A cinco días de las elecciones federales y locales de este 5 julio, autoridades electorales, partidos políticos, candidatos, medios de comunicación y ciudadanos nos preparamos de distintas formas y con diversos ánimos para la jornada comicial.
Retomo algunos datos con el propósito de dimensionar lo que esta fecha representa.
La ciudadanía: 77 millones 481 mil 874 personas están inscritas en la lista nominal del IFE y, por lo tanto, están facultadas para votar; de ellas, 51.79% son mujeres y 48.21% hombres, mientras el grupo de edad de 20 a 34 años concentra más de 38% del total de electores (de ahí el momentáneo pero fuerte interés de los partidos por captar el “voto joven”).
Los cargos en disputa: de los comicios federales se elegirá a los 500 diputados que integrarán la 61 Legislatura (300 por mayoría relativa y 200 por representación proporcional), y que iniciarán funciones en septiembre; seis entidades renovarán gubernatura: Campeche, Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora, en la mayoría de las cuales se prevé una cerrada lucha entre los candidatos del PRI y del PAN; a nivel local, además, se juegan 433 diputaciones, 552 presidencias municipales y las 16 delegaciones del DF.
Materiales: tan sólo para el proceso federal, cuyo costo asciende a 12 mil millones de pesos, se imprimieron 80 millones 337 mil 352 boletas y se instalarán 140 mil 239 casillas.
Previsiones: frente al antecedente de que las elecciones de mitad de sexenio convocan menos participación que unas presidenciales, y frente al desencanto ciudadano hacia los políticos, se estima que el abstencionismo será mayor a 60%; a esto hay que agregar la expectativa generada por el movimiento de orígenes variados en favor de anular el voto: en tanto sus detractores consideran que no alcanzará un porcentaje significativo —y que si lo logra de todos modos será inútil—, sus partidarios calculan que superará su promedio histórico y, justamente por eso, deberá ser tomado en cuenta por gobernantes y representantes populares.
Ahora, puesto el escenario, expreso mi pronóstico y mi deseo respecto de la jornada electoral.
Creo que, en efecto, poca gente saldrá a votar, ya sea como protesta o por mero desinterés. También pienso que, contrario a quienes lo subestiman, el sufragio nulo llegará a una cifra importante. Y luego de eso, como ya han señalado los críticos de la opción de anular, no obstante las muestras de molestia ciudadana, gobernadores, diputados, alcaldes y delegados recibirán sus respectivas constancias de ganadores y asumirán sus cargos.
Pero es aquí donde viene mi anhelo: por un lado, que los políticos entiendan que un régimen sin legitimidad y sin respaldo ciudadano —es decir, lo que tenemos hoy por hoy— no se mantendrá por mucho tiempo; por el otro, que los mexicanos comprendamos que, a pesar de nuestro derecho a quejarnos y a exigir mejores funcionarios públicos, durante este 5 de julio o durante cualquier otra elección, nuestras acciones en la construcción de esta democracia no deben quedarse en actos simbólicos, sino trascender hacia la organización y las propuestas.
En ese sentido, que el descontento manifiesto en una abstención consciente, en un voto nulo razonado o en nuestro sufragio por el candidato “menos malo” adquiera relevancia dependerá de que sepamos traducirlo en demandas concretas y articuladas, como que se realicen reformas para que se requiera un mínimo de votos para validar una elección o para que ejecutivos y legislativos rindan cuentas más claras a la sociedad.
Para decirlo sin tanto rodeo, independientemente de lo que decidamos hacer con la boleta el próximo domingo, debemos tener presente que nuestros derechos y nuestras responsabilidades cívicas van mucho más allá de los días en los que estamos llamados a las urnas.
Retomo algunos datos con el propósito de dimensionar lo que esta fecha representa.
La ciudadanía: 77 millones 481 mil 874 personas están inscritas en la lista nominal del IFE y, por lo tanto, están facultadas para votar; de ellas, 51.79% son mujeres y 48.21% hombres, mientras el grupo de edad de 20 a 34 años concentra más de 38% del total de electores (de ahí el momentáneo pero fuerte interés de los partidos por captar el “voto joven”).
Los cargos en disputa: de los comicios federales se elegirá a los 500 diputados que integrarán la 61 Legislatura (300 por mayoría relativa y 200 por representación proporcional), y que iniciarán funciones en septiembre; seis entidades renovarán gubernatura: Campeche, Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora, en la mayoría de las cuales se prevé una cerrada lucha entre los candidatos del PRI y del PAN; a nivel local, además, se juegan 433 diputaciones, 552 presidencias municipales y las 16 delegaciones del DF.
Materiales: tan sólo para el proceso federal, cuyo costo asciende a 12 mil millones de pesos, se imprimieron 80 millones 337 mil 352 boletas y se instalarán 140 mil 239 casillas.
Previsiones: frente al antecedente de que las elecciones de mitad de sexenio convocan menos participación que unas presidenciales, y frente al desencanto ciudadano hacia los políticos, se estima que el abstencionismo será mayor a 60%; a esto hay que agregar la expectativa generada por el movimiento de orígenes variados en favor de anular el voto: en tanto sus detractores consideran que no alcanzará un porcentaje significativo —y que si lo logra de todos modos será inútil—, sus partidarios calculan que superará su promedio histórico y, justamente por eso, deberá ser tomado en cuenta por gobernantes y representantes populares.
Ahora, puesto el escenario, expreso mi pronóstico y mi deseo respecto de la jornada electoral.
Creo que, en efecto, poca gente saldrá a votar, ya sea como protesta o por mero desinterés. También pienso que, contrario a quienes lo subestiman, el sufragio nulo llegará a una cifra importante. Y luego de eso, como ya han señalado los críticos de la opción de anular, no obstante las muestras de molestia ciudadana, gobernadores, diputados, alcaldes y delegados recibirán sus respectivas constancias de ganadores y asumirán sus cargos.
Pero es aquí donde viene mi anhelo: por un lado, que los políticos entiendan que un régimen sin legitimidad y sin respaldo ciudadano —es decir, lo que tenemos hoy por hoy— no se mantendrá por mucho tiempo; por el otro, que los mexicanos comprendamos que, a pesar de nuestro derecho a quejarnos y a exigir mejores funcionarios públicos, durante este 5 de julio o durante cualquier otra elección, nuestras acciones en la construcción de esta democracia no deben quedarse en actos simbólicos, sino trascender hacia la organización y las propuestas.
En ese sentido, que el descontento manifiesto en una abstención consciente, en un voto nulo razonado o en nuestro sufragio por el candidato “menos malo” adquiera relevancia dependerá de que sepamos traducirlo en demandas concretas y articuladas, como que se realicen reformas para que se requiera un mínimo de votos para validar una elección o para que ejecutivos y legislativos rindan cuentas más claras a la sociedad.
Para decirlo sin tanto rodeo, independientemente de lo que decidamos hacer con la boleta el próximo domingo, debemos tener presente que nuestros derechos y nuestras responsabilidades cívicas van mucho más allá de los días en los que estamos llamados a las urnas.
Nota: Este texto aparece hoy en e-joven. Actualizo: Como había prometido, aquí los links a otros análisis sobre las plataformas de los partidos políticos. Este jueves, en El Universal, Onésimo Flores escribe sobre el PRI y Paola Zavala sobre el PVEM.