[Foro Internacional, columna]
Las audiencias ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos por parte del general David Petraeus, jefe militar estadounidense en Irak, y de Ryan Crocker, embajador en ese país asiático, han intensificado el debate en torno a qué debe hacer EU con respecto de su presencia en aquella nación: permanecer o retirarse.
A estas alturas, sin embargo, muy pocas dudas quedan de que la campaña en Irak ha sido un fracaso, y de que, en ese sentido, como han mencionado políticos y analistas tanto dentro como fuera de la Unión Americana, las tropas estadounidenses deben regresar a casa. Antes de hacerlo, empero, a nivel multilateral tendrá que pensarse en una estrategia que resguarde la seguridad de los habitantes de la región.
Y es que más de cuatro años y medio han pasado desde que el gobierno de George W. Bush, escudado en la supuesta búsqueda de armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein en el marco de la llamada guerra preventiva contra el terrorismo, decidiera invadir Irak movido por intereses geopolíticos y económicos. O como escribiera en sus memorias recién publicadas Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de EU, “por el petróleo”.
De ese modo, no obstante las justificaciones esgrimidas por el secretario de Defensa, Robert Gates, o por el propio Petraeus, los hechos son contundentes: nunca se encontró evidencia del arsenal que se adjudicaba a Hussein; si bien han caído algunas cabezas de Al-Qaeda, como Abu Musab al-Zarqawi, la red terrorista aparentemente sigue operando; los iraquíes no viven mejor ni en una democracia de tipo occidental sino que, por el contrario, su país se ha convertido en uno de los sitios más peligrosos de todo el orbe; y, en medio de esa vorágine, EU y sus aliados son vistos como enemigos del islam, no como paladines de la justicia y la libertad.
Así las cosas, ¿qué representa ahora Irak para el mundo y qué habrá de significar en los años por venir? Aventuro algunas ideas.
Para Bush, por más que el mandatario ha invertido capital político con la finalidad de que no sea así, Irak se convertirá en uno de los signos ominosos que marcarán los dos periodos de su presidencia (2000-2004 y 2004-2008). A este estigma habrá que sumar, entre otras situaciones, una primera victoria electoral dudosa, los ataques del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center en Nueva York y al Pentágono en Virginia, así como los problemas y decesos que han enfrentado las tropas de EU en Afganistán de ese año a la fecha.
El factor Irak, por otra parte, no sólo tendrá consecuencias en el historial personal de Bush sino en la política interna estadounidense. Ya en noviembre de 2006 este asunto se erigió como una de las causas que provocaron que, después de 12 años, el Partido Republicano perdiera la mayoría legislativa en el Congreso. Asimismo, es muy probable que en noviembre de 2008 se torne en uno de los elementos que determinen el regreso de los demócratas a la Casa Blanca.
Y en lo que toca a EU como nación, líneas arriba se señaló que la campaña en Irak ha despertado, además de la desconfianza de un sector de la opinión pública mundial, la animadversión de seguramente no pocos musulmanes. De esa manera, ante el posible brote de represalias fundamentalistas y violentas —todas reprobables—, aun en la merecida crítica a la política exterior de la administración Bush será necesario enfatizar en no responsabilizar ni mucho menos culpar a toda la población estadounidense por la invasión a Irak, más todavía en tanto que millones de sus miembros se han manifestado en contra de ella desde el ámbito legislativo, de la academia, de los medios de comunicación y de la sociedad civil.
Amplío el panorama: si bien para Medio Oriente Irak ya es un punto conflictivo, en los próximos años, sin importar cómo proceda EU en el corto plazo, es de esperar que las condiciones políticas y de seguridad empeoren. Por tanto, los países que lo rodean deberán cooperar para que la región recupere la estabilidad, mas no incentivar las rencillas entre grupos étnicos. Irán y Arabia Saudita, por ejemplo, dada su influencia sobre los sectores chiíta y sunita, respectivamente, tendrán la oportunidad de fungir como mediadores.
De no ocurrir lo anterior, como apuntan algunas de las fuentes citadas por George Packer en su reportaje “Planning for defeat”, publicado en The New Yorker, no habría que descartar que, debido a la inviabilidad del Estado-nación, éste se dividiera en facciones independientes.
Para la comunidad internacional, finalmente, Irak debe representar importantes lecciones. En primer lugar, la impotencia del Consejo de Seguridad de la ONU para impedir que en 2003 EU actuara e invadiera el país asiático debe significar un duro llamado de atención para el organismo. Igualmente, el fracaso político-militar estadounidense debe recordarnos que el mundo en el que vivimos —con todo lo que ello implica— es bastante más complejo que antaño, al grado de que un país ya no puede llegar a otro y, sin más, intentar apoderarse de sus recursos bajo el pretexto de promover la democracia.
E Irak, por último, debe advertir de que Occidente aún está muy lejos de comprender al mundo musulmán, y de que tendrá que hacerlo a fin de eliminar un antagonismo irracional y aspirar a alcanzar la coexistencia pacífica. Ya veremos si somos capaces de trascender de las enseñanzas a los hechos.
A estas alturas, sin embargo, muy pocas dudas quedan de que la campaña en Irak ha sido un fracaso, y de que, en ese sentido, como han mencionado políticos y analistas tanto dentro como fuera de la Unión Americana, las tropas estadounidenses deben regresar a casa. Antes de hacerlo, empero, a nivel multilateral tendrá que pensarse en una estrategia que resguarde la seguridad de los habitantes de la región.
Y es que más de cuatro años y medio han pasado desde que el gobierno de George W. Bush, escudado en la supuesta búsqueda de armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein en el marco de la llamada guerra preventiva contra el terrorismo, decidiera invadir Irak movido por intereses geopolíticos y económicos. O como escribiera en sus memorias recién publicadas Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de EU, “por el petróleo”.
De ese modo, no obstante las justificaciones esgrimidas por el secretario de Defensa, Robert Gates, o por el propio Petraeus, los hechos son contundentes: nunca se encontró evidencia del arsenal que se adjudicaba a Hussein; si bien han caído algunas cabezas de Al-Qaeda, como Abu Musab al-Zarqawi, la red terrorista aparentemente sigue operando; los iraquíes no viven mejor ni en una democracia de tipo occidental sino que, por el contrario, su país se ha convertido en uno de los sitios más peligrosos de todo el orbe; y, en medio de esa vorágine, EU y sus aliados son vistos como enemigos del islam, no como paladines de la justicia y la libertad.
Así las cosas, ¿qué representa ahora Irak para el mundo y qué habrá de significar en los años por venir? Aventuro algunas ideas.
Para Bush, por más que el mandatario ha invertido capital político con la finalidad de que no sea así, Irak se convertirá en uno de los signos ominosos que marcarán los dos periodos de su presidencia (2000-2004 y 2004-2008). A este estigma habrá que sumar, entre otras situaciones, una primera victoria electoral dudosa, los ataques del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center en Nueva York y al Pentágono en Virginia, así como los problemas y decesos que han enfrentado las tropas de EU en Afganistán de ese año a la fecha.
El factor Irak, por otra parte, no sólo tendrá consecuencias en el historial personal de Bush sino en la política interna estadounidense. Ya en noviembre de 2006 este asunto se erigió como una de las causas que provocaron que, después de 12 años, el Partido Republicano perdiera la mayoría legislativa en el Congreso. Asimismo, es muy probable que en noviembre de 2008 se torne en uno de los elementos que determinen el regreso de los demócratas a la Casa Blanca.
Y en lo que toca a EU como nación, líneas arriba se señaló que la campaña en Irak ha despertado, además de la desconfianza de un sector de la opinión pública mundial, la animadversión de seguramente no pocos musulmanes. De esa manera, ante el posible brote de represalias fundamentalistas y violentas —todas reprobables—, aun en la merecida crítica a la política exterior de la administración Bush será necesario enfatizar en no responsabilizar ni mucho menos culpar a toda la población estadounidense por la invasión a Irak, más todavía en tanto que millones de sus miembros se han manifestado en contra de ella desde el ámbito legislativo, de la academia, de los medios de comunicación y de la sociedad civil.
Amplío el panorama: si bien para Medio Oriente Irak ya es un punto conflictivo, en los próximos años, sin importar cómo proceda EU en el corto plazo, es de esperar que las condiciones políticas y de seguridad empeoren. Por tanto, los países que lo rodean deberán cooperar para que la región recupere la estabilidad, mas no incentivar las rencillas entre grupos étnicos. Irán y Arabia Saudita, por ejemplo, dada su influencia sobre los sectores chiíta y sunita, respectivamente, tendrán la oportunidad de fungir como mediadores.
De no ocurrir lo anterior, como apuntan algunas de las fuentes citadas por George Packer en su reportaje “Planning for defeat”, publicado en The New Yorker, no habría que descartar que, debido a la inviabilidad del Estado-nación, éste se dividiera en facciones independientes.
Para la comunidad internacional, finalmente, Irak debe representar importantes lecciones. En primer lugar, la impotencia del Consejo de Seguridad de la ONU para impedir que en 2003 EU actuara e invadiera el país asiático debe significar un duro llamado de atención para el organismo. Igualmente, el fracaso político-militar estadounidense debe recordarnos que el mundo en el que vivimos —con todo lo que ello implica— es bastante más complejo que antaño, al grado de que un país ya no puede llegar a otro y, sin más, intentar apoderarse de sus recursos bajo el pretexto de promover la democracia.
E Irak, por último, debe advertir de que Occidente aún está muy lejos de comprender al mundo musulmán, y de que tendrá que hacerlo a fin de eliminar un antagonismo irracional y aspirar a alcanzar la coexistencia pacífica. Ya veremos si somos capaces de trascender de las enseñanzas a los hechos.
1 comment:
Bueno, al margen de que la columna me gusta (no es que aporte demasiados datos nuevos, pero no creo que fuera esa la idea)... debemos decir que esta frase "el fracaso político-militar estadounidense debe recordarnos que el mundo en el que vivimos —con todo lo que ello implica— es bastante más complejo que antaño, al grado de que un país ya no puede llegar a otro y, sin más, intentar apoderarse de sus recursos bajo el pretexto de promover la democracia"...
Cualquiera diría que es una lección que debería haber aprendido desde Camboya, Vitnam, Panama, etc... No?
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