Friday, February 05, 2010

El acelerado ritmo de hoy

Para la profesora Toibe Shoijet, a la memoria de Hersh Cimet


Solemos andar de prisa, envueltos en el trajín de cada día. Narro mi caso únicamente para ilustrar, no por algún afán victimista.
Invariablemente el inicio de la jornada me conduce a la computadora, en la que reviso, contesto y envío correos. También, tanto por costumbre como por obligación, veo dos o tres páginas web de noticias, repaso la agenda, enumero pendientes que intento jerarquizar, fallidamente trato de huir de Facebook y recuerdo que tengo trabajo por adelantar.
Después de hora y media me pongo los tenis y salgo a correr, uno de mis hábitos más relajantes de todo el día. De regreso, paso por el periódico, entro en casa, hago el quehacer que pueda (usualmente, sólo el que más urge), me doy un duchazo y parto hacia la redacción.
De camino busco un espacio para leer, para pensar en lo que debo terminar, para imaginar algún tema que desarrollar. Ya en el trabajo las labores me absorben: buscar notas, proponer, investigar, redactar, cabecear, ante todo, aprender. Mi turno concluye entre las 9:00 y las 10:00 pero, como saben mis colegas por experiencia propia, eso no significa que la chamba se acabe ahí.
En casa, la computadora me vuelve a llamar. Y con ella, los pendientes rezagados, otras actividades, otros hábitos (como escribir estos dardos, por ejemplo). Tal faena se prolonga hasta la 1:00 o las 2:00, cuando me dirijo a la cama a divagar, a dormir y a recuperar energías antes de comenzar el ciclo otra vez a la mañana siguiente.
Este recuento, insisto, no lleva el sello de la autocompasión. Por el contrario, me gusta vivir así, a la carrera. Eso me da cierta sensación de utilidad, de hacer mucho. Lo que me frustra, sin embargo, como quizá le suceda a mucha gente, es no saber encontrar la forma de hacer más ni de brindarme las pausas necesarias para reflexionar sobre mi vida, para planear, para valorar lo que tengo, para convivir con las personas que quiero.
La velocidad de estos tiempos nos arrastra a tal grado que una de las tesis del filósofo francés Giles Lipovetsky demuestra su acierto a cada paso que damos: nos desenvolvemos en un “imperio de lo efímero”, aquel en el que todo —las mercancías en general, la comida, las películas, las canciones, los traslados, incluso las relaciones personales— parece estar creado para durar poco o caer en el olvido si desafía esa lógica.
Internet es una muestra de esa vertiginosidad. Piense en un mensaje en Facebook o en Twitter, que queda guardado en el ciberespacio pero cuya vigencia o actualidad puede apenas rozar los segundos, hasta que otro u otros usuarios postean algo más.
Bien sé que mis alegatos no cambiarán la realidad antes descrita ni pretenden hacerlo. También soy consciente de que no me acercarán un ápice a tener el anhelado día de 36 horas con el cual juego bromas a mis conocidos.
Lo que quiero sostener es que aunque el tren del mundo no se pare ni disminuya su ritmo, somos nosotros quienes sí podemos elegir bajarnos de él al menos por un momento para dar prioridad a lo importante sobre lo urgente: la familia, la pareja, los amigos, alguien que necesite ayuda o consuelo, nuestros proyectos de vida.
Por supuesto, no digo que esto sea sencillo. Mi comportamiento habitual, lo confieso, no suele apegarse a esa premisa. No obstante, creo que es posible que todos tomemos cierta distancia respecto de las prisas a fin de recuperar un contacto humano con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Si la vida, como dicen, es demasiado corta, entonces disfrutémosla. Y hagámoslo en serio.


Nota: Este texto aparece en los Dardos de diasiete.com.


3 comments:

Almohada Carnívora said...

Mucho me temo que estás a unos pasos de caer en: a)colapso nervioso; b)orientación zen (sería curísima verte haciendo yoga); c)convertirte en trotamundos...
Y bueno, tenés razón en parte, pero, ya alguien lo dijo por ahí al calor de unas chelas y firmando cierta foto que debes recordar: cuando todo pase, nosotros no.
Pásela chévere don Mau, y ya déjate ver desgraciado...

Root said...

Príncipe: Mil veces te hubiera dicho hace unos meses que de verdad siguieras tu consejo y te dieras un par de segundos para disfrutar las cosas que están a tu alrededor y reclaman de tu atención sin ser éstas parte de tu jornada laboral... sin embargo (y aunque aún creo que si debes, de vez en cuando, darte ese chance) también aprendí que toda esa jornada que describes y que parece tan interminable, es tu forma de ser feliz y de hacer lo que amas... me da mucho orgullo que aún teniendo que renunciar de vez en vez a hacer cosas como salir con tus amigos, tengas el valor y la fuerza de continuar luchando por hacer lo que te apasiona... eres mi ejemplo!

Yo sé lo que es pedirle a un amigo dos hrs de su tiempo y que meses y meses te diga que por el trabajo no ha podido, ´sé que mucha gente puede irse alejando por ello y no entender, pero también sé que aunque cuesta mucho entenderlo, quienes se quedan cerca de ti es porque aceptan que hay personas cuya ajetreada vida los hace útiles e importantes para mucha otra humanidad.

La reflexión que haces es algo en lo que todos debemos pensar, concuerdo, pero sepa ud que siga su vida como la siga, cuenta con mi apoyo y mi admiración total.

Lo quiero! Saludos!

Necio Hutopo said...

En otras palabras "Paren el mundo, que me quiero bajar"...

Pero bueno, Don Mau, lo suyo tiene una solución fácil... Deje de dormir... Dormir está sobrevalorado...