[Foro Internacional, columna]
Siempre será difícil realizar análisis serios sobre las complejas relaciones que se tejen entre Estado, gobierno y medios de comunicación, tanto más si se intenta establecer un deber ser, es decir, un ideal al que tendrían que aspirar esas relaciones. Por el contrario, siempre resultará sencillo —además de riesgoso— caer en juicios y simplificaciones exageradas de esos nexos.
Desde la semana pasada dos situaciones, una en el ámbito internacional y otra en el nacional, han incrementado la relevancia de este debate Estado-gobierno-medios.
En Venezuela, a las 23:59 horas del domingo 27 de mayo, tras la decisión de la administración de Hugo Chávez de no renovar la concesión a la compañía Radio Caracas Televisión (RCTV), la señal de este medio con 53 años de antigüedad salió del aire para dar lugar a la del nuevo canal público Televisora Venezolana Social (Teves).
Diversos organismos como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), medios y analistas —a cuyas voces me sumo— han considerado que esta fue una acción unilateral de parte de un gobierno instalado en el autoritarismo, un ataque a la libertad de expresión propio de regímenes dictatoriales que buscan acallar a la oposición. Cabe recordar que ya desde enero de este año, cuando fue anunciada esa disposición, la SIP se mostró preocupada porque el móvil de este acto fuera castigar a un medio disidente para premiar uno afín al mandatario.
Por otro lado, tanto en Venezuela como en México simpatizantes del presidente Chávez han aplaudido la medida. En nuestro país causó polémica el apoyo de Camilo Valenzuela, ex guerrillero y actual presidente del Consejo Nacional del PRD. “Tenemos que aprender de Venezuela”, dijo. ¿Era posible que la izquierda, promotora histórica de la disidencia, respaldara el cierre arbitrario de un medio?, parecía ser la pregunta. Vale agregar que, en una maniobra de inteligencia política, en voz de Fernando Belaunzarán, secretario de Formación Política del partido, el propio PRD se deslindó del asunto al decir que las declaraciones de Valenzuela fueron a título personal.
En ese concierto el punto de vista de Gabriel Guerra se situó justo a la mitad. El analista declaró tener “sentimientos encontrados” por el cierre de RCTV, ya que si bien el gobierno de Chávez había dado numerosas muestras de su autoritarismo, en esta ocasión no se trataba de haber arrebatado la concesión a un medio sino de simplemente no haberla renovado, y además estaba el hecho de que durante el golpe de Estado de 2002, que intentó derrocar al militar, la televisora había alentado la insurrección, lo que para Guerra no hay modo de justificar. (Para esta columna se buscó, sin éxito, obtener una versión más detallada del comportamiento de RCTV en esos acontecimientos.)
Más llamó mi atención sin embargo encontrar opiniones que criticaban a los detractores de la acción chavista bajo el argumento de que RCTV era una compañía equiparable a —y tan deleznable como— Televisa en México. Televisa, parecían insinuar, debería correr la misma suerte que la compañía venezolana.
Independientemente de que admito desconocer la estructura empresarial y la programación de RCTV, me parece cuando menos aventurado y falto de fundamento homologar su situación con la de la empresa de Emilio Azcárraga Jean en nuestro país. Esto me conduce ahora al escenario nacional.
El jueves 31 de mayo, en el contexto de la discusión de la acción de inconstitucionalidad promovida por 47 senadores de la 59 Legislatura en contra de las reformas a las leyes federales de Radio y Televisión y de Telecomunicaciones, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 11 de abril de 2006 por el ex presidente Vicente Fox —mejor conocidas como ley Televisa por favorecer a las dos grandes televisoras del país, la citada Televisa y TV Azteca—, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) decidió anular el refrendo automático a las concesiones de radio y tv.
Esto que significa que, contrario a lo planteado en la legislación impugnada, los actuales concesionarios deberán entrar a licitación y pagar una contraprestación al Estado al vencer sus títulos. (La SCJN, no obstante, optó por mantener como válidas las prerrogativas de los actuales propietarios durante el proceso de renovación.) Con esta decisión se cumple una de las principales demandas del grupo opositor a la ley Televisa, encabezado, entre otros, por Javier Corral, Manuel Bartlett y Raymundo Cárdenas.
Ambos casos, pues, ilustran los extremos a los que puede llegar la relación Estado-gobierno-medios. En Venezuela, por un lado, se aprecia a un gobierno autoritario que buscó y aprovechó la oportunidad de silenciar a un medio que —sin importar su línea editorial, o si estamos o no de acuerdo con ella— ejercía oposición. Se calla a quienes piensan distinto. Por otro lado, en México vemos el esfuerzo de un grupo de ex senadores —que no de todo el aparato gubernamental— por echar atrás una ley que aumenta los privilegios de los principales concesionarios de los medios electrónicos, un grupo que en ese sentido, dicho sea de paso, representa a buena parte del sector académico, intelectual y civil de la sociedad mexicana.
En síntesis, la acción de Chávez representa la imposición unilateral y antidemocrática de un gobierno —actitud que se ha traducido en amenazas a otros medios como Globovisión y CNN, a quienes el presidente acusa de instigar a que lo maten—, mientras que en México se observa la pugna por limitar el de por sí enorme poder económico y mediático de dos televisoras, un poder fáctico igual de antidemocrático que el chavista.
Hasta donde entiendo, uno de los ideales de la democracia es que en la esfera pública exista cabida para la pluralidad de voces presentes en una sociedad. En esa línea, el grupo representado por Corral, Bartlett y Cárdenas no pretende acabar con Televisa y TV Azteca, sino que entre ambas dejen de concentrar 80% del espectro radioeléctrico, y con ello se permita la entrada de más radiodifusores en aras de una mayor y más justa representación social y competencia, así como de una programación más variada y de mayor calidad.
Tengamos cuidado con los juicios apresurados y simplistas que tienen por consecuencia dificultar el entendimiento cabal de la realidad. Ni la de un gobierno ni la de un solo medio o grupo de medios deben ser las únicas voces que se escuchen en una sociedad. La apertura y la tolerancia política y mediática son requisitos indispensables para la construcción de colectividades más igualitarias e incluyentes.
Si alguien, y no dudo que así será, no comparte mis ideas, bienvenida sea la crítica. En los próximos días y semanas seguramente habrá de repetirse la célebre frase de Voltaire: “Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo”. No dejemos de reflexionar y de actuar al respecto.
Desde la semana pasada dos situaciones, una en el ámbito internacional y otra en el nacional, han incrementado la relevancia de este debate Estado-gobierno-medios.
En Venezuela, a las 23:59 horas del domingo 27 de mayo, tras la decisión de la administración de Hugo Chávez de no renovar la concesión a la compañía Radio Caracas Televisión (RCTV), la señal de este medio con 53 años de antigüedad salió del aire para dar lugar a la del nuevo canal público Televisora Venezolana Social (Teves).
Diversos organismos como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), medios y analistas —a cuyas voces me sumo— han considerado que esta fue una acción unilateral de parte de un gobierno instalado en el autoritarismo, un ataque a la libertad de expresión propio de regímenes dictatoriales que buscan acallar a la oposición. Cabe recordar que ya desde enero de este año, cuando fue anunciada esa disposición, la SIP se mostró preocupada porque el móvil de este acto fuera castigar a un medio disidente para premiar uno afín al mandatario.
Por otro lado, tanto en Venezuela como en México simpatizantes del presidente Chávez han aplaudido la medida. En nuestro país causó polémica el apoyo de Camilo Valenzuela, ex guerrillero y actual presidente del Consejo Nacional del PRD. “Tenemos que aprender de Venezuela”, dijo. ¿Era posible que la izquierda, promotora histórica de la disidencia, respaldara el cierre arbitrario de un medio?, parecía ser la pregunta. Vale agregar que, en una maniobra de inteligencia política, en voz de Fernando Belaunzarán, secretario de Formación Política del partido, el propio PRD se deslindó del asunto al decir que las declaraciones de Valenzuela fueron a título personal.
En ese concierto el punto de vista de Gabriel Guerra se situó justo a la mitad. El analista declaró tener “sentimientos encontrados” por el cierre de RCTV, ya que si bien el gobierno de Chávez había dado numerosas muestras de su autoritarismo, en esta ocasión no se trataba de haber arrebatado la concesión a un medio sino de simplemente no haberla renovado, y además estaba el hecho de que durante el golpe de Estado de 2002, que intentó derrocar al militar, la televisora había alentado la insurrección, lo que para Guerra no hay modo de justificar. (Para esta columna se buscó, sin éxito, obtener una versión más detallada del comportamiento de RCTV en esos acontecimientos.)
Más llamó mi atención sin embargo encontrar opiniones que criticaban a los detractores de la acción chavista bajo el argumento de que RCTV era una compañía equiparable a —y tan deleznable como— Televisa en México. Televisa, parecían insinuar, debería correr la misma suerte que la compañía venezolana.
Independientemente de que admito desconocer la estructura empresarial y la programación de RCTV, me parece cuando menos aventurado y falto de fundamento homologar su situación con la de la empresa de Emilio Azcárraga Jean en nuestro país. Esto me conduce ahora al escenario nacional.
El jueves 31 de mayo, en el contexto de la discusión de la acción de inconstitucionalidad promovida por 47 senadores de la 59 Legislatura en contra de las reformas a las leyes federales de Radio y Televisión y de Telecomunicaciones, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 11 de abril de 2006 por el ex presidente Vicente Fox —mejor conocidas como ley Televisa por favorecer a las dos grandes televisoras del país, la citada Televisa y TV Azteca—, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) decidió anular el refrendo automático a las concesiones de radio y tv.
Esto que significa que, contrario a lo planteado en la legislación impugnada, los actuales concesionarios deberán entrar a licitación y pagar una contraprestación al Estado al vencer sus títulos. (La SCJN, no obstante, optó por mantener como válidas las prerrogativas de los actuales propietarios durante el proceso de renovación.) Con esta decisión se cumple una de las principales demandas del grupo opositor a la ley Televisa, encabezado, entre otros, por Javier Corral, Manuel Bartlett y Raymundo Cárdenas.
Ambos casos, pues, ilustran los extremos a los que puede llegar la relación Estado-gobierno-medios. En Venezuela, por un lado, se aprecia a un gobierno autoritario que buscó y aprovechó la oportunidad de silenciar a un medio que —sin importar su línea editorial, o si estamos o no de acuerdo con ella— ejercía oposición. Se calla a quienes piensan distinto. Por otro lado, en México vemos el esfuerzo de un grupo de ex senadores —que no de todo el aparato gubernamental— por echar atrás una ley que aumenta los privilegios de los principales concesionarios de los medios electrónicos, un grupo que en ese sentido, dicho sea de paso, representa a buena parte del sector académico, intelectual y civil de la sociedad mexicana.
En síntesis, la acción de Chávez representa la imposición unilateral y antidemocrática de un gobierno —actitud que se ha traducido en amenazas a otros medios como Globovisión y CNN, a quienes el presidente acusa de instigar a que lo maten—, mientras que en México se observa la pugna por limitar el de por sí enorme poder económico y mediático de dos televisoras, un poder fáctico igual de antidemocrático que el chavista.
Hasta donde entiendo, uno de los ideales de la democracia es que en la esfera pública exista cabida para la pluralidad de voces presentes en una sociedad. En esa línea, el grupo representado por Corral, Bartlett y Cárdenas no pretende acabar con Televisa y TV Azteca, sino que entre ambas dejen de concentrar 80% del espectro radioeléctrico, y con ello se permita la entrada de más radiodifusores en aras de una mayor y más justa representación social y competencia, así como de una programación más variada y de mayor calidad.
Tengamos cuidado con los juicios apresurados y simplistas que tienen por consecuencia dificultar el entendimiento cabal de la realidad. Ni la de un gobierno ni la de un solo medio o grupo de medios deben ser las únicas voces que se escuchen en una sociedad. La apertura y la tolerancia política y mediática son requisitos indispensables para la construcción de colectividades más igualitarias e incluyentes.
Si alguien, y no dudo que así será, no comparte mis ideas, bienvenida sea la crítica. En los próximos días y semanas seguramente habrá de repetirse la célebre frase de Voltaire: “Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo”. No dejemos de reflexionar y de actuar al respecto.
3 comments:
Suscribo lo de tener cuidado con emprender juicios apresurados y sin fundamentos...
Supongamos un caso límite (y pérdonese aquí la metáfora forzada)... El gobierno de cualquier país concesiona el servicio de trasporte público de pasajeros a una empresa X... Durante años esta empresa hace uso y disfrute de los caminos del hipotético país, llevando gente de aquí para allá. Tan así que se considera así que se considera dueña y señora de los caminos del país... En realidad, prácticamente lo es.
Los problemas son que, si bien las unidades son modernas y agradables, tiene la extraña tendencia de NO llevar a la gente a donde quiere ir, sino a donde la empresa considera que quieren ir. Otro `problema es que, cuando el gobierno pretende hacer algo con los caminos (modificar el trazo para hacerlos más eficientes, por ejemplo... O cobrar un impuesto por el use y disfrute de bienes de la nación), la empresa deja de dar servicio y/o llama a sus usuarios a oponerse a las medidas "dictatoriales" del gobierno, que pretende controlar (enfermo de poder) lo que sucede y se hace en el territorio nacional y con los bienes de la nación.
Finalemente, el gobierno (en una actitud casi fascista, por supuesto) decide no renovar la concesión de la empresa X para transportar personas y fundar una empresa pública que lo haga.
La empresa X no desaparece, si quiere, puede dedicarse no ya al trasporte masivo, sino a taxis... Puede seguir existiendo, únicamente se le retiró la concesión que detentaba para el transporte público de pasajeros.
Aquí el meollo del asunto... Nadie, y Chávez menos que nadie, calló a RCTV... La empresa puede, si quiere, seguir trasmitiendo a través de la televisión de paga o por Internet, incluso podría sacar su propio periódico o publicación similar... Nadie los ha callado, el gobierno únicamente no renovó la concesión sobre un bien público y, recuérdese bien, finalmente, una de las responsabilidades de cualquier gobierno es administrar los bienes públicos.
Tiene toda la razón señor, hay que tener cuidado con los juicios apresurados y simplistas. Sobre todo, hay que tener cuidado con juzgar lo que no conocemos o conocemos sólo parcialmente... Conocer lo que es (o fue) RCTV no es tan difícil, basta con visitar su sitio... Recomiendo que se haga, eso sí, sólo si tu estómago es lo suficientemente fuerte.
http://www.rctv.net/
Hay que tener cuidado con los juicios apresurados y simplistas y, sobre todo, en la palabra de quién fundamos nuestros juicios... Algo anda muy mal cuando se recurre a la SIP para sustentar cualquier cosa relacionada a la libertad de expresión en los "juicios imparciales" de la SIP... No es un organismo en el que se pueda confiar... Algunas perlas de sus múltiples andanzas acá
(http://www.rebelion.org/medios/
argos-sip031022.htm -copias y pegar en la barra de navegación sin espacios-).
Finalmente. La RCTV era una empresa televisiva histórica que se arrogaba el derecho de decidir a quién darle voz en sus canales y satanizar, sin el menor pudor, a quienes eran contrarios a su manera de ver el mundo, sin reconocerles, por supuesto, el derecho a réplica... No sé, a mi no todo esto me suena muy conocido.
Las situaciones complejas tienen sus desventajas y la principal es que son, justamente, son complejas y no pueden banalizarse con un poco documentado (y encima, MAL) alegato a favor de "pluralidad de ideas"...
Me despido... Las frases celebres, de vez en cuando, necesitan actualizarse: Puedo no estar de acuerdo con lo que digas, pero defenderé hasta la muerte mi derecho a no estar de acuerdo...
Don Mario:
¿Cómo andamos? Como siempre (y no es sarcasmo ni nada parecido), gracias por echar un ojo al blog y dejar tus comentarios.
Va... Acepto la crítica muy bien fundada de que debí haber hecho más por indagar y conocer la programación de RCTV, máxime si para ello ahora se cuenta con el internet.
Por otro lado, la metáfora de la compañía de transporte X en el hipotético país me resultó ilustrativa en el sentido de que, en efecto, recuerda que un gobierno está encargado de administrar los bienes públicos, y además de decidir quién puede operar esos bienes de la mejor manera.
Con lo que no necesariamente concuerdo es que esa didáctica metáfora pueda aplicarse al caso de RCTV y el gobierno de Chávez, ya que una cosa es retirar una concesión para crear una empresa que cumpla con las funciones con las que la otra tenía la obligación de cumplir (si Teves lo hace o no simple y llanamente ya lo veremos), y otra distinta es retirar esa concesión como el cobro de una factura (un desquite, pues) porque la empresa en cuestión criticaba al gobierno. Tampoco estoy diciendo, por cierto, que la crítica de RCTV haya sido ejemplo de profesionalismo (ha quedado claro que antes tengo que revisar su programación).
En fin... No creo que Hugo Chávez (quien ya anunció el fin de su faceta "permisiva") sea precisamente la figura más defendible. Con esto, como con muchas otros asuntos, no tenemos por qué estar de acuerdo.
Saludos.
Me pareció muy interesante la comparación que haces entre los dos contextos que se encuentran en pleno debate en estos momentos, tanto en el país, como en Venezuela.
Creo que es muy importante señalar que el papel de los medios comunicación, muchas veces denominados en nuestro país como “el cuarto poder” es muy importante en la participación democrática, sin embargo, creo que en el caso específico de México, los medios más que formar parte de la democracia, en variadas ocasiones han atentado contra ella, como en las pasadas elecciones.
Reconozco que no estoy enterada a fondo sobre el caso de Venezuela, pero sé mucho más sobre el caso de México. Las campañas de linchamiento a los ex senadores que ha impulsado principalmente TV Azteca, de ninguna forma son “imparciales” como la televisora argumenta y me daducho gusto saber que aunque sea por Internet aún existen personas comprometidas con la labor periodística, que expresan su opinión e intentan dar un panorama más amplio de los hechos. Carmen Aristegui, en su programa transmitido por W Radio intenta dar por así decirlo “La otra cara de la moneda” en contraste a lo que argumenta la televisora de Salinas Pliego, el jueves 24 de mayo fueron publicadas tres columnas en diferentes diarios: una por Julieta Contreras (revista eme equis); otra de Dario Celis (periódico Reforma); y por último, Rogelio Varela (El Financiero) , en las que atacaban al ministro Aguirre de ser un ignorante sobre el tema y aplaudían la renuncia de Cossío. Cabe mencionar que las columnas eran idénticas en los tres medios y en el programa de Aristegui quedó manifestado que Televisa las había enviado.
Bueno, con esto quiero decir que en un pasado el Estado era el que decidía lo que se publicaba, ahora son los grandes monopolios los que los hacen, con ello no digo que las cosas antes fueran mejor, pero creo que los medios le quitan cada vez más poder al Estado, pero lo peor es que no es para el bien de la sociedad, sino para sus propios intereses. De esta forma la pregunta es ¿Se puede hablar de que los medios contribuyan a la democracia en un país como México?
Bueno ya me extendí mucho sólo me queda felicitarte y agradecerte por intentar dar una visión amplia de los hechos y hacer una crítica a la idea que las televisoras pretenden vender. Aunque no se tiene el apoyo que debiera, me da gusto saber que personas comprometidas con el periodismo como Aristegui (que conste no digo que sea lo mejor que existe) y tú intenten dar elementos para una verdadera crítica, tanto del Estado como de los medios de comunicación en sus diferentes contextos.
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