Wednesday, September 27, 2006

Ni “de la APPO” ni “acarreados” [crónica]


Su mensaje es claro: “¡Ulises, amigo, el pueblo está contigo!”. Son los cerca de 2 mil pobladores de municipios como San Sebastián Coatlán, San Nicolás Yaxe, San Pedro Taviche y Ozoltepec que la mañana de este martes 26 de septiembre de 2006 arribaron, desde Oaxaca, al Distrito Federal. “Llegaron como a las 6:40”, señala una oficial de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina. “Hasta el momento todo tranquilo, éstos no son los de la marcha, no son los de la APPO”.
¿El motivo? Exigir, frente a la Secretaría de Gobernación (Segob), que su titular, Carlos Abascal Carranza, y el presidente de la República, Vicente Fox Quesada, solucionen el conflicto en la entidad, iniciado el 22 de mayo pasado y que ha alejado a sus hijos de las aulas.
Muchos llevan pancartas: mantas rotuladas o cartulinas improvisadas. Invariablemente los letreros indican su lugar de procedencia, reiteran su apoyo a Ruiz Ortiz, demandan el restablecimiento de las clases.
“Están muy dispersos, unos se quedan porque van al baño, otros que por comida”, explica la oficial antes citada. Las 11:30, y mientras algunos viajeros gritan sus consignas frente al edificio de la Segob, otros han entrado a un local de quesadillas por un refrigerio. Dos o tres vendedores de fruta, uno de tamales y otro de frituras también sacan jugo a la concurrencia. Es casi medio día, por tanto, hora del almuerzo.
Algunos medios se han aparecido. Aprovechando las cámaras, como por si atacara la duda, una manifestante grita: “No somos acarreados, estamos aquí por voluntad”.
Laura Castillo Hernández es otra de las madres que viajaron desde Oaxaca, una de las más entusiastas. Asegura que lo de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca “ya es algo crítico”. Afirma asimismo que el problema no se solucionará con la destitución del gobernador Ruiz. Sin embargo, cuando un reportero de televisión le pregunta de cuál sería un posible remedio, la mujer titubea, se pone nerviosa, no acierta a más que a repetir la muletilla: “La intervención del gobierno federal”.
Pero, a pesar de todo, tiene razón: lo de la APPO es algo crítico. Lo que inició como una demanda del magisterio por reivindicaciones salariales se ha convertido en una de las mayores crisis de gobernabilidad en el sexenio de Vicente Fox. ¿Qué camino tomar? ¿Cómo frenar la violencia y, al mismo tiempo, llegar a un acuerdo con la APPO? ¿Cómo proceder: mandar a la fuerza pública a riesgo de ser tomado como un “represor”, o remover al “gobernador incómodo” y —quizá— dar
pie a que esto desate un “efecto dominó” que —como señalará Eugenio Anguiano en su artículo del miércoles— pueda poner en riesgo al propio Felipe Calderón?
Pasadas las 12:00 el contingente toma la decisión: “¡No nos moveremos de aquí hasta que Abascal nos atienda!”. La unanimidad de la resolución exacerba los ánimos. Los hombres más cercanos a la puerta comienzan a golpearla. De inmediato, no obstante, el resto de la comitiva los reprende con silbidos y amonestaciones: “¡No estamos aquí para eso!”.
Buscan una entrada, un punto de contacto con el interior de la dependencia. Rodean el edificio, dan con la reja principal, se vuelcan sobre ella. Nuevamente los empujones y los consiguientes regaños. Ahí los recibe un miembro de la Segob que asevera se permitirá el acceso a una comisión que por 20 minutos podrá discutir con otro funcionario, no el secretario, con la finalidad de determinar las acciones a seguir y si, posteriormente, Abascal Carranza podrá atenderlos.
Los representantes entran. El resto aguarda afuera. Transcurren los 20 minutos. Un hombre lo hace notar pero nadie parece hacerle caso. Algunos se separan de la entrada, se relajan. Hay quienes, inclusive, encuentran el espacio para una broma no exenta de cierta necesidad de llamar la atención: un muchacho se pega a la reja, asume su personaje y a todo pulmón grita “¡Pepe el Toro es inocente!”.
Todos ríen. Todos esperan. Corren otros 20 minutos y la comisión negociadora aún no sale. En las aceras, a la sombra, descansan algunos de los manifestantes. También lo hacen sus pancartas y sus lemas: “¡Ulises sí se queda!”, “¡Queremos clases!”, “¡Queremos soluciones!”. El mensaje, otra vez, es claro. La solución, ni para las autoridades, los analistas o los directamente afectados, no.

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