Sunday, May 27, 2007

Ver la Revolución

[Bitácora de una última clase]

Por “novela de la Revolución” entendemos, a grandes rasgos, el género literario surgido a raíz de y que intenta retratar y explicar, desde variados puntos de vista, distintos aspectos del proceso político, social y cultural que según la versión oficial inició el 20 de noviembre de 1910.
Los de abajo de Mariano Azuela, redactado en El Paso, Texas, en 1915 y publicado por vez primera un año después, es uno de los libros más representativos de esta categoría. En él se cuentan la historia, las peleas y los saqueos del grupo de revolucionarios dirigido por Demetrio Macías, combatiente oriundo de Moyahua, Zacatecas, temido por los federales y respetado por sus hombres.
Narrada en tercera persona y estructurada en tres partes subdivididas en pequeños capítulos, Los de abajo es una novela muy oral en el sentido de que los diálogos cobran especial importancia tanto para conducir la trama como para reconstruir la psicología y el proceder de los personajes. Azuela, quien fue médico de la facción de Francisco Villa durante la lucha armada, busca reproducir el habla de la tropa y de la gente de los pueblos que fungen como escenario de batallas.
En este contexto, resulta significativa la aparición del joven Luis Cervantes, la representación del propio autor dentro de la historia. Cervantes, al igual que Azuela, estudió medicina. También fue periodista, y como tal, antes de decidir unirse a la cuadrilla de Macías convencido de su afán de ayudar a revertir la injusticia social en la que el gobierno tenía sumida a la nación, escribió artículos incendiarios en contra de los rebeldes.
Mientras los soldados, incluido el mismo Macías, son analfabetos, Luis Cervantes, el “curro”, pertenece a lo que podría llamarse la clase ilustrada. De ahí el contraste entre las formas de pensar de uno y otros, de que aquellos no comprendan los discursos que él pronuncia como si se dirigiese a los ideólogos de la Revolución. Y de ahí que, al presentarse ante el cabecilla hablándole de los “ideales” y de la “causa” a defender, éste simplemente le conteste: “¿Pos cuál causa defendemos nosotros?...”.
Por otro lado, a mi juicio es posible establecer cierta similitud entre Los de abajo y algunos de los cuentos contenidos en los Relatos de la Revolución de Rafael F. Muñoz. En ambas obras, a diferencia de lo que sucede en, por ejemplo, La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán, la atención no se vuelca hacia la capital del país ni hacia las altas esferas del poder, sino a sucesos particulares, alejados del centro, a partir de los cuales pretende mostrarse cómo impactó el movimiento a la soldadesca y a los habitantes de zonas rurales de estados como Zacatecas, Durango y Jalisco.
De esa manera, aunque Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Victoriano Huerta son mencionados en la novela, sólo forman parte del trasfondo en el que ocurren los hechos narrados en ella. Los principales episodios no giran en torno a los líderes de la Revolución, sino a este grupo concreto de combatientes que, realmente sin tener una estrategia o una finalidad definidas, parecen perseguir el encuentro con Francisco Villa, a quien admiran a pesar de nunca haber visto. Cabe añadir, por cierto, que ese culto termina o al menos se ve diezmado cuando llegan a ellos los rumores de una derrota del Centauro del Norte.
“Somos elementos de un gran movimiento social que tiene que concluir por el engrandecimiento de nuestra patria. Somos instrumentos del destino para la reivindicación de los sagrados derechos del pueblo”, afirma en algún momento Luis Cervantes. No obstante, en la obra no se aprecian soldados —por así decirlo— conscientes de la lucha de la que forman parte, sino a campesinos o peones vueltos revolucionarios por su desprecio hacia los federales o hacia los caciques de sus lugares de origen, pero cuya última meta puede ser, después de todo, regresar a casa habiendo obtenido alguna ganancia de sus saqueos y “avances”. A este respecto vale evocar la escena en la que los soldados tratan, sin orgullo ni remordimiento, el tema del “yo robé”.
Pero tal vez lo más relevante de la realidad novelada sea el hecho de que, sobre todo hacia el final del relato, la soldadesca con frecuencia se pregunte por qué o por quiénes tendría que seguir luchando. Entre la confusión y el desencanto, el propio narrador esgrime la que quizá sea la única respuesta al alcance: “Porque si uno trae un fusil en las manos y las cartucheras llenas de tiros, seguramente que es para pelear. ¿Contra quién? ¿En favor de quiénes? ¡Eso nunca le ha importado a nadie!”.
Para finalizar, si bien esta obra de Mariano Azuela no bastaría para desentrañar todo el género de la novela de la Revolución, ni mucho menos para comprender este complejo proceso que configuró numerosas características del México del siglo XX, sí tiene el mérito de presentar una visión no centralista de la lucha armada, de recordar que en el plano ideológico nunca hubo un verdadero consenso de por qué se estaba combatiendo, así como de plantear la pregunta de cómo vieron “los de abajo” el movimiento revolucionario. Más aún, puede hacer que nos cuestionemos cómo lo vemos y qué significa ahora, a tres años de cumplirse su centenario.
FICHA BIBLIOGRÁFICA:
AZUELA, Mariano. Los de abajo [1916]. México, 2a ed., FCE, 2006.

Friday, May 25, 2007

“Vale la pena empolvarse los zapatos”: Héctor de Mauleón

[Bitácora de una última clase]
La ciudad de México posee gran riqueza literaria, “tiene mucho de irreal, de increíble”

La labor de un cronista urbano es “descifrar la obra mayor del hombre”, la ciudad, declaró el escritor y periodista Héctor de Mauleón en una charla con estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
El también director de Confabulario, el suplemento cultural de El Universal, enfatizó en la riqueza literaria de la ciudad de México. “Esta ciudad da mucho para la literatura fantástica, tiene mucho de irreal, de increíble”, mencionó.
En su opinión, una urbe con siete siglos de antigüedad, a través de los cuales ha ido reconstruyéndose y dejando capa sobre capa de cada una de sus distintas épocas —lo que da la idea de una ciudad enterrada—, “es terreno apto para la exploración literaria”.
De Mauleón (1963) explicó que la primera crónica urbana data de 1554, cuando tres hombres recorrieron la calle de Tacuba, “la más antigua de América”, y registraron lo que vieron. A partir de ese momento, gracias a la crónica —dijo—, “la ciudad cobra conciencia de sí misma”.
Ya en el siglo XIX —continuó—, escritores como Manuel Gutiérrez Nájera, que publicaban en los periódicos, salieron a la calle y edificaron una tradición con la que años después siguieron cronistas como Salvador Novo, Carlos Monsiváis y José Joaquín Blanco.
El autor de El tiempo repentino, La perfecta espiral y Como nada en el mundo invitó a imaginar la reacción colectiva que generaron, entre otros, sucesos como la llegada a la ciudad de México del primer automóvil, del cinematógrafo o del teléfono.
Asimismo, comentó que la relación entre la ciudad de México y sus habitantes ha sido “de amor-odio”, pues mediante sus anuncios o estructuras ésta puede condensar los sueños de una persona pero también la obliga a conseguirlos, o igualmente puede someterla a experiencias desagradables como la de viajar “como sardina” en el Metro o el terremoto de 1985. Esta ciudad —concluyó— “está diseñada para hacernos la vida imposible”.
En otro momento, a pregunta expresa de una alumna, De Mauleón respondió que uno de sus lugares predilectos es el Centro Histórico.
Sin embargo, aclaró que detrás de cada sitio existe una historia, y “basta con abrir los ojos, con ser observador, para comenzar a descubrirla, para que volvamos a acercanos a la ciudad que hemos tenido”. A juicio suyo, vale la pena salir a recorrer las calles, “vale la pena empolvarse los zapatos”.

Friday, May 04, 2007

Francia, entre certezas y pronósticos

[Foro Internacional, columna]
El próximo domingo 6 de mayo, con la celebración de una segunda ronda electoral en la que contenderán Segolene Royal, candidata del Partido Socialista, y Nicolas Sarkozy, de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), Francia conocerá a su nuevo presidente, es decir, al sucesor de Jacques Chirac en el Palacio del Elíseo.
Mucho se ha comentado acerca de esta elección, y en la mayoría de los asuntos parece haber, cuando no una certeza, al menos cierto consenso medianamente generalizado. Destaca, por ejemplo, que en su primera vuelta fue una jornada histórica pues registró alrededor de 85% de participación, y para algunos analistas este proceso no sólo representará la preferencia de los franceses por uno u otro candidato, sino por uno u otro lado del espectro político-ideológico, derecha o izquierda.
También se ha resaltado que es la primera ocasión que los socialistas reúnen tantos votos en una primera ronda (25.84%), que para la ultraderecha encarnada por Jean-Marie Le Pen fue una gran derrota (únicamente consiguió 10.51% de la votación), y que en lo que toca a Segolene Royal es un triunfo que una mujer lograra imponerse a un ambiente político fundamentalmente machista, incluso al interior de su partido.
Asimismo, no cabe duda de que la figura de Francois Bayrou, el candidato de centro que quedó tercero en la primera vuelta detrás de Sarkozy y Royal con 18.55% de los sufragios, presidente de la Unión por una Democracia Francesa (UDF), pesará en el resultado final de los comicios.
Hasta aquí, pues, la prensa parece estar de acuerdo. Acerca lo que ocurrirá el domingo se ha mencionado que Sarkozy mantiene una ligera ventaja en la intención de voto sobre Royal, y que en esa tendencia influirán, dentro de otros factores, la percepción que la ciudadanía gala tiene de cada uno de los contendientes así como el impacto del debate televisivo del pasado miércoles.
Con respecto del primer elemento se dio a conocer que una encuesta del instituto demoscópico CSA, publicada por el periódico Le Parisien, señaló que 57% de los franceses considera a Segolene Royal más “simpática y tolerante” que Sarkozy, pero ese mismo porcentaje califica al ex ministro del Interior como más “sólido”. Y en lo que concierne al debate entre ambos candidatos, la nota fue que, ante las observaciones de Sarkozy en torno a temas como el de la educación a niños discapacitados, Royal perdió la calma, lo que inevitablemente afectará su posición en los sondeos.
Así, sin que esto represente mis preferencias personales, mis inclinaciones ideológicas, ni mucho menos algún tipo de machismo, mi pronóstico es que, como se especula, Nicolas Sarkozy —quien se llevó la primera ronda con 31.11% de la votación— vencerá en la segunda vuelta y será el nuevo presidente de Francia. A pesar de que la socialista pueda tener un mayor carisma, de que la gente pueda considerarla más agradable y a él más rígido o intolerante, creo que pesará más la percepción de Sarkozy como un hombre con una mayor experiencia al frente de la política francesa.
A lo anterior habría que agregar el perfil conservador del candidato de la UMP en combinación con la reticencia de muchos franceses para con los migrantes de origen africano o árabe, o para con asuntos de política exterior como la posible entrada de Turquía a la Unión Europea.
Nicolas Sarkozy, sin embargo, aun ante su probable si no es que seguro triunfo, no tendrá ante sí un paquete fácil ni nada similar. En el tema de la migración, por ejemplo, fue precisamente durante su etapa como ministro del Interior que en noviembre de 2005 tuvo que enfrentar una serie de disturbios —incendio de vehículos, enfrentamientos entre manifestantes y las autoridades— que asolaron París en protesta por la muerte de dos jóvenes musulmanes de origen africano que fallecieron electrocutados en un transformador al ser perseguidos por la policía en Clichy-sous-Bois, uno de los suburbios pobres del este de la ciudad.
Fue también en 2005 que, al igual que Holanda, Francia se pronunció por el “no” al proyecto de Constitución Europea, y con ello frenó la integración de la Unión y cuestionó su solidez.
Por último, de ganar Sarkozy la presidencia deberá encarar el problema laboral, lo que incluye qué medidas tomar para solucionar o al menos atemperar el desempleo (que, dicho sea de paso, no es ni será un padecimiento exclusivo de los franceses, sino del mundo entero). Francia, de acuerdo con Juan María Alponte, posee un índice de desocupación de 8.5% (aunque datos de 2005 lo sitúan en 11.5%: http://es.wikipedia.org/wiki/Economía_de_Francia), y año con año, lo mismo que otros países como México, enfrenta el reto de generar las fuentes de trabajo suficientes, o de ayudar a generarlas, para que los jóvenes puedan integrarse al mercado.
Y al referirnos a la juventud hablamos de ese mismo sector de la población que durante los primeros meses de 2006 salió a las calles para oponerse al llamado Contrato de Primer Empleo (CPE), que, bajo el argumento de que con ello se favorecería la rotación laboral, estipulaba que durante los dos primeros años a partir de la contratación cualquier patrón podría prescindir de los servicios de un trabajador sin justificación alguna.
Frente a este panorama, tal parece que la duda no estriba tanto en si Nicolas Sarkozy se convertirá en el nuevo presidente de Francia como en si será capaz de encarar satisfactoriamente todos los retos que le planteará la realidad del país. Migración, la relación con la Unión Europea y el tema del empleo son sólo tres de los más inmediatos.