Wednesday, January 10, 2007

Hugo Chávez: ¿socialista incomprendido o icono del autoritarismo?


[Foro internacional, columna]

Venezuela lo vio llegar al poder el 2 de febrero de 1999. Desde ese momento, Hugo Rafael Chávez Frías, nacido el 28 de julio de 1954, ha sido junto con Fidel Castro uno de los mandatarios más polémicos de toda Latinoamérica, si no es que del mundo entero.
Identificado con la izquierda, defensor del “socialismo bolivariano”, cabeza del fallido golpe de Estado de 1992 en contra de Carlos Andrés Pérez y, a su vez, objeto de un intento de derrocamiento en 2002, el coronel no ha dudado en externar su opinión, con frecuencia políticamente incorrecta, sobre los procesos electorales y problemas en la región, el “imperialismo” de Estados Unidos o, por supuesto, su propio gobierno.
A inicios de 2007, tras haber derrotado a Manuel Rosales en las elecciones del 3 de diciembre de 2006, Chávez comienza su segundo periodo, que, si en el camino no se atraviesa una reforma constitucional que lo prolongue, habrá de terminar en 2013.
El pasado martes 9 de enero, la prensa destacó el anuncio del presidente Chávez de nacionalizar la electricidad, la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV) y la infraestructura encargada de los procesos de mejoramiento de los crudos pesados.
Asimismo, se hizo énfasis en su intención de promover una ley habilitante que le otorgue poderes especiales que le permitan legislar sin necesitar la aprobación del Congreso y, en otro ámbito, los insultos que profirió en contra del secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza.
Vale la pena adentrarnos en el contexto de estos hechos, indagar qué hay detrás y alrededor de ellos. Venezuela, para empezar, es un país rico en petróleo, el tercer exportador de ese energético a Estados Unidos (a cuyo presidente, por cierto, Chávez acusó de ser “el diablo” durante la última sesión de la Asamblea General de la ONU).
Con esa riqueza, según lo explica el periodista argentino Andrés Oppenheimer en su libro Cuentos chinos, Hugo Chávez ha consolidado su poder dentro y fuera de su territorio, mas no ha logrado abatir la pobreza y la desigualdad social que aquejan a los venezolanos.
Por otro lado, se ha venido especulando que Chávez planea afianzarse en su mandato de aquí al 2030, con lo que se agregaría otro nombre a la historia de dictadores iberoamericanos que buscaron y consiguieron perpetuarse en el poder. Piénsese, por ejemplo, en Francisco Franco en España o en el más o menos recién fallecido Augusto Pinochet en Chile.
Y si bien Chávez ha pretendido justificar sus acciones, todo parece indicar que cuando menos las llevadas a cabo en últimas fechas persiguen el fin de mantenerlo en la silla.
A unos días de su triunfo en las presidenciales de diciembre, anunció su intención de crear un partido único, y advirtió que aquel miembro del gobierno que no perteneciese a él debería abandonar su cargo.
Igual de sonada fue su decisión de no renovar la concesión a la televisora privada Radio Caracas Televisión (RCTV), un medio crítico hacia el gobierno. Tal medida provocó reacciones de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que se declaró preocupada porque el móvil de esta maniobra fuera castigar a un emisor opositor para premiar a uno afín al régimen chavista, y además, también originó los comentarios que le valieron a José Miguel Insulza ser tildado de —con todas sus letras— “pendejo”. Valga la aclaración, no escandaliza la palabra, sino que venga de un primer mandatario y vaya dirigida al titular de un organismo internacional.
Pese a todo lo anterior, Hugo Chávez afirma que conduce a Venezuela al socialismo, no pierde la oportunidad de acaparar cámaras y micrófonos lo mismo que la atención mundial (recuérdese, si no, la pugna con Guatemala por ver quién ocuparía el asiento no permanente correspondiente a América Latina en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas) y hace gala de una retórica entre bíblica y demagógica del tipo “todo aquello que fue privatizado nacionalícese”.
Ahora bien, si ante la ambivalencia que pudiere despertar la figura de Hugo Chávez —polarizante en sí misma— surgen dudas, lo cierto es que sólo el tiempo y, claro, las acciones y omisiones del presidente, así como las consecuencias que de ellas deriven, dirán al mediano y largo plazo si este hombre fue un socialista incomprendido, un genuino héroe que rescató el sueño de Simón Bolívar de una América Latina unida, o si, por el contrario, no fue más que otro de tantos ejemplos de autoritarismo, uno con muchos petrodólares en los bolsillos.

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