Monday, December 31, 2007

El trabajo colectivo

Para Erika, siempre



He de comenzar con una confesión: disfruto mucho mi soledad. Quienes en serio me conocen lo saben bien. Salir a caminar o a correr, por ejemplo, me da la oportunidad de relajarme, de pensar (o, en su defecto, de dejar de hacerlo), de ordenar mis ideas, de maquinar proyectos, de —con bastante frecuencia— vérmelas conmigo mismo.
Quisiera, sin embargo, no ser malinterpretado. No me considero misántropo (bueno, quizá a veces), aprecio la compañía de muchas personas y día con día intento valorar y corresponder más a la convivencia con la gente que me rodea.
Un amigo y colega, Mario Stalin Rodríguez, con quien mantengo una comunicación basada principalmente en el intercambio de comentarios por lo general poco coincidentes pero siempre sustentados en nuestros respectivos blogs, explica —si he entendido correctamente— que somos y nos alimentamos de los otros. Nuestro ser se constituye de los episodios que compartimos con los demás a lo largo de nuestras vidas. No podría estar más de acuerdo.
Así, este ensayo no es, ni de lejos, una apología del individualismo. Por el contrario, pretende ser, a partir de mi propia experiencia y en varios casos de mis propios errores, una crítica del olvido de la colectividad, del desdén sin fundamento a las labores en conjunto, de la ignorancia o franco desprecio de conceptos como interés general o bienestar común.


Del autoaislamiento al compromiso mutuo
De mi afición a la soledad, a actuar por mi cuenta, vienen mis dificultades para trabajar en equipo. Es más sencillo desempeñarse solo que buscar alcanzar consensos con otras personas con sus propias ideas, parámetros, objetivos. Y si bien, durante mi etapa como estudiante, estuve en grupos con los que me fue grato colaborar y en ningún momento sufrí desencuentros del tipo “eran muy amigos pero terminaron peleados después de una tarea”, lo cierto es que mi reticencia a laborar con otros truncó o de plano me mantuvo alejado de no pocos proyectos colectivos.
Si tales empresas se habrían desarrollado y habrían resultado gratificantes simplemente nunca lo sabré, ya que mi afán de independencia muchas veces transformado en autoaislamiento me impidió averiguarlo.
Fue hasta que probé otra faceta de la academia, la de ayudante de profesor, cuando empecé a apreciar en serio el trabajo en equipo. De esa manera, con Luis Carrasco y Jesús Serrano primero, y con Toibe Shoijet, Lizbeth Hernández, Paola Wong y Mario Dorantes después, he conocido tanto el esfuerzo que requieren formular el programa de una materia, establecer los contenidos y acordar los métodos para exponerlos, como los sinsabores que pueden provocar las diferencias de criterio y, sobre todo, la responsabilidad de la docencia y la satisfacción de haber dado un buen curso.
A lo largo de dos años y medio he reiterado, por ejemplo, que a pesar de que uno se crea versado en un tema, las otras personas —el maestro y los compañeros adjuntos— siempre podrán aportarnos alguna idea diferente y valiosa. Y aunque ese intercambio de opiniones en muchas ocasiones no sea terso ni nada similar, es posible que de él surjan interesantes discusiones que nos hagan reparar en algo que antes nos estaba velado, es decir, que amplíen nuestra mirada y nuestra comprensión.
Por otro lado, no está de sobra recordar —como me lo hicieron ver algunos alumnos hace un par de meses— que el grupo dentro de un salón de clases lo integran tanto los educandos como el equipo docente; son un conjunto, no dos entes antagónicos. De tal suerte, para alcanzar el éxito en el proceso enseñanza-aprendizaje debe existir trabajo grupal, comunicación, compromiso de ambas partes.
Valga una metáfora que de tan simple parece burda: a fin de llegar a la meta, construir un curso satisfactorio en el que los estudiantes aprendan y los profesores cumplan su función de educadores, todos deben ir en el mismo sentido, no cada cual por su lado y con rumbos distintos.


El periodismo, labor de conjunto
Poca es mi experiencia laboral en medios de comunicación. Pienso, no obstante, que además de que sigue creciendo ha sido aleccionadora. Del cúmulo de ideas que he aprendido creo que ésta es la más importante: el periodismo, por donde quiera que se le vea, es una actividad social, colectiva.
Tal vez me equivoque, pero tengo la impresión de que existe el mito que instituye al reportero no sólo como figura central sino única del ejercicio periodístico. Ahora bien, al señalar esto no pretendo restar mérito alguno al desempeño de ningún colega.
Busco, eso sí, hacer notar que detrás de cada diario, revista, noticiario o programa de radio o televisión hay un trabajo colectivo: de los jefes de información que elaboran las órdenes de lo que debe cubrirse; de los reporteros que producen notas, crónicas o reportajes; de los editores que seleccionan el material a publicar o transmitir; de diseñadores, formadores y técnicos que ponen los textos en plana o arman cápsulas audiovisuales; todo lo anterior seguido de un todavía largo etcétera.
Incluso si se toma la labor reporteril por sí sola hay que reconocer que ésta no es una tarea estrictamente individual. Ryszard Kapuscinski, considerado ni más ni menos el mejor reportero del siglo XX, lo explicaba con claridad: la materia prima del periodismo, afirmaba, son los seres humanos.
El ejercicio periodístico no es otra cosa que investigar y difundir la información generada diariamente por todos los ámbitos de la actividad humana, o aquella relativa al impacto de diversos fenómenos o procesos —manifestaciones del clima, desastres naturales, epidemias, conflictos sociales, guerras— sobre una o varias comunidades.
Los reporteros, por tanto, no trabajan únicamente con hechos, documentos y datos fríos, sino con quienes los protagonizan: personajes, fuentes, testimonios e historias de vida que suscitan interés. Sin ellos, sin los seres humanos, no hay periodismo posible. Por eso Kapuscinski exhortaba a estudiantes y periodistas en activo a cobrar conciencia de lo imprescindible del otro, de los otros, e, igualmente, a ser sensibles y responsables con respecto de las potenciales consecuencias que lo publicado puede tener.
Y tan necesarias son las personas que por sus acciones dan pie a la cobertura noticiosa como aquellas a quienes se destina ese trabajo: lectores, radioescuchas, cibernautas, televidentes. De ese modo, si el periodismo quiere alejarse de cualquier tipo de soliloquio y aspira a erigirse como agente de cambio social, como lo ha sido y estoy seguro debe serlo, en todo momento debe tener presente el público al que se dirige.


Las personas y la práctica
Mi breve paso por los medios no sólo me ha dejado enseñanzas de carácter filosófico. Me ha brindado también numerosas lecciones concretas, prácticas, cotidianas. En ese sentido, agradezco a todas las personas que durante mi estancia en El Universal me han apoyado.
Gerardo Piceno, quien me ayudó a sobrevivir mis primeros días en la sección de Deportes antes de que me transfirieran al área de Opinión, es el primero de ellos. A su nombre sumo los de Olga Carranco y Omar Astorga, grandes amigos, así como el de Feliciano Hernández, poco tolerante pero un periodista capaz, consciente y crítico de la ofensiva desigualdad socioeconómica que impera en México.
Mención aparte merecen Alejandra Morón y Claudia Martínez, en quienes he visto perseverancia, el deseo incansable de alcanzar sus objetivos y capacidad para trabajar bajo presión. Asimismo, en Ana Belén Ortiz y José Luis Espinoza siempre he encontrado disposición y entrega, virtudes que, me parece, empiezan a tener su recompensa. Y en Carlos Zetina, “mi apá”, he hallado honestidad, una camaradería difícil de describir y, claro, mucho buen humor.
Empero, es a Rossana Fuentes-Berain a quien más le debo por su confianza, impulso, consejos e incluso regaños. He conocido poca gente con esa fortaleza para llevar a cabo tantos proyectos y en todo momento buscar ir más lejos.
De todas las enseñanzas que podría citar rescato un par: en primer lugar, cómo a varios de los que colaboramos con ella nos recordó ese tal vez odioso pero útil adagio del periodismo estadounidense: “Si tu mamá te dice que te quiere, verifícalo”; en segundo, la forma en la que conjuntó y encabezó un eficiente equipo, sin importar los egos, envidias, diferencias y ambiciones que pueden manifestarse en cualquier ambiente laboral. Ante todos asentó que, fuera de simpatías o antipatías, éramos un equipo y, en tanto profesionales, debíamos funcionar como tal.


Lecciones de vida
Rossana confiesa que de las actividades que ha realizado la que más le ha gustado ha sido escribir su libro, Oro gris. Zambrano, la gesta de Cemex y la globalización en México, publicado en agosto pasado. En la dedicatoria de la obra —palabras más, palabras menos— se lee: “A mis padres, quienes al casarse fundaron la mejor empresa de sus vidas”.
Más allá de términos económicos, la frase, para efectos de este ensayo, me conduce a reflexionar en torno del equipo en que se constituyen la familia en general —independientemente de su composición y del número de sus integrantes— y la pareja en particular.
Como en tantos otros asuntos, y en este menos que en cualquiera, no soy autoridad para indicar qué se debe o no hacer. Baste aclarar que sólo expreso mis ideas: creo en el amor comprometido pero libre, sin ataduras; que si dos personas se limitan y se impiden crecer y perseguir sus metas, resulta más sabio que se separen.
Ahora bien, y he aquí la nota autocrítica, espero haber comprendido que, a pesar de las dificultades que ello entraña, la búsqueda de los objetivos individuales no tiene por qué ir peleada con el o los proyectos en común, mutuos, compartidos. De nuevo la metáfora: no se trata de que la autonomía provoque que cada cual ande por su rumbo, sino de caminar y de construir juntos. Ojalá aún esté a tiempo de demostrar que he aprendido esa lección.



Pensar la utopía
Globalización y neoliberalismo, expone Ignacio Ramonet en Guerras del siglo XXI. Nuevos miedos, nuevas amenazas, fomentan el individualismo y otras actitudes egoístas que obstaculizan la organización y la acción social que deberían hacer frente a los grandes problemas mundiales —contaminación, explotación del medio ambiente, creciente pobreza y desigualdad, resurgimiento de tendencias e incluso de gobiernos xenófobos y autoritarios, conflictos armados, crimen organizado— y a todos aquellos que los ocasionan o que, con sus omisiones, permiten que se desarrollen.
Me es difícil no coincidir con Ramonet en que actualmente parece existir y expandirse una especie de indiferencia hacia los males y los retos de la humanidad y, lo que es peor, hacia la posibilidad de solucionarlos.
En la cultura del poder, del dinero, de los “triunfadores”, de la moda, del espectáculo y del placer banal se propaga el paradigma en el que sólo importa el individuo, así como, por mucho, quienes le queden cerca. Los otros, la colectividad, se desvanecen. Lo que ocurra en el planeta, sea en Paquistán o a la vuelta de la esquina, mientras no afecte, no interesa.
Como muchas otras personas, no obstante, considero que es posible cambiar ese estado de cosas. Creo que podemos salir de la enajenación, de la inconciencia, reflexionar, demandar, construir. Y siempre he pensado que los verdaderos cambios deben comenzar por uno mismo, pero para que éstos trasciendan no deben permanecer aislados como esfuerzos unipersonales, sino sustentarse en la suma de voluntades, es decir, en el trabajo en equipo.
Regreso al principio: me gusta la soledad, sostengo que a veces es necesaria, mas no pretendo vivir apartado del mundo, ignorando lo que sucede en él. Defiendo, también, la libertad individual, pero igualmente soy partidario de un lazo social caracterizado por la diversidad, el respeto, el diálogo, el compromiso, la cooperación y la responsabilidad.
“‘Atrévete a andar por caminos que nadie ha recorrido, atrévete a pensar ideas que nadie ha pensado’, podía leerse en los muros del teatro del Odeón en el París de mayo de 1968 —escribe Ramonet—. Si queremos fundar una ética para el siglo XXI, la situación actual invita a semejantes atrevimientos”. Reinterpreto la frase a la luz del presente texto: si queremos, en plural, hacer de éste un mundo mejor en cualquier sentido y en cualquier nivel —en la familia, la escuela, el trabajo, la pareja o la sociedad global—, tenemos que actuar juntos. Así, en plural.


P.D. Último día, último post de 2007. A todos los que se asomaron a este espacio, muchas gracias. El 2008, por lo que nos cuentan las noticias, tanto para México como para el mundo, será complicado. A pesar de ello o precisamente por ello, mis mejores deseos en el año que está por comenzar. Abrazos.

Monday, December 10, 2007

La imposición de la fuerza

[Foro Internacional, columna]

Los resultados de las pasadas elecciones parlamentarias en la Federación Rusa, en las que el partido del presidente Vladimir Putin, Rusia Unida, obtuvo 64.1% de la votación con todo y la reprobación de la Unión Europea y el retiro de los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, corroboran la tesis del fortalecimiento político del mandatario.
En el balance de los comicios, incluso, se hizo público el supuesto deseo de algunos ciudadanos de que Putin, quien no puede reelegirse para un tercer periodo consecutivo, permanezca en el cargo vía una reforma constitucional. En todo caso, quien fuera agente del KGB, el Comité para la Seguridad del Estado —la principal agencia de la policía secreta de la ex Unión Soviética—, y llegara al poder en 1999 luego de la renuncia de Boris Yeltsin ya declaró que buscará mantenerse activo en la vida política después de dejar la presidencia, posiblemente como primer ministro con miras a un posterior retorno a la jefatura del Ejecutivo.
Varios factores explican la reafirmación del poderío de Putin. En primer lugar pueden citarse las limitaciones o francas medidas represivas que su gobierno ha impuesto a la oposición. A finales de noviembre, días antes de las elecciones, por ejemplo, la policía acabó con protestas en contra del presidente en Moscú y en San Petersburgo, donde, según lo consignaron los reporteros presentes, cientos de manifestantes fueron golpeados y arrestados, entre ellos el ex campeón mundial de ajedrez y líder del partido disidente Otra Rusia, Gary Kasparov, y Nikita Y. Belykh y Boris Y. Nemstov, de la Unión de Fuerzas de Derecha.
Nemstov, primer ministro durante la época de Yeltsin y quien planea contender por la presidencia en marzo de 2008, afirmó: “Nos han prohibido discutir a Putin, pero hemos venido aquí para preguntar a él y a las autoridades por qué hay tanta corrupción en el país”.
Aunque significativos, estos hechos tal vez no sean los más sonados. Baste recordar el eco internacional que ha seguido a las muertes del ex espía Alexander Litvinenko, envenenado con polonio-210, y de la periodista Anna Politovskaya, a quien le dispararon afuera de su departamento. Ambos homicidios habrían ocurrido, presuntamente, por órdenes de Putin en represalia a la línea crítica de Politovskaya para con la política del Kremlin hacia Chechenia y a los comentarios desfavorables hacia el régimen en el caso de Litvinenko.
Por otra parte, además de los ataques contra la oposición está el control oficial de los medios de comunicación —una de las situaciones denunciadas en la pasada contienda— y la creación de grupos juveniles de adoctrinamiento político-ideológico como Nashi, Guardia Juvenil, Locales y Grigorevtsky. Estos movimientos —de acuerdo con Steven Lee Myers en un reportaje para The New York Times— “son parte de un esfuerzo por construir jóvenes seguidores leales y patrióticos, y por contrarrestar cualquier resistencia juvenil que pudiera emerger durante la cuidadosa orquestación del sucesor de Putin en la elección del próximo año”.
El tercer componente de la fuerza de Putin, no obstante, y quizá el más importante, es que la economía se ha mantenido estable, lo que al parecer ha derivado en la satisfacción de la población, en especial de las clases media y alta. Tan es así que los “nuevos ricos” rusos se deleitan comprando en las principales avenidas y tiendas de Moscú.
Este último punto encuentra relación con algunas de las interpretaciones que hace unas semanas se efectuaron sobre la más reciente encuesta del Latinobarómetro. A decir de los números, en toda América Latina cada vez menos personas se sienten contentas con la democracia, pues a pesar de los relativos avances en el terreno político no observan un reflejo en sus niveles de vida en términos de aumento del poder adquisitivo, mejor distribución de la riqueza, disminución de la desigualdad social, en una palabra, bienestar.
En esa línea, muchos latinoamericanos preferirían ceder una parte de sus libertades civiles a manos de gobiernos más fuertes si con ello dejan de padecer para subsanar sus necesidades básicas. Los rusos, aparentemente, han optado por esa alternativa.
Qué triste, sin embargo, que ni en uno ni otro lado del globo los gobiernos sean capaces de hacer corresponder la democracia como régimen político, caracterizado por la libertad y la igualdad de participación en la vida pública, con condiciones más equitativas para el acceso a empleos bien remunerados, a la educación, a la salud, al desarrollo personal e intelectual. Más triste aún que grandes sectores de nuestras sociedades, aquí y allá, estén dispuestos a renunciar a la oportunidad de expresarse, de exigir y de actuar a cambio de sólo subsistir.
De vuelta a la que fuera tierra de los zares, el afianzamiento interno de Putin —que podría extenderse si su candidato triunfa en las elecciones presidenciales de 2008—, blindado por la solidez que le proporcionan la riqueza petrolera rusa y haberse constituido como un importante proveedor de gas para Europa, lleva a suponer que la influencia de Vladimir Vladimirovich, el “hombre fuerte” de la ex república soviética, seguirá sintiéndose en la región y en el mundo por largo tiempo. A menos, claro, que la historia, personificada en la oposición o en la sociedad civil organizada, guarde alguna sorpresa.

Friday, December 07, 2007

Las decisiones sobre el petróleo deben democratizarse: Ifigenia Martínez

Ifigenia Martínez, directora del Instituto Nacional de Formación Política del PRD, califica como “un problemón” a la situación en la que se encuentran las empresas públicas del sector energético. Los hechos, afirma, dejan ver que es “necesaria” una reforma en la materia que plantee, dentro de otros aspectos, cómo se manejan Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
En opinión de la economista, estos organismos deben seguir perteneciendo al Estado. Contundente, asegura que nadie estará de acuerdo, “y yo menos que nadie”, en la entrada de la iniciativa privada al ramo ni en que la obtención de utilidades sea el criterio “que decida sobre una riqueza que es de todos”.
Martínez, una de las oradoras en la pasada asamblea de la Convención Nacional Democrática encabezada por Andrés Manuel López Obrador, considera que la cuantiosa renta generada por Pemex ha sido destinada por los distintos gobiernos del país —los del PRI antes y ahora los del PAN— al gasto corriente en vez de haber sido invertida en la industrialización de la paraestatal. Esto, explica, ha limitado a la empresa y la ha dejado únicamente como exportadora de crudo.
—¿Cuál es el principal problema de Pemex: los requerimientos de la Secretaría de Hacienda, los sueldos y pensiones de los trabajadores de la propia paraestatal, el contratismo, la corrupción?
—El principal problema, tratándose de la empresa pública más importante del país, es quién toma las decisiones para su manejo. Quién decide los gravámenes, los derechos que han de pesar sobre el petróleo, que la mayor parte de la renta petrolera alimente a la Secretaría de Hacienda y deje a Pemex sin recursos para financiar su propia inversión. Quién decide que la carga fiscal sobre Pemex sea tan gravosa que la despoja de una renta que obviamente se obtiene de un recurso no renovable, o sea, se está saqueando la riqueza del subsuelo que pertenece a todos los mexicanos para convertirla en ingresos de exportación. Toda la operación subsecuente, industrialización, refinación, la petroquímica, todo eso se ha sacrificado para obtener simplemente la exportación de petróleo crudo.
Martínez lanza una pregunta retórica: “¿Quién toma esas decisiones?”. Acto seguido, responde:
—Las máximas autoridades de Pemex, designadas por el presidente de la República. ¿El presidente tiene la mejor capacidad para decidir sobre una riqueza que pertenece a todos los mexicanos y que consiste en vaciar el subsuelo del país, para destinarlo a gasto corriente, para financiar las operaciones del gobierno? Porque ese es otro hecho relativamente reciente: la petrolización de las finanzas públicas. En 1973-1974, antes que se tomara la decisión de convertir a Pemex en un exportador de crudo, los ingresos del petróleo significaban 5% de la recaudación; ¡ahora son el 39%! Y el coeficiente de recaudación no ha aumentado, sigue siendo el mismo. Ha habido un tremendo deficiente de la Secretaría de Hacienda, que no ha gravado a los causantes como los debía haber gravado. Eso también se observa a simple vista: la explosión de la riqueza de la gente de altos ingresos, la demanda que hacen de artículos importados, todo eso es patente mientras que, en cambio, hay una masa de población que ni siquiera tiene empleo seguro.
La entrevistada reconoce que la injerencia de la Secretaría de Hacienda en el manejo de la renta petrolera es “legal”, pues “la Constitución no ha sido tocada y todos admiten que está bien”. Añade, sin embargo, que “las leyes secundarias son las que resultan violadas o cuando menos mal interpretadas, o no han repercutido en una ampliación de la capacidad productiva del país correspondiente a la extracción de la riqueza petrolera. Todo lo hemos gastado en importaciones, no hemos sustituido esa riqueza del subsuelo con capacidad productiva que permanentemente garantizara una mayor producción y empleo”.
Por otra parte, acusa falta de planeación y señala al ex presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) como el responsable del desmantelamiento del aparato estatal encargado de esa tarea. “Se necesita planeación a nivel nacional y regional que armonice las diferentes variables económicas”, comenta.
—Entonces, ¿quién tendría que tomar las decisiones?
—Esa es la gran pregunta. De acuerdo con nosotros, las decisiones deberían tomarse a través de un gabinete de energía para no violentar la Constitución. En él deberían estar, al frente de las grandes empresas, directores que fueran aprobados por el Congreso, no por el capricho del presidente. La decisión tendría que pasar por el tamiz de las cámaras de Senadores y de Diputados, y además, tendría que buscarse que el director de las gigantescas empresas del sector energético no se vea aislado en sus decisiones frente al todo poderoso secretario de Hacienda, que pertenece a un círculo financiero internacional con sede en Washington. La reorientación de esta gigantesca riqueza se está tomando respecto a decisiones que no corresponden al interés nacional, sino al interés de tener una economía en equilibrio, sin déficit, y como no se aumentan los ingresos tributarios se recurre a la renta petrolera. Todas estas decisiones se tienen que democratizar, eso implica meter al Congreso. Las comisiones de Energía de ambas cámaras también deben pasar por el tamiz de la opinión pública para que sean gente que conoce el ramo.
—¿Qué características debería tener esa reforma energética para construir una política de Estado efectiva?
—No tengo los elementos para responder esa pregunta, pero creo que debe haber relación entre la representación ciudadana que está en el Congreso de la Unión y la solvencia técnica de los expertos. En el Congreso se deben revisar a fondo los proyectos y el financiamiento de las empresas energéticas, y los expertos, que los hay dentro de México, egresados de la UNAM, el Politécnico o las universidades regionales, deben respaldar con su apoyo técnico las decisiones que se tomen.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada por la revista electrónica Terra Magazine.

Saturday, December 01, 2007

Calderón ha administrado, pero no se ve un proyecto a futuro: Alberto Aziz Nassif

Felipe Calderón llegó a la Presidencia de México después de un reñido proceso electoral. La intervención del entonces titular del Ejecutivo, Vicente Fox, las campañas negras, la cuestionada actuación del IFE, la decisión del Tribunal Electoral de declarar ganador al candidato del PAN por una diferencia de sólo 0.58% de la votación con respecto de Andrés Manuel López Obrador, del PRD, y las acusaciones de fraude, dentro de otros factores, marcaron los comicios de 2006.
Asumió funciones como presidente el 1 de diciembre pasado. A un año de ello, Alberto Aziz Nassif, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, en entrevista telefónica menciona dos rasgos que han caracterizado a este gobierno:
“El asunto de política interna y de seguridad, relacionado con los operativos contra el crimen organizado, ha sido uno de los más definitorios de este periodo. Un segundo asunto es el de las políticas de legitimación, por la forma en la que llega Felipe Calderón a ser presidente; éstas tienen que ver con construir consensos, alcanzar reformas e incluso cambiar la imagen de la Presidencia de la República y de la campaña electoral misma”.
—Entonces la legitimidad ha sido un asunto que ha pesado en este primer año de la gestión de Calderón.
—Sí, de forma importante. Podemos empezar a ver cómo hace unos días Felipe Calderón, a partir del llamado a la celebración del bicentenario de la Independencia, estableció como ruta hacia 2010 la reconciliación nacional. La manera como se procesó 2006 dejó un país polarizado, un conflicto nacional que se ha ido manifestando en episodios, una división que todavía se siente no ha acabado de cerrar. Esto se ha notado, por ejemplo, en la reforma electoral, que de algún modo busca responder y solucionar el conflicto de 2006, o en la oposición lopezobradorista, que ha ido disminuyendo pero sigue presente.
—Algunos analistas llegaron a hablar de un “rebase por la izquierda” debido a las medidas que el Ejecutivo parecía tomar de esta corriente. ¿Este rebase se ha efectuado?
—No ha sucedido. Si analizamos la política social se nota continuidad con respecto a lo ocurrido en años e incluso en sexenios anteriores con relación al combate a la pobreza o a acabar con la pésima distribución del ingreso que existe en el país. No hay una gran innovación que tenga más acento hacia una política de izquierda o de centro-izquierda o una mayor atención a temas como la redistribución del ingreso, incrementos salariales o más inversión en capital humano.
—¿Puede hablarse de grandes aciertos o grandes errores de este primer año de gobierno?
—En tanto acierto, tal vez en el sentido de mecanismos de gobernabilidad, de mantener la estabilidad. No ha habido una crisis de gobernabilidad, económica o social; se ha administrado lo que existe pero no se ha hecho presente una estrategia a futuro. Hay, asimismo, otros rasgos preocupantes que se han incrementado, como el agotamiento de las reservas de Pemex o las explosiones en ductos de la empresa. En cuanto a errores, el horizonte de mediano y largo plazo se ve incierto. Se ha administrado, pero la presencia de un proyecto no se ve. El estado de cosas en el país no se ha modificado. Se dice que se han logrado las reformas a la Ley del ISSSTE y la fiscal, y la reforma electoral ha sido uno de los cambios importantes en lo que va del sexenio. Sin embargo, quedan muchas reformas estructurales pendientes, como la energética, la laboral, la de medios. Probablemente ahí esté el gran reto para el próximo año y para todo este sexenio: empezar a recuperar la capacidad del Estado en materias estratégicas en las que intereses particulares tienen mucho poder.
—¿Cómo calificaría la relación del Ejecutivo con los otros dos poderes?
—En el caso del Legislativo, si lo comparamos con lo sucedido en el foxismo, hay una mejoría. El protagonismo de Calderón ha sido menor, se han buscado consensos y ha mejorado la percepción pública. Con el Poder Judicial también ha habido cierta “normalidad”, consenso con el Ejecutivo. Aunque vamos a ver qué sucede si se da la reforma judicial, que podría despertar oposición.
—En lo referente a la política exterior, una de las promesas de campaña de Calderón fue que se reconstruiría lo mucho que se había destruido durante el sexenio anterior.
—Para con algunos países de América Latina con los que se habían suscitado conflictos, como Cuba y Venezuela, ha bajado el nivel de enfrentamiento. Por otro lado, en la agenda y la relación con Estados Unidos está una serie de mecanismos en los que no queda clara cuál es la jerarquía del gobierno de México, la seguridad o la migración, por ejemplo. Hay indefinición. Creo que ha sido una política exterior de más bajo perfil, lo que no significa que no se haya hecho mucho, sino que no todo se ha dado a conocer.
—Si el reto es recuperar la capacidad del Estado en áreas estratégicas, ¿cómo se traduce eso en acciones concretas?
—Tendría que establecerse una agenda muy específica. Se prevé que en 2008 vengan reformas que no se han procesado: la judicial, la relativa al federalismo, la de medios, la energética, la laboral. Y vamos a estar en una ventana de oportunidades para esas reformas hasta mediados del año que entra, hasta octubre de 2008, cuando inicia la campaña rumbo a las elecciones intermedias de 2009. También, con políticas públicas que afecten los aspectos importantes: si en crecimiento y desarrollo económico no se ve cómo el país pueda crecer, habrá que trabajar en mecanismos que incidan en la economía y la generación de empleo. Y acerca de los operativos contra el crimen organizado, habrá que ver sus saldos, si han dado resultados o no; y los derechos humanos, que son un asunto importante y hay la percepción de que se han deteriorado debido al énfasis al tema de la seguridad.

Nota: Una versión editada de esta entrevista fue publicada ayer por la revista electrónica Terra Magazine.