Thursday, April 26, 2007

Tragedia y moral

[Bitácora de una última clase]

Una obra literaria puede considerarse registro de una época. Es, ahora bien —y perdón por la obviedad—, registro parcial, subjetivo, en tanto que el autor construye su trabajo a partir de su particular punto de vista, en el que influye si quien escribe es mujer u hombre, de una nacionalidad o de otra, de determinado origen étnico, así como de su condición social, educación, creencias y afinidades ideológicas y estéticas.
En Santa (1903), Federico Gamboa, una persona que perteneció a la élite política del porfiriato como secretario de Relaciones Exteriores y diplomático en Estados Unidos, Guatemala y Bélgica, se da a la tarea de plasmar un fragmento del llamado “bajo mundo”.
Considerada una de las novelas más populares de las primeras décadas del siglo XX y llevada al cine en cuatro ocasiones, esta obra relata la trágica historia de Santa, una atractiva e inocente provinciana que, tras ser engatusada por un militar y perder la virginidad y el respeto de su familia, se ve obligada a huir a la ciudad de México y convertirse en prostituta.
En la capital Santa conoce el ambiente de una casa de citas, a sus habitantes, colaboradores y visitantes, muchos de los cuales habrán de codiciarla por su belleza y pagarán por obtenerla, mientras otros —como Rubio, un hombre que aparentemente podría darle todo lo que ella quisiera, o el Jarameño, un torero español con quien comparte una pasión fugaz— le ofrecerán huecas promesas de felicidad, o como la llama el propio Gamboa, la “quimera” del amor eterno.
Es también en este contexto que Santa conoce a Hipólito, el ciego que toca el piano para la concurrencia de cada noche. De ojos “de estatua de bronce sin pátina”, feo rostro carcomido por la viruela y acompañado siempre de Jenaro, un niño de diez años que hace las veces de su lazarillo, Hipólito será, primero, confidente de Santa; después, su más ferviente enamorado.
Inscrita en el naturalismo, del que fuera su principal exponente el francés Émile Zola y una de cuyas características es llevar al extremo las técnicas del realismo, Santa se relaciona con esta corriente en la descripción rigurosa —y a veces agobiante— de personas, hechos, situaciones, sentimientos. Entre los numerosos ejemplos que sería dable citar, por el detalle con que son presentados destaco episodios como el de los múltiples paseos nocturnos de Santa y sus colegas en compañía de sus alocados clientes, el del festejo del Grito de Independencia en el Zócalo y el del vistazo a La Guipuzcoana, la posada donde vive un excéntrico núcleo de la comunidad española.
Igualmente, el naturalismo repara en los rasgos biológicos del ser humano, y plantea que tanto éstos como las condiciones sociales de hombres y mujeres son los que determinan sus destinos. Dentro de esta visión casi cientificista, el autor habrá de acercarse como un observador neutro que buscará reconstruir la realidad estudiada en toda su crudeza, consignando todo lo que halle a su paso sin prejuicio alguno.
En ese sentido, Federico Gamboa (1864-1939), en efecto, presta atención a las circunstancias fisiológicas y de clase a las que están sujetos sus personajes: discapacidades, vicios, apetitos, costumbres. Sin embargo, al momento de establecer su postura con respecto a lo narrado es cuando se aleja del principio de neutralidad del naturalismo. El autor, como miembro del grupo hegemónico, trata la miseria desde su perspectiva, y si bien parece querer apartarse de actitudes moralistas, o en todo caso también criticar a los suyos, el esfuerzo resulta insuficiente.
Aunque Gamboa intenta señalar con el índice “las hipocresías sociales”, o compadecerse de las condiciones de explotación en que viven las clases trabajadoras, a mi juicio termina revelando su desdén hacia los estratos bajos; baste de ejemplo que llega a denominar a algunos integrantes de estos grupos como “lepra social”. De ese modo Gamboa se muestra partidario de la moral predominante en la época, que entre otras características tiene la de enarbolar al sufrimiento y a la religión católica como únicos caminos hacia la redención.
No obstante, ante el hecho de que es aventurado descalificar a toda una corriente por un autor, o a un autor por una sola de sus obras, y más allá de los “peros” que pueda ponerle a esta novela, pienso que el valor de Santa radica en que permite atisbar el México de los primeros años del siglo XX, a algunos de sus personajes y los convencionalismos en los cuales se movían. Así pues, este libro de Gamboa, como insinué desde las primeras líneas, puede tomarse como testimonio de su época; cierto, uno sesgado, escrito desde la óptica de un miembro de la élite, pero testimonio al fin y al cabo.

FICHA BIBLIOGRÁFICA:
GAMBOA, Federico. Santa [1903]. México, Océano, 2004.

1 comment:

Necio Hutopo said...

Pues vamos para allá... El artista, efectivamente, retrata la realidad desde su visión (no hay quien de ello se salve)... pero ella podemos ver mucho más que lo por él pretendido... Hablo de ello un poco más extensamente acá
http://hutoyuyos.blogspot.com/2007/04/de-la-mirada-exterior.html

Para reflexiones sobre el naturalismo... Bueno, te recomiendo eches un vistazo a La Decadencia de la Mentira de Oscar Wilde (publicado en Intenciones, por MOMOS... Creo que está en la Biblioteca Central)...