Tuesday, January 06, 2009

Propuestas para revalorizar el trabajo

El 2009 comienza con proyecciones negativas en materia de empleo: escasa generación de plazas, estancamiento de los salarios, despidos y aumento tanto de la tasa de desocupación como del número de personas en la economía informal. Frente a esa realidad que llega a escala global, resulta oportuno formularnos preguntas que trasciendan la ya difícil coyuntura y miren hacia el futuro. Al respecto retomo un libro del filósofo y teólogo jesuita francés Jean-Ives Calvez.
Necesidad del trabajo. ¿Desaparición o redefinición de un valor? fue publicado en 1997 y traducido al español dos años después. Aunque aparecido hace más de una década, las ideas en él contenidas cobran especial vigencia en esta época de crisis.
Calvez expone que el avance tecnológico, la automatización de los procesos productivos, la reconfiguración del campo laboral y la urgencia de combatir la desigualdad social obligan a cuestionarnos acerca del papel que juega el trabajo en la vida del ser humano, de cómo valoramos a los distintos oficios y profesiones, y de cuáles alternativas tiene el Estado para garantizar que cada individuo, sin importar a qué se dedique, cuente con los ingresos suficientes para subsistir y desarrollarse.
La primera parte de este volumen consiste en el análisis del pensamiento sobre el trabajo de Georg W. F. Hegel, Karl Marx, Juan Pablo II y Hannah Arendt. A partir de dicha revisión, el autor concluye que trabajar es una actividad esencial para mujeres y hombres puesto que a través de ella nos relacionamos con el mundo exterior, socializamos y nos realizamos a nosotros mismos.
Trasladado a un plano mucho más concreto, el trabajo es indispensable porque gracias a él las personas obtenemos los recursos que nos permiten cubrir nuestras necesidades de alimentación, vestido, vivienda, educación, salud y entretenimiento.
Sin embargo, como apunta Calvez y como todos habremos constatado, en las condiciones actuales del sistema económico mundial una persona no tiene asegurado su acceso a un empleo ni que, de conseguir uno, el sueldo que reciba le baste para dar solidez a un proyecto de vida.
El filósofo añade que a este escenario de precariedad laboral se suma el hecho de que, debido a la incidencia de la informática y de la tecnología, cada vez se requerirán menos empleados para llevar a cabo numerosas tareas. Más aún, se estima que dentro de algunas décadas la cadena productiva únicamente exigirá entre 10% y 20% del total del personal que hoy la mantiene activa. De llegar a ocurrir esto, ¿dónde quedaría el 90% u 80% de trabajadores restantes?
Ante esa y otras interrogantes Calvez enumera algunas propuestas que podrían integrarse en una política de empleo. Destaco tres: el reparto del tiempo de trabajo, la renta básica de ciudadanía (RBC) y la revalorización del sector servicios.
Repartir las horas laborables, explica, ayudaría a preservar un nivel equitativo de salarios entre la plantilla de trabajadores de una empresa, así como a evitar despidos. La RBC, por su parte, consistiría en un ingreso que sería entregado a toda persona independientemente de si estuviera ocupada o no, lo que en opinión del autor contribuiría a disminuir la desigualdad y a reducir los impactos sociales del desempleo.
En cuanto a su tercera propuesta, argumenta que si por causa de la automatización de los procesos productivos las plazas en la industria están destinadas a disminuir drásticamente, una vía para contrarrestar la desocupación se encuentra en revalorizar los servicios, en particular los de tipo interpersonal. Según su razonamiento, actividades que se ejercen de persona a persona como la educación, los cuidados médicos o de enfermería, la ayuda sicológica o la instrucción artístico-cultural no son “mecanizables” y por ende representan una veta laboral aprovechable.
No obstante, dado que “a algunos todavía les cuesta comprender que un servicio tiene un valor, como tiene valor un producto industrial (…) una política de empleo, de ahora en adelante, debe consistir ante todo en el esfuerzo para hacer tomar conciencia de las necesidades de servicios, en vista de una transformación de las mentalidades”.
Cada una de estas ideas merece una discusión detallada, pero ponerlas en la mesa de discusión podría brindarnos luz para solucionar los problemas que enfrentamos ahora y para hallar las respuestas que buscaremos en el largo plazo.


Nota: Este texto sale hoy en el blog e-joven del portal de El Universal. Ahí también se incluye el resumen de un cuadro que publicó la sección de Finanzas de ese diario con recomendaciones para “conservar la chamba”.

1 comment:

Necio Hutopo said...

Bien, tengo que decirlo; no me gustó y no me gustó pero NADA... Se simplifica hasta lo estúpido el papel del trabajo no como visión individual, sino como fenómeno social. Se minimisa su naturaleza al papel socialización/sueldo y se onbvía en demasia la situación real y las causas de ésta...
No me gustó, no me gustó pero NADA...
Creo yo que ya anteriormente manifesté de manera explícita mi reticencia a tomar las fuentes que toma, hoy lo ratifico...

En fin, sé que no es el tipo de comentarios que uno espera leer, pero creo que es mejor esto a un elogio infundado e hipócrita.

Además, ya puestos y aprovechando el recien terminado día de reyes, yo me pido que me paguen por no trabajar... Para socializar, socializo mejor fuera del trabajo...