La importancia de conocer la historia, expone Pablo Serrano, encargado del despacho de la Dirección General del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, puede resumirse así: “Lo que somos y de dónde venimos viene del pasado, es necesario siempre recurrir a él para entenderse en el presente”.
“Hay acontecimientos que pertenecen a nuestra identidad nacional: la Independencia, la Reforma, la Revolución”. Así, tras el nacimiento de la nación mexicana (1810-1821), “vinieron las guerras intestinas por reordenar nuestro territorio, conformar una sociedad y establecer un Estado nacional”. A la postre surgió el gobierno de Porfirio Díaz, el porfiriato, en el que “hay un despegue económico con muchas desigualdades sociales, una dictadura a la que sobreviene la Revolución Mexicana”.
Acerca de esta última —que este 20 de noviembre celebra el 97 aniversario de su inicio—, destaca que “fue una revolución de muchas revoluciones: fue eminentemente social, cambió el régimen político de la dictadura a uno más institucional y marcó un momento especial para la historia del siglo XX mexicano”.
—¿En cuál de esas muchas revoluciones es más visible su legado?
—El proyecto revolucionario se vio plasmado en la Constitución de 1917. En el tema educativo, en 1910 había un nivel impresionante de analfabetismo que ahora no hay. En el trabajo están los artículos más importantes: mejoras al salario, prestaciones, sindicatos, organización, libertad de expresión. El artículo 27 permitió la reforma agraria, desmembrar las haciendas del siglo XIX, la expropiación petrolera. Un conjunto de demandas sociales se cumplen al finalizar la Revolución. La Constitución del 17 da coherencia a ese proyecto para que veamos mejoras sustanciales en distintos ámbitos. Obviamente, no todo se cumplió, pero su alcance es parte de nuestro presente. En la Constitución, en lo que tiene que ver con los sectores sociales, hay una presencia considerable. En lo político, el cambio de régimen, que después permitió el régimen de partido único y el autoritarismo, ahora, con la democratización de los procesos electorales, es un valor que viene de la Revolución maderista.
—¿Existen mitos en torno a la Revolución?
—Muchos: que no cumplió sus metas, que éstas fueron cortadas de inmediato, sobre sus héroes. Se convirtió en mito por la historia oficial: personajes, proyectos, batallas. Sin embargo, esos mitos son “normales” dentro del proceso revolucionario. El Estado los estimuló por mucho tiempo para que la gente siguiera identificada con la Revolución y así legitimarse. Pero la sociedad ha madurado, los mitos se han ido difuminando, y aunque siguen presentes, por ejemplo, Pancho Villa y Zapata, creo que la sociedad ha evolucionado y ha desechado esa tendencia de la historia oficial a utilizar los mitos revolucionarios para legitimar una serie de cosas.
—El Estado utilizó la Revolución como un mito unificador, como un concepto en torno al cual podía unir a la población.
—Claro, porque el Estado surgió de esa Revolución. Concluido el proceso revolucionario se le utilizó como un ente unificador conectado con la paz social, con los beneficios que recibían campesinos y obreros por la aplicación de la Constitución. Los procesos democráticos eran controlados a través de ese mito. En el siglo XX encontramos, sobre todo en esta era del autoritarismo, el uso de la Revolución como parte fundamental de la legitimidad del Estado surgido de la misma. A partir de los 70 esa tendencia se fue cuestionando por población, intelectuales y grupos sociales que se oponían a ese autoritarismo. En el 2000, cuando gana otra corriente política, resurge la figura de Madero como un ideal democrático que se persiguió durante todo el siglo.
—Además de la intervención del Estado, ¿qué otros factores actúan en esa mitificación? ¿Por qué Villa y Zapata se vuelven mitos?
—Porque son símbolos y éstos usualmente se conectan a valores patrióticos o de pertenencia regional, nos unifican, como la bandera y la existencia de un héroe o villano como Villa o de un líder campesino como Zapata. La sociedad tiende a crear esos símbolos independientemente de la posición del Estado o del gobierno en turno. El mito es parte de la identidad social. Lo importante es que se recupera el pasado, y aunque sea mito, leyenda o verdad, es parte de nuestro presente. Lo relevante es que se discutan, se estudien, se analicen y se conozcan estas historias para saber acerca de nuestro pasado.
—La guerra de Independencia comenzó en 1810; la Revolución, en 1910. Una idea que sostiene un sector de la población es que en 2010 podría estallar otro levantamiento. ¿Existen las condiciones para ello?
—Me niego a pensar en esa posibilidad. La gente anda con esa tendencia de interpretación, pero el México de hoy es otro en comparación al de la Independencia y la Revolución; son otras condiciones sociales, políticas y económicas que no permiten visualizar un levantamiento por el estilo. Un colega comparó 1810 y 1910: el México del siglo XIX y el de 1910 eran muy parecidos; ahora somos radicalmente opuestos. No hay el mismo escenario, así que no tenemos que preocuparnos por eso. No creo en los tiempos cíclicos de la historia, sino que es dinámica, compleja y que no podemos visualizar a partir de ella cambios o transformaciones a futuro.
—A tres años de conmemorar el centenario del inicio de la Revolución, ¿qué puede ésta enseñarnos?
—El bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución nos permitirán revisitarlas, reflexionar sobre el pasado y nos llevarán, más que a festejar, a visualizar nuestro pasado y presente. Somos un país plural, diverso, y los festejos nos permitirán pensar cómo han sido esos rasgos. Me niego a que se utilice a ambas desde un punto de vista maniqueo, justificador o que niegue su vinculación con nuestra identidad nacional. Es un momento especial para que nos revisemos y digamos “esto pasó”. Nuestra reflexión se conecta a nuestro presente, para saber cómo somos, de dónde venimos, cuál es el origen de nuestros problemas y cómo solucionarlos. Creo que el 2010 va a ser el año de la reflexión mexicana. Ojalá así sea.
“Hay acontecimientos que pertenecen a nuestra identidad nacional: la Independencia, la Reforma, la Revolución”. Así, tras el nacimiento de la nación mexicana (1810-1821), “vinieron las guerras intestinas por reordenar nuestro territorio, conformar una sociedad y establecer un Estado nacional”. A la postre surgió el gobierno de Porfirio Díaz, el porfiriato, en el que “hay un despegue económico con muchas desigualdades sociales, una dictadura a la que sobreviene la Revolución Mexicana”.
Acerca de esta última —que este 20 de noviembre celebra el 97 aniversario de su inicio—, destaca que “fue una revolución de muchas revoluciones: fue eminentemente social, cambió el régimen político de la dictadura a uno más institucional y marcó un momento especial para la historia del siglo XX mexicano”.
—¿En cuál de esas muchas revoluciones es más visible su legado?
—El proyecto revolucionario se vio plasmado en la Constitución de 1917. En el tema educativo, en 1910 había un nivel impresionante de analfabetismo que ahora no hay. En el trabajo están los artículos más importantes: mejoras al salario, prestaciones, sindicatos, organización, libertad de expresión. El artículo 27 permitió la reforma agraria, desmembrar las haciendas del siglo XIX, la expropiación petrolera. Un conjunto de demandas sociales se cumplen al finalizar la Revolución. La Constitución del 17 da coherencia a ese proyecto para que veamos mejoras sustanciales en distintos ámbitos. Obviamente, no todo se cumplió, pero su alcance es parte de nuestro presente. En la Constitución, en lo que tiene que ver con los sectores sociales, hay una presencia considerable. En lo político, el cambio de régimen, que después permitió el régimen de partido único y el autoritarismo, ahora, con la democratización de los procesos electorales, es un valor que viene de la Revolución maderista.
—¿Existen mitos en torno a la Revolución?
—Muchos: que no cumplió sus metas, que éstas fueron cortadas de inmediato, sobre sus héroes. Se convirtió en mito por la historia oficial: personajes, proyectos, batallas. Sin embargo, esos mitos son “normales” dentro del proceso revolucionario. El Estado los estimuló por mucho tiempo para que la gente siguiera identificada con la Revolución y así legitimarse. Pero la sociedad ha madurado, los mitos se han ido difuminando, y aunque siguen presentes, por ejemplo, Pancho Villa y Zapata, creo que la sociedad ha evolucionado y ha desechado esa tendencia de la historia oficial a utilizar los mitos revolucionarios para legitimar una serie de cosas.
—El Estado utilizó la Revolución como un mito unificador, como un concepto en torno al cual podía unir a la población.
—Claro, porque el Estado surgió de esa Revolución. Concluido el proceso revolucionario se le utilizó como un ente unificador conectado con la paz social, con los beneficios que recibían campesinos y obreros por la aplicación de la Constitución. Los procesos democráticos eran controlados a través de ese mito. En el siglo XX encontramos, sobre todo en esta era del autoritarismo, el uso de la Revolución como parte fundamental de la legitimidad del Estado surgido de la misma. A partir de los 70 esa tendencia se fue cuestionando por población, intelectuales y grupos sociales que se oponían a ese autoritarismo. En el 2000, cuando gana otra corriente política, resurge la figura de Madero como un ideal democrático que se persiguió durante todo el siglo.
—Además de la intervención del Estado, ¿qué otros factores actúan en esa mitificación? ¿Por qué Villa y Zapata se vuelven mitos?
—Porque son símbolos y éstos usualmente se conectan a valores patrióticos o de pertenencia regional, nos unifican, como la bandera y la existencia de un héroe o villano como Villa o de un líder campesino como Zapata. La sociedad tiende a crear esos símbolos independientemente de la posición del Estado o del gobierno en turno. El mito es parte de la identidad social. Lo importante es que se recupera el pasado, y aunque sea mito, leyenda o verdad, es parte de nuestro presente. Lo relevante es que se discutan, se estudien, se analicen y se conozcan estas historias para saber acerca de nuestro pasado.
—La guerra de Independencia comenzó en 1810; la Revolución, en 1910. Una idea que sostiene un sector de la población es que en 2010 podría estallar otro levantamiento. ¿Existen las condiciones para ello?
—Me niego a pensar en esa posibilidad. La gente anda con esa tendencia de interpretación, pero el México de hoy es otro en comparación al de la Independencia y la Revolución; son otras condiciones sociales, políticas y económicas que no permiten visualizar un levantamiento por el estilo. Un colega comparó 1810 y 1910: el México del siglo XIX y el de 1910 eran muy parecidos; ahora somos radicalmente opuestos. No hay el mismo escenario, así que no tenemos que preocuparnos por eso. No creo en los tiempos cíclicos de la historia, sino que es dinámica, compleja y que no podemos visualizar a partir de ella cambios o transformaciones a futuro.
—A tres años de conmemorar el centenario del inicio de la Revolución, ¿qué puede ésta enseñarnos?
—El bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución nos permitirán revisitarlas, reflexionar sobre el pasado y nos llevarán, más que a festejar, a visualizar nuestro pasado y presente. Somos un país plural, diverso, y los festejos nos permitirán pensar cómo han sido esos rasgos. Me niego a que se utilice a ambas desde un punto de vista maniqueo, justificador o que niegue su vinculación con nuestra identidad nacional. Es un momento especial para que nos revisemos y digamos “esto pasó”. Nuestra reflexión se conecta a nuestro presente, para saber cómo somos, de dónde venimos, cuál es el origen de nuestros problemas y cómo solucionarlos. Creo que el 2010 va a ser el año de la reflexión mexicana. Ojalá así sea.
Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine. Dedico este texto a Erika Martínez: feliz (casi) cumpleaños, amor. Sé que tu entrega y perseverancia te llevarán a conquistar cada una de tus metas. Abrazos.
3 comments:
No puedo más que decir: Gracias.
Primero por dejarme leer y comentar contigo esta nota que logró motivar mi reflexión ante el estudio de la historia, en relación a la constitución de los sujetos a través del reconocimiento de éstos en el complejo entramado social, pero sobre todo en la inscripción de perspectivas de futuro. Me parece una buena entrevista, aunque ya sabes que no estoy completamente de acuerdo con la postura del entrevistado, que es algo que ya tuvimos oportunidad de tocar ampliamente.
En segundo lugar, gracias por un regalo tan especial, me llena de emoción leerte, y si soy honesta, más emoción aun es que me dediques un artículo.
En tercer lugar, pero no menos importante, gracias por compartir y estar a mi lado, gracias por un cumpleaños mucho más real, honesto y digno de recordarse, gracias por amarme , comprenderme y luchar por esto.
Te amo, abrazos.
La entrevista buena..: Aunque la inclusión del 2010 como tema en ella me parece, cuando menos, forzada y sin justificación...
Aunque, eso sí, concuerdo con el entrevistado; la historia no es cíclica y por ellos mismo es poco probables la existencia de un levantamiento en 2010 (para qué esperar dos años?)
Bueno, hay varias cosas que em gustaría decirte, en primer lugar me da mucho gusto que te estén publicando entrevistas en otro medio y que las hagas con tanto entusiasmo y con toda la entrega que te caracteriza, desde que te conozco, sigo reiterando que me gusta mucho tu blog, y la forma en la que escribes.
Por otra parte creo firmemente que no existe mejor cosa en esta vida que estar enamorado, es esa fuerza que te da ánimos cuando sientes que ya no puedes o quieres seguir adelante... y de verdad te digo de corazón que me da mucho gusto que luches por la persona a la que quieres y que ella también luche por ti. De verdad les deseo lo mejor del mundo. Sé que soy una eterna enamorada del amor y eso lo sabes muy bien, pero creo que dificilmente encuentras a la persona que en verdad es tu complemento y cuando lo haces no la debes dejar ir por más pruebas que te ponga el destino... sé que esto es muy personal y quizás no es el espacio para escrbirlo, pero de cualquier forma quería que lo supieran... les deseo toda la felicidad del mundo.Gracias por ser mi amigo y confidente,y gracias por todo en general.
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