[Bitácora de una última clase]
¿Es el caos, el desorden, un estado de cosas inherente a México, tanto que desde antes de la creación de este país se hizo presente en cada uno de los momentos que conformaron la conspiración independentista? Tal pudiera ser una de las preguntas que se desprenderían de la lectura de Los pasos de López de Jorge Ibargüengoitia (y, por lo demás, esa idea serviría para explicar varios episodios de la historia nacional y de los zafarranchos que observamos y vivimos día con día).
Autor de una vasta obra novelística, teatral y periodística, Ibargüengoitia parodia con inteligencia y humor la génesis del movimiento que buscaba liberar a este territorio de la corona española. Para hacerlo recurre a referentes históricos como el del cura Miguel Hidalgo, los corregidores, el “Grito” o el estandarte con la Virgen de Guadalupe, pero en el camino los reviste no sólo de nombres distintos sino de un halo encantador, de una especie de jocosa naturalidad.
Es así como nace el cura Periñón, carismático como quizá todos los revolucionarios pero, a la vez, descuidado, soñador en extremo, un poco ingenuo y, al fin y al cabo, humano. Por otra parte, para narrar la historia el escritor se vale de Matías Chandón, un militar que acaba de llegar a la región para competir por el mando de un pelotón y que, sin saberlo, terminará convirtiéndose en parte de esa conspiración libertadora.
“Al recordar este acto a la luz de los treinta años pasados —comenta Chandón a manera de introducción, cuando la historia apenas va cobrando vuelo—, me asombra la variedad de suertes que el destino nos reservaba a los que estábamos allí. La mayoría están muertos, pero mientras unos descansan en el altar de la Patria, los huesos de otros yacen en tierra bruta porque en ningún cementerio quisieron recibirlos”.
A lo largo del relato, tejido con una prosa directa, ligera, Ibargüengoitia emplea diferentes recursos como el uso de los paréntesis para insertar saltos o aclaraciones en la narración, meramente explicativas en algunos casos, divertidas o reveladoras en otros. Asimismo, en el pasaje donde se cuenta cómo fue descubierta la rebelión a raíz de traiciones y desafortunadas coincidencias, el autor construye una mini puesta en escena quizá para tomar prestado su efecto tragicómico al teatro.
Pero más allá de aspectos técnicos, el mérito de Los pasos de López, en mi opinión, reside en su crítica hacia las versión ritual tipo monografía de papelería del inicio de la guerra de independencia y del perfil de quienes participaron en él.
En esta novela hallamos lo que a mi juicio representa el hartazgo del autor con respecto de los lugares comunes que constituyen la mitología nacional. Es posible ubicar algunos ejemplos de lo anterior en el mote del “Grito de Ajetreo”, en la forma en la que presenta a un pueblo que festeja cualquier acción de sus líderes con un efusivo “¡Viva la independencia! ¡Viva la Virgen Prieta! ¡Viva el señor cura Periñón!”, y más todavía en cómo, a fin de ahorrarse el esfuerzo de tener que contar de qué manera sucedieron hechos de sobra conocidos, opta por escribir un simple y lapidario “etcétera”.
Jorge Ibargüengoitia, igualmente, se burla, aunque siempre con elegancia, de la cobardía de los supuestos héroes, es decir, de la actitud que lleva a los falsos conjurados a delatar las causas que dicen respaldar sólo por salvar el pellejo. También se ríe del absurdo, de la desorganización, de la total falta de idea, de la inocencia, candidez o de plano ingenuidad de quienes pretendían fraguar la gesta por la independencia, de cómo llegaron a creer que podrían alcanzar la libertad sin siquiera tener que usar la fuerza, con sólo firmar un papel —como si fuera, como se dice, de “enchílame otra”—, o de su afán de cargar con un cañón que les gana más problemas que triunfos.
Si tuviera que elegir entre las dos obras que he leído de Ibargüengoitia, Los pasos de López y antes Maten al león — aunque al admitir que únicamente he leído un par de sus libros me echo la soga al cuello y me descalifico como pleno conocedor de su trabajo para dar un juicio del todo sustentado—, me quedaría con la segunda. Creo que ambas están adecuadamente construidas y narradas con soltura, y si bien reconozco que el final de Los pasos de López es, por decir lo menos, ingenioso, Maten al león me parece una novela más redonda, más acabada en el sentido de que no deja cabos sueltos, no posee fisuras.
En Los pasos..., en particular en lo que toca a Matías Chandón, aunque gracias a él y porque lo menciona en más de una ocasión sabemos que sobrevivió y terminó casándose con Cecilia Parada, hija de uno de los hombres que apoyó el levantamiento insurgente, nunca nos enteramos de qué le sucedió entre la última vez que vio a sus compañeros al separarse de ellos y el momento en que decide empezar a contar su historia.
No obstante, preferencias y opiniones con poco fundamento aparte, lo cierto es que, al menos para conocer una de las novelas de Ibargüengoitia, para divertirse un rato con las peripecias Periñón así como de las del resto de estos improvisados e inexpertos independentistas, o para descubrir con una sonrisa de complicidad en los labios por qué el libro se titula como se titula, vale la pena seguir Los pasos de López.
FICHA BIBLIOGRÁFICA:
IBARGÜENGOITIA, Jorge. Los pasos de López [1987]. México, Joaquín Mortiz, 2006.
1 comment:
Los pasos de Lopez surge de una obra teatral (jamas estrenada) llamada La Conspiración Vendida, según confesará (en su momento) el propio Ibarbüengoítia, de ahí la escena teatralizada a la que te refieres.
Por otro lado, para conocer mejor al autor hay que leer no sólo sus novelas (y te recomiendo Estas Ruinas que Ves), sino (y sobre todo) sus cuentos cortos (La Ley de Herodes) y artículos (publicados por los 60 y 70 en las páginas del Exselcior de Sherer y, posteriormente, la revista Siempre), de estos últimos, los mejores se encuentran en Instrucciones para Vivir en México, Misterios de la Vida Diaria y Autópsias Rápidas (el último, lamentablemente, casi inconseguible).
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