Monday, October 27, 2008

México debe evitar que dinero del narco entre a la política: embajador de Colombia

El diplomático resalta la necesidad de que exista cooperación internacional para enfrentar un problema "que no respeta fronteras"


Luis Camilo Osorio, embajador de Colombia en México, relata: la historia del narcotráfico en el país sudamericano “tiene un punto clímax cuando a mitad de los 90 los dineros de los cárteles empiezan a penetrar las campañas políticas al más alto nivel; ahí se da una situación en la que el Estado colombiano en su totalidad —organismos de seguridad, de investigación, de justicia, autoridades electorales— toma una respuesta fuerte para combatir esa penetración”.
En su despacho, el diplomático recuerda que en ese contexto surgió “lo que se conoce como el Proceso 8000”, acción judicial emprendida contra el entonces presidente Ernesto Samper en la que se le acusaba de haber recibido financiamiento del narco antes de las elecciones de 1994. La Cámara de Representantes finalmente absolvió al mandatario en 1996, pero en el caso se vieron involucrados “dirigentes políticos, congresistas y hombres públicos de muy alto nivel”, entre ellos el ex ministro de Defensa Fernando Botero Zea, quien purgó una condena de 30 meses prisión.
“A partir de ese momento comienza una lucha frontal contra el narcotráfico”, apunta. Así, en los 90 fueron capturados los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, líderes del Cártel de Cali hoy extraditados a Estados Unidos, y murió Pablo Escobar, cabecilla del Cártel de Medellín “que utilizó instrumentos de terrorismo y sobornos contra la policía, y desató toda una guerra contra el Estado en la que éste tuvo que poner todas sus capacidades y las armas de la República para enfrentarlo”.
No obstante, el abogado de profesión enfatiza que la lucha contra la criminalidad no cesa. Y respecto del temor que existe en México de que recursos del narcotráfico lleguen a las campañas rumbo a los comicios de 2009 para renovar la Cámara de Diputados, reitera la necesidad de que, como se busca en Colombia, las autoridades electorales vigilen “el ingreso de dineros, el origen, los montos máximos”.


La lucha “valerosa” de Calderón
Responsable de la embajada desde septiembre de 2006, Osorio ha podido observar desde el principio la ofensiva que el gobierno de Felipe Calderón ha lanzado contra el crimen organizado. A su juicio, el presidente mexicano asumió, “desde el primer momento, una muy valerosa posición de lucha contra la criminalidad”, que ha redundado en la caída de bandas de delincuentes, algunas de ellas procedentes de territorio colombiano.
“El propósito de tener seguridad democrática, como le llamamos en Colombia —expone—, es una situación previa, sine qua non, para que los estados tengan viabilidad de crecimiento, de expansión de los empleos, de inversión internacional, de confianza de los empresarios para seguir ampliando sus negocios, para que la sociedad tenga calidad de vida, se sienta segura, no objeto de extorsión o chantaje”.
Al señalarle que los críticos del mandatario mexicano han reiterado que su forma de encarar a la delincuencia —por ejemplo, recurriendo al Ejército— encierra riesgos para los derechos humanos, el embajador responde: “El combate contra la criminalidad tiene que guardar el debido respeto por la dignidad de las personas, por sus derechos fundamentales, aun cuando esa no es la misma norma que sigue la criminalidad, que no respeta vidas. Mal haría el Estado en combatir al crimen y a la delincuencia con más crimen y más delincuencia”.
Por ello, asegura, “en Colombia una de las cosas en la que mayor énfasis ponemos es en que haya mano dura, mucha eficacia, pero cero violación de los derechos humanos”.


Despenalizar el consumo, un error
Puesto que el de las drogas es un problema mundial, sostiene Osorio, “la cooperación tiene que ser internacional y muy estrecha porque la criminalidad no respeta fronteras, soberanía o territorios”. Fue en ese marco de colaboración que, en 2007, Colombia invitó a México y a otros países de Centroamérica y el Caribe a una reunión en Cartagena para discutir sobre el tema. De hecho, “México tomó el liderazgo para repetirla aquí el próximo año”.
Durante esa cumbre “llegamos a la conclusión de que ya se rompió la barrera de los que se decían países productores, países tránsito y países consumidores. Esa es una situación gravísima porque genera dificultades laborales, familiares, personales, hace mucho daño a la sociedad”. Por tal motivo, insiste, “el combate debe ser muy de la mano de todas las naciones”.
En cuanto a la posibilidad de que la pobreza en América Latina sea un factor que fomente la delincuencia y que los gobiernos del continente estén descuidando, el diplomático afirma que “no puede la criminalidad ser soporte para que nadie se gane la vida y tenga un sustento decoroso. Lo que ocurre, es verdad, es que hay que abrir nuevos escenarios en los que la gente tenga acceso a un empleo digno”.
Sobre la propuesta de despenalizar el consumo de ciertas drogas, que en México ha entrado a debate a partir de iniciativas de los partidos de la Revolución Democrática (PRD) y Socialdemócrata (PSD), Osorio se remite al criterio del presidente colombiano Álvaro Uribe: “Él cree que es una gran equivocación despenalizar el consumo. No es posible que consideremos que eso es una actividad lícita. Creemos que la manera más eficaz de combatir la droga es cerrando todos los tapones, y uno de ellos es el consumo. Nuestra política ha sido esa. No creo que haya posibilidades, elementos que nos indiquen que debemos cambiar de posición”.

Nota: Una versión editada de este texto fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.

Friday, October 24, 2008

Plan anticrisis de Calderón, correcto pero insuficiente: Aurora Gómez Galvarriato

Investigadora del CIDE califica como positiva la intención de invertir en infraestructura y de construir una refinería; por el contrario, señala, bajar los aranceles afectaría los productos nacionales y las fuentes de empleo


Aunque el gobierno de México camina “en la dirección correcta” con el paquete de medidas que recién propuso para enfrentar el impacto de la crisis financiera global desatada en Estados Unidos, debió haber actuado antes y tendría que destinar más recursos tanto para la construcción de infraestructura como para la creación de fuentes de trabajo, consideró Aurora Gómez Galvarriato, académica del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Hasta hace algunas semanas, recordó, la administración del presidente Felipe Calderón “vino diciendo que la economía mexicana estaba blindada, que no iba a afectar la recesión, cuando a todas luces eso no podía ser”. El pasado 8 de octubre, sin embargo, el mandatario admitió que la menor actividad económica mundial golpeará al país en la forma de una baja en el precio del petróleo, en la demanda de las exportaciones nacionales, en el envío de remesas de mexicanos que viven en el exterior, así como en una disminución del turismo y de la inversión extranjera.
El mismo día, acompañado de los secretarios de Hacienda, Agustín Carstens, y de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, Calderón anunció el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo, compuesto por cinco puntos: aumentar el gasto público en infraestructura, agilizar el ejercicio del presupuesto en esta materia, construir una nueva refinería, brindar mayor apoyo a pequeñas y medianas empresas, y promover la desregulación y desgravación arancelaria.
Según el jefe del Ejecutivo, de aprobar el Congreso de la Unión los cambios legales que implica su programa —como eliminar el esquema de Proyectos de Impacto Diferido en el Registro del Gasto (pidiregas) para asumirlos como deuda de Pemex—, el país contaría con 78 mil millones de pesos que podrían emplearse para aminorar los efectos de la crisis. De ese monto, Calderón planteó dirigir 53 mil millones a obras de infraestructura energética, carretera, ferroviaria, educativa, de salud, de seguridad, agropecuaria y de vivienda.
De acuerdo con Gómez Galvarriato, en las circunstancias actuales “es importante que el gobierno tenga la capacidad de actuar contracíclicamente”. Para ello “tiene que dejar atrás la idea del déficit público cero, de tener una balanza pública completamente equilibrada, que fue su objetivo desde hace varios años. Gracias a que ha mantenido ese presupuesto relativamente equilibrado, hoy puede gastar”.
No obstante, la doctora en Historia por la Universidad de Harvard señaló que las cantidades proyectadas le parecen insuficientes. Los 53 mil millones de pesos, por ejemplo, “ya era dinero que estaba destinado para infraestructura y no se gastó porque no se hicieron las licitaciones a tiempo o por otras razones”. Por ende, “el gobierno tiene que volverse expedito en eliminar trámites y en ver que ese dinero empiece a entrar a la economía ya”.
La investigadora calificó como positiva la idea de edificar una refinería porque esto permitiría dar un mayor valor agregado al petróleo. Igualmente, se expresó en favor de los proyectos de infraestructura “porque en México, para ser más productivos, necesitamos mejores carreteras, más presas, una inversión mucho más grande en rubros que han descuidado los gobiernos de las últimas décadas”.
Por otra parte, criticó la propuesta de bajar los aranceles puesto que tal medida podría afectar a los productos nacionales y por tanto a las fuentes de empleo. Asimismo, agregó, la tasa de interés interbancaria, de alrededor de 8.25%, no resulta “congruente” con el propósito de incentivar el crecimiento.


Excesivo optimismo ante crisis larga
La crisis actual, expuso Gómez Galvarriato, es “completamente distinta” a las que sufrió México en 1982 y en 1994-1995 porque, mientras aquéllas tuvieron un origen interno debido a la fragilidad del sistema financiero y al endeudamiento, ésta partió de causas externas como la falta de regulación en los mercados y el hecho de que “desde hace varios años EU ha venido gastando más de lo que percibe”.
El episodio que vivimos, explicó, encuentra muchas similitudes con la crisis de 1929. En aquella ocasión, el país se vio afectado porque otras naciones dejaron de importar mercancías como plata y petróleo y porque muchos mexicanos que laboraban en EU tuvieron que volver. Hoy, indicó, se espera que en el transcurso de 2009 regresen al país 800 mil personas que aumentarían el número de desempleados.
“A diferencia de las crisis internas —mencionó—, las externas tienden a ser más largas. Mi impresión es que esta crisis global va a ser menos profunda que la del 29, pero muy larga”. Ante esta situación, habrá que esperar tanto las políticas que apliquen estadounidenses como la respuesta de Europa, mientras que México debe prepararse para dificultades que se extenderán durante años.
Para la académica, el gobierno no está dimensionando el tamaño de la crisis que va a venir y esto se refleja en los indicadores macroeconómicos “excesivamente optimistas” que manejan las autoridades, por ejemplo, el precio del petróleo o la estimación de crecimiento para 2009. “Creo que en estas circunstancias conviene pecar de pesimistas”, comentó.
En ese sentido, el Ejecutivo tendría que reparar con mayor atención en el caso de los migrantes que regresarán de EU y en las familias que ya no recibirán un ingreso por envío de remesas. Del mismo modo, añadió, habría que pensar en zonas como el norte del país, que se verán “muy seriamente afectadas” como consecuencia de una menor demanda de las exportaciones mexicanas, y diseñar acciones coordinadas entre los gobiernos federal, estatales y municipales.
Sobre el panorama que aguarda a la población, concluyó: “Siguen tiempos de vacas flacas, no sabemos cuánto va a durar, pero es un tiempo de apretarse el cinturón, de ahorrar, de no gastar de más, de no hacer gastos innecesarios, de no endeudarse en tarjeta de crédito, de ser bastante cautos, conservadores en las decisiones que uno hace. Eso es lo que me planteo a mí misma y es lo que sugeriría”.


Nota: Una versión editada de este texto fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.

Tuesday, October 21, 2008

El grunge lució en el Motorokr [crónica]

Una mujer de cabello rojo se movía sobre el escenario. Vestía playera blanca y, al igual que muchos de los espectadores, jeans entubados. Se trataba de Hayley Williams, vocalista de Paramore, una de las 14 bandas reunidas en el Motorokr Fest 2008.
Jimena corrió un largo tramo desde el estacionamiento del Foro Sol con tal de llegar a tiempo para ver a los oriundos de Tennessee, Estados Unidos. No le importó haber tenido gripa ni estar muy abrigada para evitar una recaída. La carrera valió la pena. El grupo cumplió sus expectativas: sabe rockear.
A Paramore le siguieron The Kooks. Amalia y Arturo querían escucharlos. Y, como ellos, muchos jóvenes se emocionaron con el rock pop de la agrupación originaria de Brighton, Inglaterra. Para entonces el viento ya era más fuerte, el cielo se había despejado, la gente continuaba arribando, los amigos se saludaban, se armaban los pequeños o grandes núcleos, circulaban los vasos de cerveza y salían los celulares y las cámaras digitales que habían logrado burlar la revisión a la entrada.
Tras una pausa, en el escenario negro aparecieron The Flaming Lips, a quienes Scott Weiland, vocalista de Stone Temple Piltos, habría de calificar como “una de las mejores bandas de los últimos 20 años”.
Miriam los observaba atenta. Le interesaba apreciar no sólo su música, sino también el espectáculo que los de Oklahoma montan para sus presentaciones: desde la esfera de plástico en la que se introduce el cantante Wayne M Coyne hasta las imágenes en pantalla que acompañan el show, pasando por máquinas que arrojan humo, serpentinas y confeti, así como por un pelotón de teletubbies a cada lado del grupo.
The Flaming Lips concluyeron su acto pero quedaba aún el plato fuerte del cartel: Stone Temple Pilots y Nine Inch Nails. Y aunque los segundos, comandados por Trent Reznor, fueron los encargados de cerrar y prendieron al público con un impresionante juego de luces lo mismo que con clásicos del rock industrial como “Wish”, “Closer”, “March of the pigs”, “Hurt” y “Head like a hole”, muchos —como este cronista— aguardaban con mayor ansiedad a uno de los pocos sobrevivientes del grunge de los 90.
Horas antes así lo había expuesto un sondeo realizado por una estación de radio. El público deseaba ver a Stone Temple Pilots porque, a diferencia de Nine Inch Nails, nunca habían visitado México y porque después de una separación que amenazaba con ser definitiva la banda se volvió a juntar.
La noche había caído. Eran las 8:15. En el escenario, sound chek incluido, todo parecía listo. Sin embargo, no se veía a los integrantes del grupo por ningún lado. A unos 50 metros del proscenio era difícil moverse. La expectación crecía; el cansancio también. Los entusiastas llamados de los fans se alternaban con los desesperados “¡A ver a qué hora…!”.
Pero finalmente, alrededor de las 8:30, Stone Temple Pilots saludó a la gente. Llegó la apertura y, con ella, los empujones de quienes buscaron justo el momento en que arrancara el toquín para colarse hasta el frente. Hecho: la falta de civilidad rara vez se ausenta los espectáculos masivos.
Scott Weiland en la voz, los hermanos Robert y Dean DeLeo en bajo y guitarra y Eric Kretz en la batería lucieron, física y musicalmente, como en sus mejores tiempos. Tocaron “Wicked garden”, “Big bang baby” y “Vasoline” hasta que, antes de “Lounge fly”, su carismático y controvertido cantante se dijera feliz de pisar territorio mexicano por primera ocasión. “¡Ya era hora, cabrón!”, le respondió alguien.
Continuaron con una balada de su disco No. 4, “Sour girl”, con “Crackerman” y con tres de las más solicitadas desde el principio: “Creep”, “Plush” e “Interstate love song”.
Ya casi para terminar, los Pilots hicieron brincar a los asistentes con “Sex type thing”, de su primer álbum, Core, y cuando parecía que se marchaban regresaron para culminar su presentación con “Trippin’ on a hole in a paper heart”.
Luego, los aplausos, los gritos, los puños levantados y, al borde del escenario, Kretz, los DeLeo, Weiland: la caravana de los cuatro músicos que agradecían un recibimiento intenso a pesar de la que había sido una larga espera para los grungeros de México. En resumen, la imagen que selló un concierto memorable.


Nota: Este relato (que, por cierto, también pudo titularse "Ruckeando en el Motorokr") fue publicado en el blog e-joven del portal de El Universal.

Friday, October 17, 2008

La nariz, una emotiva máquina del tiempo [traducción]

Natalie Anger


The New York Times
Agosto 5 de 2008


He aquí un divertido y fácil experimento que Rachel Herz, de la Universidad de Brown, sugiere intentar en casa, pero sólo si usted promete antes comer sus vegetales, utilizar hilo dental y no está en riesgo de sufrir un coma diabético. Compre una bolsa surtida de frijoles de jalea de calidad suficiente como para calificar como “gourmet”. Después, pruebe sistemáticamente todos los sabores hasta estar seguro de poder distinguir entre uno y otro, porque esa habilidad es importante... y quizá nunca obtenga de nuevo una excusa así de buena.
Ahora, a lo que nos interesa: presione sus fosas nasales hasta cerrarlas y repita la rutina de probar los caramelos. ¿Percibe las diferencias? En efecto: esta vez no hay ninguna. Cada uno tiene un sabor dulce, pero sin el sentido del olfato usted también podría estar comiendo gomas de borrar azucaradas. ¿Y qué pasa si libera su nariz mientras está masticando? Una vez que los cándidos aromas regresan, usted puede distinguir entre golosinas de naranja y palomitas de maíz con mantequilla.
Todos hemos escuchado de los misteriosos poderes del olfato y su importancia en el amor, la amistad y la comida. Pero incluso un simple juego como “Cuál es mi caramelo” y la consistente sorpresa ante el impacto de cerrar nuestros circuitos olfativos nos muestran que no nos percatamos realmente de qué tan hondo llega nuestra nariz. Durante el Simposio Internacional sobre Olfato y Gusto llevado a cabo en San Francisco el mes pasado, la doctora Herz y otros investigadores discutieron las muchas formas en que destaca nuestro sentido del olfato. Se trata de una capacidad ancestral, la clave a través de la cual nuestros primeros ancestros aprendieron a aproximarse o alejarse entre sí. El aroma correcto puede evocar sensaciones tan vívidas que podemos sentir tan presentes como el ahora.
Por un lado, explicó Jay A. Gottfried, de la Universidad Northwerstern, el olfato es un sentido lento, ya que depende de mensajes transportados no a la velocidad de la luz o el sonido, sino al ritmo más pausado de una brisa, una bolsa de aire enriquecida con gran cantidad de pequeñas y volátiles moléculas que nuestros receptores nasales pueden leer. Sin embargo, también es nuestro sentido más rápido. En tanto que las nuevas señales detectadas por nuestros ojos y oídos deben primero ser asimiladas por una estación estructural llamada tálamo antes de alcanzar las regiones interpretativas del cerebro, los mensajes odoríferos se transportan por caminos exclusivos directamente desde la nariz hasta la corteza olfatoria del cerebro, donde son procesadas en un instante.
Muy importante, la corteza olfatoria está conectada con el sistema nervioso límbico y con la amígdala, donde las emociones nacen y los recuerdos emotivos son almacenados. Por eso los olores, sentimientos y recuerdos se relacionan tan fácil e íntimamente, y por eso el simple acto de lavar los platos hizo que, recientemente, la prima de la doctora Herz rompiera en llanto. “El olor del jabón de platos provocó que ella recordara a su abuela”, dijo Herz, autora de La esencia del deseo.
Muchos mamíferos son claramente más nasales que nosotros. Considere que nuestro epitelio olfatorio, la membrana mucosa y amarillenta localizada a unas tres pulgadas arriba de nuestras fosas nasales, guarda alrededor de 20 millones de receptores olfativos diseñados para detectar moléculas de olor ubicadas ya sea frontalmente, cuando nosotros —por ejemplo— aspiramos una rosa, o detrás de sí mismas, como en el caso de los volátiles aromas que ascienden por la parte trasera de la boca y dan un significado a cada frijol de jalea. Las membranas nasales de un sabueso, en cambio, sostienen un ejército olfativo de 220 millones de receptores.
Sin embargo, a pesar de nuestra modesta estructura, los humanos podemos convertirnos en mejores oledores con cierta facilidad. En un experimento, relató el doctor Gottfried, sujetos expuestos a una sola esencia floral durante sólo tres minutos y medio mejoraron significativamente su habilidad para discriminar entre familias completas de flores. En otro, los participantes pronto aprendían a distinguir diferencias normalmente imperceptibles entre un aroma herbal y su gemelo molecular si recibían pequeñas descargas eléctricas cada vez que elegían equivocadamente.
Numerosos estudios, además, han demostrado que la memoria olfativa es larga y resistente, y que las primeras asociaciones olfativas que hacemos con frecuencia permanecen. “Con un número telefónico, si obtienes uno nuevo, es probable que una semana después hayas olvidado el viejo”, mencionó la doctora Herz. “Con los olores sucede justo lo contrario. La primera asociación es mejor que la segunda”.
Durante otra presentación, Maria Larsson, una profesora de psicología asociada a la Universidad de Estocolmo, describió el poder del olfato casi como una mágica máquina del tiempo, con el potencial para tratar demencia y depresión, la neblina de la edad. Johan Willander y otros investigadores en su laboratorio buscaron dar firme evidencia empírica a la vieja hipótesis acuñada por Marcel Proust: la idea de que los aromas, como el sabor de una magdalena sumergida en té, pueden ayudar a recuperar el pasado.
Al estudiar grupos compuestos por suecos cuya edad promedio era de 75 años, los investigadores ofrecieron tres diferentes juegos de las mismas 20 claves para la memoria —claves como una palabra, una imagen o un olor—. Los científicos hallaron que mientras las claves verbales y visuales atraían asociaciones en su mayoría provenientes de la adolescencia y el principio de la vida adulta de los sujetos, las claves olfativas evocaban pensamientos de su niñez temprana, por debajo de los 10 años de edad.
Y a pesar de la antigüedad de tales recuerdos, añadió la doctora Larsson, las personas los reconstruían en términos excepcionalmente ricos y emotivos, y tendían a expresar la sensación de haber sido traídas de regreso en el tiempo. Olían especias y de repente estaban en su cocina, con harina volando mientras ayudaban a mamá y a su nana a preparar la comida para las fiestas. Luego captaban el aroma del alquitrán, y estaban en la cochera con papá arreglando el fondo del bote familiar antes de las largas regatas de verano.
La doctora Larsson atribuye la juventud de las memorias olfativas al hecho de que el olfato es el primero de nuestros sentidos en madurar, y sólo hasta después cede la primacía cognitiva a la visión y las palabras, mientras el lazo cortical entre olfato y emoción se asegura de que esas sensaciones tempranas mantengan su aroma durante toda la vida.


Aclaraciones: Tres razones me motivaron a traducir este texto. La primera (y la más obvia): me gustó. La segunda: lo considero un buen ejemplo de cómo se puede escribir sobre ciencia de manera atractiva, y por eso he decidido llevarlo de muestra a la clase de Taller de Periodismo Especializado I para la que sigo intentando ser adjunto. La tercera: quise practicar mi inglés; si alguien desea echar un ojo al original, puede dar clic en “The Nose, an Emotional Time Machine”.

Monday, October 13, 2008

Autor busca reconstruir escenario del 68 mexicano

Después de publicar La otra guerra secreta en 2007, Jacinto Rodríguez Munguía presenta 1968: Todos los culpables


Una “obsesión” por el tema llevó al periodista mexicano Jacinto Rodríguez Munguía a escribir el libro 1968: Todos los culpables (editorial Debate, 2008). Para él, aunque ahora se conoce a los personajes y los grandes momentos de ese año, muchas personas se siguen preguntando “por qué tenía que ocurrir”, aquel 2 de octubre, la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
De acuerdo con el autor, el conflicto del 68 no se reduce únicamente al enfrentamiento entre dos piezas: por un lado, el poder político encabezado por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz y su secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, y por el otro, el movimiento estudiantil.
Además de estos personajes, explicó en entrevista, en el escenario estaban la iglesia, los empresarios, los medios de comunicación, el Poder Judicial, el Ejército, los intelectuales, y todos jugaron un papel. Expuso el ejemplo de muchos periódicos que solaparon las acciones de Echeverría, así como el de ministros, jueces y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, “que no observaron que estos muchachos, por muy locos que estaban y por muy irreverentes que fueran, tenían derechos”.
Sin embargo, afirmó, después de la masacre cada uno de los actores pretendió tomar distancia de los hechos. Y si bien Díaz Ordaz asumió su responsabilidad por lo sucedido, lo hizo “como el presidente soberbio”.
El también coordinador académico de la Fundación Prensa y Democracia consideró necesario revisar el episodio del 68 a fin de consignar qué pasó, de que cada quien reconozca el rol que desempeñó y de reparar los agravios de la represión. A su juicio, esa tarea de revisión histórica se dificulta porque la sociedad mexicana tiene una tradición muy grande de respeto a las instituciones y, por tanto, calla los errores cometidos por las mismas.
“Lo que creo que aporta el libro —señaló— es tratar de entender por qué ocurrió (la matanza del 2 de octubre) no sólo en términos culturales, sino de los personajes, qué es lo que lleva a la toma de decisiones en un plano más de la condición humana. El 68 es una permanente batalla entre lealtades, deslealtades, traiciones, revanchas y pugnas, no sólo entre políticos, sino también en el Ejército. Hay que desmontar eso”.
Su intención: “No me interesa ni me corresponde juzgar, sino decir qué pasó. Veamos qué hicieron todos los personajes”.


Encuentros, documentos, casualidades
Luego de publicar La otra guerra secreta en 2007, Rodríguez Munguía retomó el tema que le atraía casi desde que se inició en el periodismo y trabajó aproximadamente un año en la elaboración de 1968: Todos los culpables. No obstante, aclaró, la obra contiene elementos que había venido recopilando de tiempo atrás.
A decir del autor, 1998 fue un año clave porque se abrió una parte de los archivos sobre el 68 y se creó una comisión investigadora dentro de la Cámara de Diputados que comenzó a acumular información y obtener algunas respuestas. En ese momento, “me propuse hurgar más pero no me metí a los archivos, me quedé con la idea de lo que tenía la comisión, con la versión oficial”.
Empero, la pasión por el tema lo condujo a tocar puertas y a conocer gente como Jorge Po, representante de un grupo de estudiantes que sí enfrentaba con armas al Ejército. Así, conversaciones, encuentros, documentos y casualidades se fueron conjugando hasta materializarse en un libro.
Por otra parte, no duda al indicar que la mayor limitación con la que se topó fue que se le negara el acceso a información en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). “Uno de mis propósitos es armar toda una estrategia para abrir los archivos de la Sedena. Hacer uso de las leyes nacionales e internacionales de frente. Esa información no tiene por qué estar resguardada”, aseguró.


El Ejército y el “poder real”
Rodríguez Munguía se mostró convencido de que si los implicados en el 68 asumieran su responsabilidad esto constituiría una lección que permitiría a los mexicanos encarar nuevas crisis políticas o sociales. De suceder algo así, “nos podríamos mirar a la cara y sentarnos juntos en un momento de coyuntura, aun cuando pensemos distinto”.
En ese sentido, argumentó, hitos como la matanza de Tlatelolco o la guerra sucia (la represión que las administraciones priístas dirigieron contra la oposición) conllevan una ruptura del tejido social que aún debe repararse.
Acerca de la posibilidad de que la lucha contra el crimen organizado que enarbola el gobierno de Felipe Calderón sirva como pretexto para reinstaurar un Estado autoritario como el de la década de los 60, el autor expresó: “A mí me preocupa el papel del Ejército. Yo no estoy del todo en contra de que esté en la calle, aunque preferiría que no estuviera. Debería estar en los cuarteles porque está para otros fines”.
Durante el 68 y los años siguientes, comentó, el Ejército, pese a su tradición de lealtad y disciplina, fue sacado de sus bases y “probó el poder real, un poder que en una democracia no es dado a las fuerzas armadas”.
En su opinión, en el contexto actual del combate a la delincuencia el Ejército también está detentando un poder similar, pero esto exhibe las carencias de los órganos de inteligencia y significa emplear el último recurso que se tiene para enfrentar enemigos como el narcotráfico. “Y si el Ejército no puede, ¿qué sigue?”, cuestionó.
“No quiero ser tan apocalíptico —finalizó—, pero creo que los saldos que va a dejar la salida del Ejército a las calles van a ser muy altos en contra de los derechos humanos, contra su credibilidad y contra la honestidad que pueda haber dentro de la institución”.


Nota: Esta entrevista fue publicada en la revista electrónica Terra Magazine.