[Bitácora de una última clase]
Por “novela de la Revolución” entendemos, a grandes rasgos, el género literario surgido a raíz de y que intenta retratar y explicar, desde variados puntos de vista, distintos aspectos del proceso político, social y cultural que según la versión oficial inició el 20 de noviembre de 1910.
Los de abajo de Mariano Azuela, redactado en El Paso, Texas, en 1915 y publicado por vez primera un año después, es uno de los libros más representativos de esta categoría. En él se cuentan la historia, las peleas y los saqueos del grupo de revolucionarios dirigido por Demetrio Macías, combatiente oriundo de Moyahua, Zacatecas, temido por los federales y respetado por sus hombres.
Narrada en tercera persona y estructurada en tres partes subdivididas en pequeños capítulos, Los de abajo es una novela muy oral en el sentido de que los diálogos cobran especial importancia tanto para conducir la trama como para reconstruir la psicología y el proceder de los personajes. Azuela, quien fue médico de la facción de Francisco Villa durante la lucha armada, busca reproducir el habla de la tropa y de la gente de los pueblos que fungen como escenario de batallas.
En este contexto, resulta significativa la aparición del joven Luis Cervantes, la representación del propio autor dentro de la historia. Cervantes, al igual que Azuela, estudió medicina. También fue periodista, y como tal, antes de decidir unirse a la cuadrilla de Macías convencido de su afán de ayudar a revertir la injusticia social en la que el gobierno tenía sumida a la nación, escribió artículos incendiarios en contra de los rebeldes.
Mientras los soldados, incluido el mismo Macías, son analfabetos, Luis Cervantes, el “curro”, pertenece a lo que podría llamarse la clase ilustrada. De ahí el contraste entre las formas de pensar de uno y otros, de que aquellos no comprendan los discursos que él pronuncia como si se dirigiese a los ideólogos de la Revolución. Y de ahí que, al presentarse ante el cabecilla hablándole de los “ideales” y de la “causa” a defender, éste simplemente le conteste: “¿Pos cuál causa defendemos nosotros?...”.
Por otro lado, a mi juicio es posible establecer cierta similitud entre Los de abajo y algunos de los cuentos contenidos en los Relatos de la Revolución de Rafael F. Muñoz. En ambas obras, a diferencia de lo que sucede en, por ejemplo, La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán, la atención no se vuelca hacia la capital del país ni hacia las altas esferas del poder, sino a sucesos particulares, alejados del centro, a partir de los cuales pretende mostrarse cómo impactó el movimiento a la soldadesca y a los habitantes de zonas rurales de estados como Zacatecas, Durango y Jalisco.
De esa manera, aunque Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Victoriano Huerta son mencionados en la novela, sólo forman parte del trasfondo en el que ocurren los hechos narrados en ella. Los principales episodios no giran en torno a los líderes de la Revolución, sino a este grupo concreto de combatientes que, realmente sin tener una estrategia o una finalidad definidas, parecen perseguir el encuentro con Francisco Villa, a quien admiran a pesar de nunca haber visto. Cabe añadir, por cierto, que ese culto termina o al menos se ve diezmado cuando llegan a ellos los rumores de una derrota del Centauro del Norte.
“Somos elementos de un gran movimiento social que tiene que concluir por el engrandecimiento de nuestra patria. Somos instrumentos del destino para la reivindicación de los sagrados derechos del pueblo”, afirma en algún momento Luis Cervantes. No obstante, en la obra no se aprecian soldados —por así decirlo— conscientes de la lucha de la que forman parte, sino a campesinos o peones vueltos revolucionarios por su desprecio hacia los federales o hacia los caciques de sus lugares de origen, pero cuya última meta puede ser, después de todo, regresar a casa habiendo obtenido alguna ganancia de sus saqueos y “avances”. A este respecto vale evocar la escena en la que los soldados tratan, sin orgullo ni remordimiento, el tema del “yo robé”.
Pero tal vez lo más relevante de la realidad novelada sea el hecho de que, sobre todo hacia el final del relato, la soldadesca con frecuencia se pregunte por qué o por quiénes tendría que seguir luchando. Entre la confusión y el desencanto, el propio narrador esgrime la que quizá sea la única respuesta al alcance: “Porque si uno trae un fusil en las manos y las cartucheras llenas de tiros, seguramente que es para pelear. ¿Contra quién? ¿En favor de quiénes? ¡Eso nunca le ha importado a nadie!”.
Para finalizar, si bien esta obra de Mariano Azuela no bastaría para desentrañar todo el género de la novela de la Revolución, ni mucho menos para comprender este complejo proceso que configuró numerosas características del México del siglo XX, sí tiene el mérito de presentar una visión no centralista de la lucha armada, de recordar que en el plano ideológico nunca hubo un verdadero consenso de por qué se estaba combatiendo, así como de plantear la pregunta de cómo vieron “los de abajo” el movimiento revolucionario. Más aún, puede hacer que nos cuestionemos cómo lo vemos y qué significa ahora, a tres años de cumplirse su centenario.
FICHA BIBLIOGRÁFICA:
AZUELA, Mariano. Los de abajo [1916]. México, 2a ed., FCE, 2006.
1 comment:
Ya ve, señor, como poniéndose a escribir... Puede escribir condenadamente bien (y mire que las reseñas no son una cosa que suela apreciar mucho que digamos)...
Aunque, eso sí, de novelas de la Revolución, yo me quedo (con los ojos cerrados, con Los Relámpagos de Agosto)
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