playera blanca y, al igual que muchos de los espectadores, jeans entubados. Se trataba de Hayley Williams, vocalista de Paramore, una de las 14 bandas reunidas en el Motorokr Fest 2008.
Jimena corrió un largo tramo desde el estacionamiento del Foro Sol con tal de llegar a tiempo para ver a los oriundos de Tennessee, Estados Unidos. No le importó haber tenido gripa ni estar muy abrigada para evitar una recaída. La carrera valió la pena. El grupo cumplió sus expectativas: sabe rockear.
A Paramore le siguieron The Kooks. Amalia y Arturo querían escucharlos. Y, como ellos, muchos jóvenes se emocionaron con el rock pop de la agrupación originaria de Brighton, Inglaterra. Para entonces el viento ya era más fuerte, el cielo se había despejado, la gente continuaba arribando, los amigos se saludaban, se armaban los pequeños o grandes núcleos, circulaban los vasos de cerveza y salían los celulares y las cámaras digitales que habían logrado burlar la revisión a la entrada.
Tras una pausa, en el escenario negro aparecieron The Flaming Lips, a quienes Scott Weiland, vocalista de Stone Temple Piltos, habría de calificar como “una de las mejores bandas de los últimos 20 años”.
Miriam los observaba atenta. Le interesaba apreciar no sólo su música, sino también el espectáculo que los de Oklahoma montan para sus presentaciones: desde la esfera de plástico en la que se introduce el cantante Wayne M Coyne hasta las imágenes en pantalla que acompañan el show, pasando por máquinas que arrojan humo, serpentinas y confeti, así como por un pelotón de teletubbies a cada lado del grupo.
The Flaming Lips concluyeron su acto pero quedaba aún el plato fuerte del cartel: Stone Temple Pilots y Nine Inch Nails. Y aunque los segundos, comandados por Trent Reznor, fueron los encargados de cerrar y prendieron al público con un impresionante juego de luces lo mismo que con clásicos del rock industrial como “Wish”, “Closer”, “March of the pigs”, “Hurt” y “Head like a hole”, muchos —como este cronista— aguardaban con mayor ansiedad a uno de los pocos sobrevivientes del grunge de los 90.
Horas antes así lo había expuesto un sondeo realizado por una estación de radio. El público deseaba ver a Stone Temple Pilots porque, a diferencia de Nine Inch Nails, nunca habían visitado México y porque después de una separación que amenazaba con ser definitiva la banda se volvió a juntar.
La noche había caído. Eran las 8:15. En el escenario, sound chek incluido, todo parecía listo. Sin embargo, no se veía a los integrantes del grupo por ningún lado. A unos 50 metros del proscenio era difícil moverse. La expectación crecía; el cansancio también. Los entusiastas llamados de los fans se alternaban con los desesperados “¡A ver a qué hora…!”.
Pero finalmente, alrededor de las 8:30, Stone Temple Pilots saludó a la gente. Llegó la apertura y, con ella, los empujones de quienes buscaron justo el momento en que arrancara el toquín para colarse hasta el frente. Hecho: la falta de civilidad rara vez se ausenta los espectáculos masivos.
Scott Weiland en la voz, los hermanos Robert y Dean DeLeo en bajo y guitarra y Eric Kretz en la batería lucieron, física y musicalmente, como en sus mejores tiempos. Tocaron “Wicked garden”, “Big bang baby” y “Vasoline” hasta que, antes de “Lounge fly”, su carismático y controvertido cantante se dijera feliz de pisar territorio mexicano por primera ocasión. “¡Ya era hora, cabrón!”, le respondió alguien.
Continuaron con una balada de su disco No. 4, “Sour girl”, con “Crackerman” y con tres de las más solicitadas desde el principio: “Creep”, “Plush” e “Interstate love song”.
Ya casi para terminar, los Pilots hicieron brincar a los asistentes con “Sex type thing”, de su primer álbum, Core, y cuando parecía que se marchaban regresaron para culminar su presentación con “Trippin’ on a hole in a paper heart”.
Luego, los aplausos, los gritos, los puños levantados y, al borde del escenario, Kretz, los DeLeo, Weiland: la caravana de los cuatro músicos que agradecían un recibimiento intenso a pesar de la que había sido una larga espera para los grungeros de México. En resumen, la imagen que selló un concierto memorable.


Nota: Este relato (que, por cierto, también pudo titularse "Ruckeando en el Motorokr") fue publicado en el blog e-joven del portal de El Universal.

3 comments:

Necio Hutopo said...

Debo reconocer que no veo por ningún lado el por qué la crónica podría llamarse "Ruckeando"... Poca (sino es que ninguna) referencia se hace al tiempo pasado y/o a la edad de los participantes...

Sabe que, de común, me gusta leer sus crónicas, pero ésta en particular me parece básica y un tanto cuanto aburrida...

Miriam said...

Qué bueno que te la pasaste bien
y no te aburriste con nosotros
(o al menos no lo hiciste notar).
A mi me gustó más NIN, pero este es tu blog y no el mío.
A ver si Jimena no te cobra por la mención.duh

El Chri Chri said...

Yo quería ir un buen. Me gusta mucho la versión que hace Johnny Cash de Hurt. Me sorprende que haciendo tanta cosa en el periódico tengas tiempo de escribir aquí. Creo que es mucho texto para e blog le falta algo de emoción, algo más para rockear jaja. un saludo Mau.