Monday, November 20, 2006

La vida plasmada en tinta


A Erika Martínez:
feliz cumpleaños, mi amor


Admiro a quienes no creen en el destino. Me inspiran respeto aquellas personas que dudan, desconfían de la sola noción de algo similar al meant to be, de que el sino de la humanidad, de los países, los pueblos o los individuos pueda estar trazado desde antes de que éstos pisen la Tierra.
Sin embargo, no me cuento dentro de los miembros de ese grupo. Quizá por ello los admiro. Si bien no acepto totalmente la idea de que nuestras vidas sean como un libro ya escrito, o preescrito, de principio a fin —con puntos y comas— por algo o alguien “superior” a nosotros, tampoco me atrevo a refutar de tajo la posibilidad de eso que llamamos coincidencias, sincronías o, a secas, destino.
¿O de qué otra manera explicaría, entonces, que a mis 22 años y justo en mi época como practicante en un periódico llegara a mis manos Tinta roja del chileno Alberto Fuguet, una novela sobre un estudiante de periodismo de 23 años que entra a “hacer la práctica” a El Clamor, “Diario masivo y popular”? Valga el anterior compendio autobiográfico como preámbulo a lo que habrá de tratarse en estas líneas, la obra de Fuguet. Por lo demás, ofrezco una disculpa por las pasadas y futuras confesiones.
Tinta roja, decía, versa sobre la vida de Alfonso Fernández Ferrer, en particular acerca del verano en que fue reportero de práctica en la sección policial de El Clamor, medio más o menos equiparable a La Prensa o El Metro de México.
Publicado por primera vez hace 10 años, en 1996, el interesante trabajo de este chileno también responsable de Sobredosis, Mala Onda, Por favor, rebobinar o Las películas de mi vida deja ver, en primer lugar, la influencia del cine. Fuguet (Santiago, 1964) comienza la narración presentando a un Alfonso ya adulto, en apariencia exitoso editor de una revista de viajes, Pasaporte, quien, no obstante, se sabe insatisfecho: “[...] la mediocridad —revela— es más sutil de lo que uno cree y a veces te abraza con el manto de la seguridad. Uno se acostumbra y sigue adelante. La vida creativa puede ser activa e intensa, pero carece de la estabilidad del pantano. Uno, al final, puede vivir de lo más bien sin estímulos. El hombre es un animal de costumbres y yo me acostumbré”.
Semiahogado en el desencanto, Alfonso observa a Martín Vergara, joven, periodista y escritor en ciernes en cuya persona se ve reflejado pero, a la vez, encuentra actitudes ingenuas y desdeñables —como la de ignorar que “lo único que a uno no le sobra es tiempo y veranos”—, lo mismo que el modelo de hijo que no cumple su vástago biológico, Benjamín. Finalmente, por cierto, en Vergara también halla a un rival.
La competencia unilateral que Alfonso emprende en contra de Martín culmina la noche del cumpleaños de éste. Martín se embriaga y provoca que Alfonso le hable y recuerde su propia juventud. En ese punto un flashback conduce la narración a la época en que Fernández Ferrer ingresó a El Clamor para conocer cadáveres al igual que el desprecio de editores prepotentes, el crimen, el sufrimiento más descarnado, a Saúl Faúndez, al fotógrafo Escalona, al Camión Sanhueza, a Roxana Aceituno y al detective Hugo Norambuena. En pocas palabras, en El Clamor Alfonso conoce al mundo y a sí mismo.
Desde el punto de vista técnico, el cambio en el tipo de narrador, de uno en primera persona a uno en tercera, da la impresión de alejamiento, de la perspectiva que proporciona el paso de los años. Una vez concluida esta remembranza, que constituye la mayor parte del libro, una elipsis nos regresa al Alfonso adulto que narra su presente.
Resulta sencillo inferir que en este tipo de novela autobiográfica el fuerte no es la tensión o el misterio que mantiene la historia. Fuguet guarda un ritmo constante —sin muchos altibajos— y libera el desenlace de forma gradual, en pequeñas dosis. Empero, el enorme mérito de esta obra no reside en la incertidumbre o la duda generada en el lector, sino en el grado de identificación que es capaz de establecer con éste, es decir, en cómo lo hace recordar y reflexionar sobre su propia vida.
En ese sentido, y a pesar de los localismos en el lenguaje —por otro lado, necesarios para imprimir realismo al relato—, me parece que Tinta roja es un excelente retrato de la existencia y los conflictos del joven latinoamericano de clase media con cierta sensibilidad intelectual y artística, así como, por supuesto, con sueños de grandeza y, a la manera de los autores de la generación de Tom Wolfe que aspiraban a crear “La Gran Novela Americana”, con la creencia de que a través del periodismo es factible saltar a la literatura y convertirse en escritor. Qué mejor muestra de esa ilusión que la frase inicial del libro: “Nací con tinta en las venas. Eso, al menos, es lo que me gustaría creer”.
Igualmente, Fuguet logra una personal y entrañable antología de las enseñanzas que, tanto en el ejercicio periodístico como en letras y en la vida, nos invitan, por llamarlo de algún modo, a madurar. Así, dentro del periodismo destaca la contundencia y la crudeza de reporteros “chapados a la antigua” como Omar Ortega Petersen, El Chacal, o el propio Saúl Faúndez, forjados no en las aulas universitarias sino en las redacciones y fuera de ellas. De boca del primero escuchamos la frase “No existen las noticias aburridas, solamente los reporteros ineptos y reprimidos”, mientras que el segundo cuestiona a Alfonso qué le enseñaron en la escuela, porque “El periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle”.
En lo que respecta a la literatura, sin ser nada cercano a un académico Faúndez da cátedra de la relación entre la realidad y cuentos y novelas, de cómo deben producirse éstos: “Por mucha que sea la tentación, es mejor escribir sobre uno, sobre lo que sabes, que escribir sobre los otros”. Y en tercer término cabe añadir que mediante sus personajes Fuguet transmite una suerte de filosofía del devenir cotidiano, cuyas máximas plantean, por ejemplo, la importancia de que una persona descubra cuáles son sus prioridades, de no juzgar a los otros por “las cosas chicas”, del sufrimiento como causa del apego a la mentira o de la libertad como única integridad válida.
Termino este recorrido con una última confesión: despertó especialmente mi interés la forma en que el autor plasma el inestable, alentador y al mismo tiempo doloroso proceso del joven que crece y comienza su entrada a la vida adulta y, en ese tránsito, por momentos llega a sentir que su existencia se va directo al carajo. O, en palabras de Fuguet: “Nada tan grave, nada tan raro, solo esa sensación de estar a la deriva. La vida, simplemente”. Pero, más aún, fuera de la crudeza antes descrita, prefiero quedarme con una de las ideas clave de esta novela: la vida da segundas oportunidades. Hasta este punto, me consta.

FICHA BIBLIOGRÁFICA:

FUGUET, Alberto. Tinta roja [1996]. España, Punto de Lectura, 2006.

2 comments:

Jesús Serrano Aldape said...

Ya me acordé de ese libro mi querido Mau. Un amigo mío, el que trabaja en la crónica, me habló de él. Me acordé de golpe, y más porque el tipo está fascinado con la nota roja, aquí te dejo la dirección de su blog para que lo vayas a acatarrar. http://lanaveestelar.blogspot.com

Con respecto a tu artículo me deja constreñido el que no creas en el destino y de una forma casi mágica te vas a topar un libro con muchas de las características de tu vida actualmente (lo mismo Juan, el compa del que te hable) sólo falta que digas que el cuate tiene una bella novia de nombre Erika. Es curioso que lo menciones, pero ese libre albedrío, para mí, es muy característico de los hombres modernos con la convicción de ganarle a un mundo del que sólo conocen la superficie, pero a pesar de todo me late, y me late porque las historias de fracaso que siguen a continuación me hacen creer que "algo" vale la pena. Pero considero que sí existen las tramas que se tejen porque al menos le da mucha emoción a una tragedia tan descarnada como lo es una existencia humana.

Esta semana fui a ver una peli de la muestra "Ma Mere" (Mi Madre), de Christophe Honoré, basada en una novela de Georges Bataille. ¿Creerás que esa película, que remueve las tripas, me hizo, inmediatamente después de salir del cine, ir a buscar la novela de Bataille? Y de ahí a un affaire con la psicología no estoy lejano.

Con respecto al libro me parece que cuando termine el que estoy leyendo lo voy a comprar, ya son dos concidentia oppositorum en el mes, es como si el accidente que orquesta el destino me llevara a sus redes. Cuidate y mantente firme amigo.

Erika said...

Mau, me encanta que escribas sabes que tienes mucho talento. Sé que te encanta leer y que no puede evitar plasmar lo que piensas.
Te amo y no quiero ser nunca un obstáculo para que obtengas lo que deseas, trabajas mucho por lo que quieres no dudo que lograras cada uno de tus objetivos.
Espero que las cosas mejoren aun cuando no sea juntos. No sabes como me gustaría que fueras feliz, aun sin mí.
Gracias por mencionarme tu blog (aunque ya lo sabía) ¿no crees que te tardaste un poquito?