Monday, June 04, 2007

Los abismos de Chiapas

[Bitácora de una última clase]

Para comenzar, una triste y obvia realidad: en México desde siempre ha existido la desigualdad social. Si bien, por ejemplo, la Constitución señala que todos somos iguales ante la ley y las mujeres, diferencia de hace 55 años, tienen derecho a votar, lo cierto es que las brechas o francos abismos entre clases, etnias y sexos perduran. Y si en todo el país es posible encontrar muestras de ello, vale la pena reparar en las características particulares que esta situación adquiere en algunos estados de la República.
En Balún-Canán (1957), Rosario Castellanos, quien nació en el DF pero creció en Comitán, Chiapas, describe las injustas —casi coloniales— relaciones de subordinación trabajadores-patrón que se daban en las haciendas de esa entidad en tiempos de Lázaro Cárdenas y de la implantación del agrarismo.
Los Argüello protagonizan esta novela. Propietarios, familia de abolengo, observan con preocupación que el gobierno federal ordenara, dentro de otras disposiciones, el pago de un salario mínimo a los empleados, la repartición de tierras y el establecimiento de una escuela rural. Indignados, objetan que ningún “indio” vale tanto dinero; que con él lo único que harán será embriagarse; que los hacendados, al ser despojados de sus terrenos, perderán toda posibilidad de subsistencia; y que la idea de que esos indígenas aprendan a leer resulta simplemente risible.
Sin embargo, claro está, lo mismo que las otras familias de su condición, se niegan a renunciar a sus privilegios y buscan —ya sea a través del fuete, de sus influencias con el presidente municipal o de alguna otra argucia— aparentar que cumplen con la ley, mantener a los indígenas a raya y conservar su posición.
La obra está estructurada en tres partes. La primogénita de los Argüello, cuyo nombre nunca se sabe y quien pudiera ser la representación de la autora, narra la primera y la tercera con la inocencia, la naturalidad y la sinceridad de un niño. Sirva de ejemplo el siguiente pasaje:

“Todas las tardes, a las cinco, pasa haciendo sonar su esquila de estaño una vaca suiza. (Le he explicado a Mario [su hermano menor, el varón] que suiza quiere decir gorda.) El dueño la lleva a atada a un cordelito, y en las esquinas se detiene y la ordeña. Las criadas salen de las casas y compran un vaso. Y los niños malcriados, como yo, hacemos muecas y la tiramos sobre el mantel.
—Te va a castigar Dios por el desperdicio —afirma mi nana [una indígena].
—Quiero tomar café. Como tú. Como todos.
—Te vas a volver india.
Su amenaza me sobrecoge. Desde mañana la leche no se derramará”.

El segundo apartado, en mi opinión el más rico y sólido de la novela, es narrado principalmente en tercera persona, aunque también toman la palabra otros personajes como Zoraida, esposa de César y madre de los niños, Matilde, la prima “quedada”, y Ernesto, hijo bastardo de uno de los hermanos de César a quien su tío recurre no por cariño sino por mera conveniencia.
A través de ellos Rosario Castellanos logra una aguda radiografía de los convencionalismos sociales de esa época y esa región. Zoraida, por ejemplo, siendo una mujer que de pobre se incorporó a la clase alta al casarse con César, es la más reacia a volver a “pasar penas”, y por ello no pierde la oportunidad de reclamar a su marido que limite sus gastos y que no actúe con los indígenas con mano dura ni “se dé a respetar”. Matilde, por otro lado, fue una niña consentida que ahora, cuando en su rostro ya se dibujan arrugas, experimenta el tormento diario de vivir sin ver cumplidos sus románticos sueños. Ernesto, finalmente, afronta su existencia con el estigma de “hijo ilegítimo” que, por más que se esfuerce, nunca logrará merecer el reconocimiento y el aprecio de su tío.
No obstante esta riqueza de voces y de temas, hacia el final de la historia aquellos que parecían erigirse como los ejes de la novela, el agrarismo y las desigualdades sociales, se diluyen en el relato misterioso pero incierto de lo que sucede a Mario, el hijo menor, el apreciado varón, y de cómo su hermana asume la culpabilidad de esa desgracia.
Igualmente, me parece que otro aspecto que podría criticarse de este libro es quedarse casi exclusivamente con una visión, la de los hacendados, y no presentar con mayor detalle la de los indígenas, más allá de los vocablos en tzeltal, de lo místico de su cosmogonía o del sincretismo entre sus creencias y la religión católica.
Ahora bien, aunado a la belleza narrativa de la novela, en tanto protesta social encuentro en Balún-Canán el mérito de denunciar lo injusto de los esquemas de trabajo en el campo chiapaneco, una queja que no dudo podría extenderse a otras entidades del país. Asimismo, Castellanos no sólo apunta hacia la desigualdad socioeconómica entre trabajadores y propietarios, sino hacia la discriminación del blanco al indígena, e incluso dentro del mismo grupo privilegiado, del hombre a la mujer. Todo esto, además, visto desde la perspectiva de “los de arriba” no sólo como el estado de cosas “normal”, sino deseable.
A 50 años de la publicación de esta obra —concluyo—, no es difícil percatarse de que, en esencia y por doloroso que resulte, muchas de esas situaciones no han cambiado.
FICHA BIBLIOGRÁFICA:
CASTELLANOS, Rosario. Balún-Canán [1957]. México, 2a ed., FCE, 2005.

3 comments:

Necio Hutopo said...

Yo reconozco mis prejuicios... Rosario castellanos no me gusta, no me gusta cómo escribe, no me gusta cómo piensa y no me gusta como persona...

KIKA said...

Quizá necio utopo tenga razón, pero con lo que escribiste créeme que me dan muchas ganas de leer el libro. Quizás me de cuenta que la autora no escribe bien o que no me gusta su forma de pensar, pero con esa reseña le daría el beneficio de la duda.

Donbeto said...

Llegué a tu espacio, Mauricio, buscando la etiqueta "Malinche" porque estoy especulando sobre el tema.
Me quedé atrapado con tu escrito sobre Balún-Canán. Leí ese libro de Castellanos (¡que muerte tan absurda la de ella...cambiando un foco!)hace más de 20 años -soy senecto- y a mi me gustó mucho.
Ya no me da tiempo de buscar tu escrito sobre "Malinche. Volveré.
Me agradaría mucho si criticaras ó comentaras lo que he escrito.
Saludo